viernes, 24 de julio de 2020

Cerramos por vacaciones

Mis abuelos jamás tuvieron vacaciones. Para la mentalidad de sus tiempos, resultaba imposible que a un pastor o a un marinero se le pagara por no trabajar. Mi padre, barnizador por su cuenta, casi tampoco. Y no tanto porque apenas ejerciera ese derecho que tal y como lo conocemos se instaurase en España en la década de los sesenta, como porque decidiera no disfrutarlas para así salvaguardar nuestra economía familiar.
Si bien las primeras referencias a cualquier día de asueto datan de la Alemania del siglo XIX, no será hasta un siglo más tarde cuando se reconozca formalmente tal condición. En la Rusia revolucionaria era un derecho nominal, solo al alcance de la dirección del partido, para premiar comportamientos. Otro tanto sucedió con el nazismo germano. Sin embargo, en aquella Francia de los años treinta se convertiría en universal. En los célebres Acuerdos de Matignon asentaron las bases para ese conocido estado del bienestar que actualmente define a Europa.
Hoy viernes comienzan mis vacaciones. Siempre merecidas, siempre necesarias, este año lo serán más que nunca. Y eso que tampoco podré estirarlas demasiado, pues el uno de agosto volveré a ocupar mi puesto de epidemiólogo de guardia. Las circunstancias obligan. En cualquier caso, las degustaré con preocupación, a sabiendas de lo ocurrido en estos tiempos del Coronavirus... Pero también con gratitud, por vivir en un contexto en el que este derecho resulta incuestionable.
En muchos países todavía dista de ser real. Los mismísimos Estados Unidos aún no contemplan las vacaciones en su normativa laboral. Otra potencia como China tiene regulados cinco días de descanso no obligatorios, ampliables a diez tras veinte años de cotización. En Tonga, Palau, Micronesia, Islas Marshall o Kiribati son directamente cero. ¡Como en tiempos de nuestros abuelos!
Antes de perdernos por el mundo para reencontrar a mi familia, quisiera permitirme tres licencias: cuidarme para cuidarnos, valorar cuanto tenemos y -a pesar de las circunstancias- no dejar de sonreír.
¡Nos seguiremos contando a la vuelta!

jueves, 23 de julio de 2020

Extrañando mi cordura

Alguien dijo una vez que el llamado sueño americano consistía en ser los primeros en todo. Si no fuera porque es serio, pensaría que por eso Estados Unidos suma más contagios y fallecidos por Coronavirus que cualquier otro país del mundo.
Ante esta penosa realidad, en su estado de Alabama se ha confirmado la organización clandestina entre estudiantes de las llamadas COVID-parties. En ellas hay un anfitrión supuestamente infectado. Sus invitados aceptan el riesgo de compartir una fiesta con él, depositan en un bote cierta cantidad de dinero a modo de apuesta y el primero que demuestre que se ha contagiado, se lo lleva. Ya ha habido alguna muerte relacionada. También en Texas. Si no fuera porque es serio, pensaría que estamos ante el colmo de la inconsciencia.
Como lo sería ese partido de fútbol entre infectados y no infectados por Coronavirus, convocado en Pamplona a través de las redes sociales... Como lo son esas hinchadas deportivas que se citan a millares para celebrar sin mascarilla ni distancias los éxitos de su equipo... O como cualquier otro evento organizado -incluyendo ese sinfín de botellones- sin que se tomen las oportunas medidas preventivas.
Además de conllevar un riesgo para la Salud Pública, este tipo de llamamientos suponen una afrenta para todos los profesionales que estamos trabajando día a día por controlar esta pandemia... Mucho más para esas personas que se han quedado en ella sin algún ser querido. Y es que al igual que le pasara a ese genio llamado Mark Twain, de todas las cosas que he perdido en estos tiempos del Coronavirus, la que más empiezo a extrañar es mi cordura.

miércoles, 22 de julio de 2020

Esperando su vacuna

Mi Sirenita cree que su papá inventará una vacuna contra ese Coronavirus que nos pinta la cara de mascarilla. El Principito está convencido de que lo hará algún español. Me da que ambos se equivocan. La primera porque, aunque así me considere ella, no soy ningún Superman; el segundo porque tristemente, desde tiempos de don Santiago Ramón y Cajal, investigar en nuestro país sigue siendo llorar.
De lo que los dos pueden estar seguros es de que en cuanto haya una vacuna reconocida, eficaz y segura contra dicho microorganismo, se la administraremos. Y lo haré convencido de que esos preparados -junto a la potabilización del agua- constituyen uno de los avances sanitarios más importantes de nuestra Historia y la manera más efectiva de prevenir las enfermedades infecciosas. Ademas, vacunarse supone un ejercicio de solidaridad hacia el resto, por permitir el conocido efecto rebaño.
Aun respetando cada opinión, sinceramente no creo que ningún laboratorio haya montado este lío para hacerse millonario. La propia Federación Internacional de la Industria Farmacéutica -a la que pertenece la española Farmaindustria- ha confirmado que el acceso a cualquier tratamiento contra esa COVID19, lo idee quien lo idee, será asequible y equitativo en todo el mundo. Tampoco que -como afirman algunas personalidades al margen de la Ciencia- trafiquen en su diseño con ADN fetal, contengan mercuriales, se potencien con la tecnología G5, vayan a causar decenas de patologías, ni que todo esté preparado para implantar microchips cuando se pinchen. Si tuviese el menor atisbo de que esto fuera así, jamás me plantearía ponérselas a las dos personitas que más quiero.
Contrariamente, las noticias que llegan sobre los diferentes productos que ahora mismo se están probando aseguran que la inmunidad que generan es intensa, sin causar apenas efectos secundarios. Si todo sale según lo previsto, la aprobación europea de esas vacunas será en primavera del próximo año. A su ritmo, eso sí, para garantizar su eficacia y seguridad. Y es que, parafraseando al mismísimo Cajal, incluso en estos tiempos del Coronavirus, a nadie le cuesta más que a aquel que mucho desea.

martes, 21 de julio de 2020

Mis razones para un No

Me llamaron con insistencia a lo largo de la mañana del sábado. Alguien había leído en mi blog ese comentario como epidemiólogo en el que ante tanta inconsciencia en estos tiempos del Coronavirus me planteaba abandonar... ¡Y consideró que podría ser noticia! Mi teléfono particular y el teléfono de guardia compitieron por unas horas en ver cuál recibía más avisos. Se trataba de otra cadena de televisión, poniendo todo tipo de facilidades para hacerme una entrevista en cierto programa de máxima audiencia, bien en persona o por videoconferencia. Les dije que no.
Al enterarse de que coincidí con Fernando Simón en nuestra etapa de universitarios, que los dos trabajamos en África y que compartíamos especialidad, percibí que mi cotización subió como la espuma. Incluso llegaron a tantearme sobre qué me parecía su gestión. A pesar de tal ofrecimiento, volví a contestarles con un rotundo no.
Ayer realizaron su penúltimo intento, quedando abiertos a cualquiera de mis condiciones... Y mi respuesta ha vuelto a ser la misma.
Como asegurase su persona de contacto, puede que desde esa ventana que constituye mi Sección de Epidemiología yo tenga muchas cosas que contar a propósito de cuanto estamos viviendo... pero también sé que ni estoy formalmente autorizado para ello -a fin de cuentas, no dejo de ser su último técnico- ni me atrae para nada ese mundo de la comunicación.
Mi espacio es mucho más pequeño. Se encuentra en este blog -por cierto, la entrada de aquel viernes tuvo más de tres mil visitas-, en mi muro de Facebook, en cada tertulia con tantos allegados. Aunque eso sí: sin renunciar a esa pasión literaria, desde él seguiré proclamando mi visión sobre distintos aspectos de una pandemia que está poniendo en jaque nuestro sentido común.

lunes, 20 de julio de 2020

Reflexiones tras mi guardia

Después de una semana como epidemiólogo de guardia de mi Área Sanitaria, y aun a sabiendas de que estoy sometido a determinado secreto profesional, quisiera alertar sobre una de las actitudes que más problemas nos ha generado en estos últimos siete días: la de aquellas personas con síntomas o no que estando en un municipio deciden hacerse alguna prueba diagnóstica frente a Coronavirus inmediatamente después de haberse desplazado a otro. Sirva de ejemplo supuesto el de ese estudiante en Belfast que se hace una prueba cuando llega a su pueblo "porque aquí es más sencillo que allí", después de haber tomado un avión, dos trenes y varios taxis en su travesía... el de esa profesora en Barcelona que viaja mil kilómetros en coche por algún sistema de vehículo compartidocon distintos jóvenes que suben y bajan sin apenas conocerse, y al día siguiente solicita un estudio serológico "para ver cómo afronto mis vacaciones"... o el de aquella señora que viene desde Galicia a atender a sus padres, haciéndose su PCR "por si acaso" cuando ya convive con ellos...
Si hay síntomas compatibles, no cabe ninguna duda: mejor quedarse en casa. Si están asintomáticos y, como aseguran, realmente solicitan esas pruebas para su tranquilidad, rogaría que se la hiciesen antes de viajar -por supuesto, siempre que estuviera indicada-, a sabiendas de la cantidad de contactos estrechos que ocasionan durante tales desplazamientos. Sirva de ejemplo real que, al margen de otros positivos secundarios, uno solo de esos casos confirmados ha generado en los últimos días una veintena de contactos de riesgo, con el correspondiente coste personal -ese es intangible-, sanitario -incluyendo una alerta internacional y su notificación a tres Comunidades Autónomas- y económico -con todo el trabajo que nos da, prefiero no hacer más cuentas-.

sábado, 18 de julio de 2020

En los bibliobuses de León

Durante esa cuarentena que me tomé, mi obra El amor en los tiempos del Mindfulness -Premio Carta Puebla 2019 en su modalidad de libro de cuentos- se ha sumado al fondo editorial de los bibliobuses de León, dependientes del Instituto Leonés de la Cultura, de la Diputación de León. Y así, al igual que con otros títulos pasados, sus relatos podrán llegar a cada rincón de la provincia.
Ciertamente, me siento halagado por ello, manifestando mi gratitud a Roberto Soto y a cuantas personas hacen posible ese milagro de difundir la Literatura entre aquellos ciudadanos que no disponen de ningún otro servicio bibliotecario en su municipio.

viernes, 17 de julio de 2020

Jugando a toserse

Una de las características del centenar largo de rebrotes COVID19 que actualmente se reparten por decenas de provincias españolas es la alta tasa de casos entre personas jóvenes. Así, el 70% de ellos tienen menos de 40 años, siendo mayoritariamente asintomáticos o de menor gravedad.
Otra de las características que define la actitud de muchos de ellos es su aparente irresponsabilidad ante la situación de pandemia que estamos viviendo. Por poner algún ejemplo de primera mano, cuesta entender que un adolescente sometido a cuarentena por ser contacto estrecho, escape de tal medida para acudir a una fiesta... que sigan organizándose botellones sin mascarilla ni distancias mínimas... que en los bancos de la ribera, descubra a varios muchachos que juegan a toserse.
Uno de esos jóvenes a los que pasé la encuesta epidemiológica -por cierto, como caso confirmado- me respondía al preguntarle sobre su actitud que tenemos derecho a divertirnos... A fin de cuentas, estando tan sano, ¿qué me puede pasar? Curiosamente, en esa sensación de fortaleza asienta su mayor debilidad.
Sin pretender focalizar sobre ningún grupo y asumiendo que -como diría para las casas el refranero de mi abuela- en todos cuecen habas, quisiera manifestar públicamente que yo también tengo, ya no solo derecho, sino necesidad de descansar. Y mi familia, y mis compañeros... Y tantos más que estuvimos, ya no en la trinchera, sino en las fosas. Llevamos casi cinco meses sin parar y dentro de una semana, por fin, podré tomarme mis primeros diez días de vacaciones. Siempre, eso sí, que no haya contratiempos. No importa que no vaya a ir muy lejos, que deba estar pendiente del teléfono por si hubiese cualquier alerta o incluso que prevea volver en caso de rebrotes... Será poco más de una semana para sopesar si personalmente tanto esfuerzo ha merecido la pena. Si compensan o no tales desvelos, no haber visto a tus hijos por si acaso, pasar una cuarentena pendiente de los resultados -y por extensión, de las actitudes- de algún tercero... Si merece la pena dormir con tapones porque hay que madrugar para hacer cualquier inspección, mientras en la terraza abarrotada de debajo de mi casa la gente se sigue divirtiendo como si nada hubiera sucedido. Es su derecho al ocio nocturno, que diría aquel. Y lo respeto. Aunque yo, demasiado agotado a estas alturas, empiezo a reservarme el mío de abandonar.

jueves, 16 de julio de 2020

La noticia que no fue

A primera hora de la mañana salta la noticia en un medio local: "Al menos siete alumnos de la Academia del Aire dan positivo por Coronavirus tras citarse más de 200 en León para la entrega de despachos". A los pocos minutos, aquel titular es recogido por un diario nacional, citando la palabra rebrote e incidiendo en que esos casos proceden de distintos puntos de España. Prende el miedo. A partir de ese momento, los teléfonos de nuestra Sección no paran de sonar. Desde la propia Consejería de Sanidad hasta familiares de esos alumnos preocupados por su salud... incluida cierta cadena de radio en busca de algún detalle.
Nosotros no sabemos nada. Absolutamente nada. Pero ante tal posibilidad, paralizamos lo mucho importante que tenemos pendiente para dedicarnos a esa supuesta urgencia. Toca apagar el incendio. Hablamos con los Servicios Sanitarios de la Academia. No hay ni un solo caso confirmado. Tan solo algún positivo -bastante menos de siete- en los test rápidos aplicados, actualmente sin valor diagnóstico per se, que al completarse con las PCR correspondientes a ellos y a sus contactos resultaron todas negativas.
Realmente, nunca hubo noticia. Aun cuando distintos medios la desmintieron esa misma tarde, pasamos una mañana entera sofocando otro fuego que jamás debería haberse encendido.
Tristemente, tampoco es la primera vez que nos sucede.
Ante ese desasosiego, compartía esta vivencia con mi sobrina Mariela -nuestra periodista de cabecera-, abogando por la información contrastada ante tal sensacionalismo... Y como siempre, sin pretender matar a ningún mensajero, coincidiendo en esa cita de su colega David Felipe Arranz: Las noticias son un material complejo y resbaladizo. Aunque el periodista no sea objetivo, sus métodos deberían serlo siempre.

miércoles, 15 de julio de 2020

Mi adiós más sentido

Cuarenta días después, retomo las entradas en mi blog reseñando sin duda el acontecimiento familiar más duro que en este tiempo nos ha tocado vivir: el adiós de mi tía Consuelo. Hermana de mi madre, fue siempre una persona encantadora. Amable, cariñosa, positiva, disponible y dispuesta a hacer lo que fuera en favor de los demás... Agradecía muchísimo cada foto que le enviaba de nuestros pequeños, mientras compartía conmigo -y me consta que también con sus amigas- lo que le habían parecido mis cuentos. Y cuando camino de nuestra Zaragoza parábamos en su Tudela para estar un tiempo con ella y con mi tío, no había anfitrión que les ganase en generosidad.
Sinceramente, todos la queríamos... Sencillamente porque se hacía querer.
Tal y como compartí con mis primas, de seguro que allá arriba en el Cielo la habrá recibido mi madre.
Mil gracias, tía, por habernos dado tanto. Nunca te olvidaremos.
Descanse en Paz.