viernes, 30 de octubre de 2020

La alcaldesa de Rennes

Recuerdo haber escuchado en campaña electoral a cierto candidato a la alcaldía de mi municipio que su apuesta política era en favor de una ciudad moderna -al estilo de otras ciudades europeas-, innovadora y con un equilibrio ecológico. Aquel candidato acabaría siendo elegido. Y viviendo yo tan cerca del consistorio, en alguna ocasión incluso me he cruzado con él. 
A veces en ese pasaje al lado del Ayuntamiento, con otra terraza de bar en la que todos los días -desde que abren hasta que cierran- prenden encendidos al menos cuatro calefactores que por estas fechas acostumbran a descansar solo cuando cambian sus bombonas. A menudo, como puede verse en la foto, sin nadie a su alrededor.
Eso ocurre hasta en jornadas tan apacibles y soleadas como hoy, rozando los 20º C al mediodía.
Mi amigo Nicasio asegura que los prenden porque desde tiempos ancestrales el fuego ha atraído a los humanos. Además, la propia clientela los reclama. Tenemos derecho a estar calentitos, que me diría uno de ellos aquella tarde de verano en la que también los encendieron. Y como a fin de cuentas se trata de un negocio, ¡cuantos más clientes vengan, muchísimo mejor!
Yo le insisto en el poder contaminante que tienen tales estufas, en su emisión de gases con efecto invernadero... En la necesidad de su regulación. ¿Acaso nadie es consciente del cambio climático que estamos generando? ¿Es normal que el 6 de febrero de este mismo año se superaran en la Antártida los 18º C cuando deberían estar a 0º C? O que este verano Siberia batiera sus registros históricos de temperaturas máximas. Entonces Nicasio responde: Y eso, ¿realmente a quién le importa? 
Desde mi condición de médico especialista en Medicina Preventiva y Salud Pública, pocas veces he creído en las prohibiciones totales -y más en estos tiempos tan restrictivos para determinados sectores económicos-, pero sí en su ordenación. Como afirmara la alcaldesa de Rennes -primera ciudad europea que procedió a la regulación de estos aparatos-, si nadie pone la calefacción en el exterior de su casa, ¿por qué hacerlo en cualquier espacio público?
Desde luego en Europa, con dicha alcaldesa y su propio sindicato de hosteleros a la cabeza, cada vez lo tienen más claro. Ante el desafío climático que nos viene, han optado por regular. Saben que no tiene sentido poner un calefactor a cielo abierto. Y saben también lo que en su conjunto contaminan. 
Entre tanto, nosotros -como tantas otras veces- marchamos a la inversa. Prometemos incluso incentivar su uso.
Ojalá alguna mañana quienes se cruzaran en ese pasaje que pilla tan cerca del Ayuntamiento fuesen la alcaldesa de Rennes y el alcalde de mi municipio. Más que nada para que de cara a las próximas elecciones aclarasen entre ellos lo que entienden por ciudad europea, innovación y equilibrio ecológico.

jueves, 29 de octubre de 2020

Mi número Siete

Confieso que hubo una vez en que cierta pitonisa me leyó las cartas. Corría aquel mes de agosto, en algún piso de las afueras; acudí custodiado por esa amiga que nos lo sugirió. Hacía poco del accidente de mis padres y, por entonces, yo andaba contrariado. De manera que, sin oponer demasiada resistencia, acepté.
Confieso también que entre muchas generalidades, aquella adivina tuvo menos atinos que errores. Es verdad que acabaría viviendo lejos de donde antes vivía, pero también es cierto que sigo esperando ese premio de lotería que vio tan claro que me iba a tocar.
Lo que sí, tomando mi mano, recomendó expresamente que en el proyecto novedoso que estuviera ideando -yo lo interpreté como escribir- apostara siempre por el número siete. 
El día 14/11/2005 me concedieron un primer galardón literario: el Premio Amares 2005, por mi libro de cuentos El amor azul marino. Al contabilizar los dígitos de esa fecha comprobé que, efectivamente, sumaban un múltiplo de siete.
Desde entonces, confieso mi obsesión creativa por tal cifra, justificando en ella por qué los capítulos de mis novelas o los relatos de cada antología son siempre múltiplos suyos.
Casual o causalmente aquella coincidencia se ha repetido en distintas ocasiones. La última, precisamente anteayer. El 27/10/2020, cuando recibía mi último reconocimiento: el II Premio Liliput de Narrativa Joven, por ese libro de cuentos titulado Catorce lunas menguantes. Sumando sus dígitos, da también otro múltiplo de siete.
Así, después de tal análisis, he acabado concluyendo que quizás aquella pitonisa no falló tanto como pensaba. Y que esa suerte a la que pensé que se refería no estuvo nunca en la lotería, sino en la posibilidad de escribir a diario... Sin duda, ese sí que es un premio gordo que me ha regalado la Vida.

martes, 27 de octubre de 2020

II Premio Liliput de Narrativa Joven

Aun cuando esta semana pensaba desconectar por completo de las redes sociales, acabo de recibir una notificación que me ilusiona compartir. El presidente del jurado del II Premio Liliput de Narrativa Joven me ha informado de que el libro de cuentos Catorce lunas menguantes, escrito por mí e ilustrado por la genial Raquel Ordóñez Lanza, se ha alzado con su primer premio. La verdad es que me he emocionado al saberlo.
Desde el adiós a mis padres, escribir se ha convertido en mi válvula de escape... Y confieso que en estos tiempos del Coronavirus he necesitado conjugarlo en más de una ocasión. Por ahora tan solo anticipo que Catorce lunas menguantes es una obra en defensa de la Naturaleza, dirigida a jóvenes -y, por supuesto, también a no tan jóvenes-, redactada en tantas noches de insomnio sobrevenidas durante la pandemia. Está dedicada a nuestra amiga Carmina, por tanta generosidad, manifiesta incluso en los peores momentos del confinamiento.
Catorce lunas menguantes, obra ganadora del II Premio Liliput de Narrativa Joven. Porque seguiremos siendo, para seguirnos contando.

domingo, 25 de octubre de 2020

Mi no Nomofobia

Si la Nomofobia es un cuadro de ansiedad por miedo a quedarnos sin teléfono, queda claro que no lo padezco. De hecho, estoy deseando que lleguen las ocho de la mañana de este lunes para apagar el que llevo de guardia y tomarme unos días de descanso. No serán muchos, si bien son necesarios. A veces pienso que imprescindibles. Quisiera viajar a mi Zaragoza de origen, pues llevo demasiado sin compartir con esa familia mañica... pero resulta evidente que la situación epidemiológica tampoco lo permite.
Sumaré otra semana de vacaciones de lo más singular: acompañando al colegio al Principito y la Sirenita, ordenando tanto libro en nuestra biblioteca, imaginando mil cuentos para que sean contados, portando siempre un lápiz por si lo pudiera necesitar... Y parafraseando al trovador Fito Páez, probando cualquier tarde cuando llegue a casa, no haya nadie y el teléfono calle, ¡a ver qué pasa!

sábado, 24 de octubre de 2020

Mi saquete de castañas

Al mediodía de ayer recibí en mi despacho otra llamada telefónica del Servicio de Seguridad del edificio, indicando que en la puerta había una señora que pretendía entregarme algo. Dado que venía sin cita previa, no le dejaban pasar. Pese a tener una montaña de urgentes dispersos por encima de la mesa, opté por bajar a verla.
Al llegar al frío hall de la entrada, sin más abrigo que mi bata blanca, encontré a una mujer octogenaria que quería darme las gracias por cierta gestión sobre vacunas que yo había realizado para su marido. Además de recibir su calidez por algo que hice gustoso -de hecho, también le correspondía-, me regaló un saquete de castañas.
- Son del Bierzo. ¡Las más ricas! -aseguró- ¡Y asadas, ya ni le cuento!
Tras ser yo quien agradeciera tanto su visita como aquel sencillo detalle, acabaría diciendo algo que me impactó:
- Sé que tiene mucho trabajo y anda muy ocupado... Pero sé también que usted está ahora mismo en ese sitio para ayudar a personas como nosotros. ¡Quien le ha puesto ahí, sabía muy bien a quién ponía!
Mi sonrisa traspasó mi mascarilla.  
Y así, con aquel saquete bajo el brazo, regresé a nuestra Sección para seguir combatiendo desde su vanguardia tantas tensiones infundadas o a ese maldito Coronavirus. 
Por cierto, en esta tarde de sábado merendaremos castañas asadas del Bierzo. Al Principito le encantan. Y es que, como aquella mujer asegurara refiriéndose tanto al fruto como a su gratitud, ¡no las hallaré mejores!

jueves, 22 de octubre de 2020

A vueltas con la jornada continua

Nuestro Principito, como tantos chiquillos de su edad, echa mucho de menos lo que más le gusta. En su caso, jugar al balonmano, ya sea en la cancha del colegio o entrenando con sus compañeros alevines del club en el que milita. Admito que nunca llevó bien aquel primer confinamiento, del que los niños serían los últimos en salir. Por eso, como remedio casi improvisado, a menudo lo practicábamos juntos en la terraza, percibiendo que tal ejercicio resultaba imprescindible para que estuviera bien.
Como consecuencia de la situación epidemiológica que vivimos, esa abstinencia obligada acumula casi ocho meses. A veces nos parece una eternidad.
Esta noche, en la antesala de nuestros sueños, le preguntaba qué tal su vida en el cole. Al margen de amigos y profesores, lecciones aprendidas y algún que otro examen, reconoció que los días se le hacen muy largos. Entra al centro a las diez de la mañana y sale a las cinco de la tarde, con comedor y recreo entre medias, si bien en estos -por razones obvias- no hace deporte de equipo. En total suma siete horas, sin balonmano, con esperas intermedias y mascarilla permanente, más la de los trayectos y alguna otra luego en sus clases de inglés o trombón. Por suerte, a él no le ha brotado ese eritema facial que con el roce le salió a su hermana.
Al final de nuestro cuento, coincidimos en que en septiembre estábamos mejor, con aquel horario de jornada continua. Además de llevar menos tiempo la mascarilla y reducir situaciones de riesgo como en las entradas o salidas, completábamos incluso alguna de esas tandas de gimnasia que le envía regularmente su entrenador. De hecho, recordaba que hasta nuestra Sirenita sufría por entonces de menos granitos. ¿Volveremos a tener este curso jornada de mañana como tienen nuestros primos de Zaragoza?, me preguntó vencido por el sueño.
Pese a saber que, según se ha publicado, la Consejería de Educación de mi Comunidad no va a cambiar nada al respecto por un supuesto defecto de plazos ni a tener en consideración que el 84,4% de los padres y madres de su colegio votaran recientemente a su favor, he preferido callarme.
Como epidemiólogo desde el principio de la pandemia, pero ahora también como padre, estoy absolutamente convencido de que en esta situación excepcional que padecemos, esa jornada continua es la mejor opción. En todos los sentidos, por mucho que se diga. En otras Comunidades se ha aplicado de oficio, atendiendo al principio de precaución. Sería lo normal en cualquier actuación en Salud Pública. Y si aun con todo quedasen dudas, ¡que pregunten a los niños!

domingo, 18 de octubre de 2020

El precio de la codicia

Esa ola económica que conforma este tsunami llamado Coronavirus sigue cerrando negocios. Anteayer, nuestra agencia de viajes... Ayer, aquella tienda de ropa... Hoy, otro local de fisioterapia que abrió a principios de año... Mañana cualquier hotel, ahogado entre tantas restricciones. Y así, poco a poco, ante carteles de Se traspasa siento que el comercio de mi ciudad se va desangrando cada día.
Desde nuestra condición de consumidores responsables, y en esa costumbre mía de charlar con los dependientes después de cada compra, he sabido las razones de sus cierres. La primera se vio afectada por una drástica caída en la demanda de viajes y, sobre todo, por tanta competencia en Internet... La segunda, por un descenso descomunal en el número de ventas, acompañado por esa recarga del 20% en su cotización de autónomo a la Seguridad Social cada vez que a fin de mes no podía hacerle frente... La tercera, por la avaricia del dueño de su local, quien prefiere que cierre y quede libre antes que bajarle un euro su alquiler.
Ciertamente, el maldito virus ha torpedeado los cimientos de la economía, aumentando nuestra lista de problemas. Pero también es cierto que en la relación de soluciones hay una parte importante de nosotros. De ahí que apostemos por reforzar el consumo responsable, mejor a nivel local, en tiendas cercanas... Por consentir la rentabilidad de los negocios, facilitando créditos y eliminando cualquier sobrecarga tributaria... Y por supuesto, mediando entre propietarios e inquilinos cuando sea preciso, a sabiendas de que muchos alquileres pactados antes de la pandemia no se sostienen durante la misma. No en vano, si nunca baja su cuota más de ese euro que ahora niega, me da que aquel local de fisioterapia permanecerá mucho tiempo cerrado. A fin de cuentas, ese será el precio de su codicia.

viernes, 16 de octubre de 2020

Cocoloco y Mariflor

Cada día, con independencia de que sea nuestro santo o cumpleaños, recibimos un regalo en cualquiera de sus formas: ese encuentro inesperado, la llamada que emociona, aquel gesto que te pinta una sonrisa... El de hoy ha sido la invitación de mi amiga Eva a que asistiera en el Teatro San Francisco, de León, a esa première de la obra Cocoloco y Mariflor, escrita y dirigida por Iñaki Juárez, e interpretada por ella misma.
Esta lavandera con alma de titiritera nos ha devuelto el espíritu de niño a través de sus canciones, de tantos trabalenguas, de cada marioneta que acompaña cada cuento. He disfrutado mucho... ¡Como un chiquillo! Y de seguro que el Principito y la Sirenita lo harán también durante el fin de semana, cuando acudan a verla para conocer su historia.
No obstante, si me tuviera que quedar con algo de esa sesión, sería con el lenguaje no verbal de Eva. La sentí ilusionada, sonriente, feliz comprometida en su papel... Lo hace fenomenal. Y cuando veo así a una amiga, el regalo recibido es por lo menos el doble.

miércoles, 14 de octubre de 2020

Ese regalo llamado AMISTAD

Mientras que la Sirenita recortaba una corona dibujada y nos ofrecía su ropa de colores para celebrar mi cumpleaños de mañana, me preguntaba a mí mismo cómo se pasa la vida.
Siendo niño allá donde nací, gustaba de disfrazarme con ese traje vaquero que un tal Melchor dejó junto a mis zapatos aquella noche de Reyes. Lo lucía con tanto esmero que el mismísimo Lucky Luke se habría batido en duelo por conseguirlo.
Siendo médico de vuelo en tierras lejanas, ajustaba al mono mi botiquín con aquellas trinchas que lograban el milagro de que todo fuese uno. Incluso quitaba el anillo de mi dedo para evitar que durante la misión pudiera engancharse por accidente y generar un problema mayor.
Siendo epidemiólogo en esta ciudad que me acuna, invierto cuanto haga falta para que mi equipo de protección individual no permita ni una sola fisura. Por los que están fuera; por mí, que estoy dentro.  
Y así, entre prendas y disfraces, vamos contando nuestra existencia.
El Principito añadiría otro detalle de lo más importante: sin un presente apropiado, no hay fiesta que se precie. ¿Qué te pides para mañana?, preguntarían los dos. En estos tiempos del Coronavirus, les he respondido que SALUD. Para todos, y hoy especialmente para ese amigo mío que en vez de en su casa está en el hospital, y al que deseamos juntos una pronta recuperación. Compañero de instituto, de tantas historias, de viajes, de fútbol, de confidencias, de mus... ¡de vida! Además de estar siempre ahí, es una de las personas que más me ha hecho sonreír. Y eso, en este siglo en el que todo se compra, no tiene precio.
Pero, ¿si pides para otro, te quedas sin regalo?, me advertiría la Sirenita. Apostillando: ¡Aunque sea tu amigo!
Admito que esta noche hemos tardado más en acostarnos, explicándoles que apenas hay obsequio mayor que cultivar la AMISTAD.

lunes, 12 de octubre de 2020

En el Día del Pilar

Desde mi condición de mañico, he sido siempre muy pilarista. Y no solo porque cada 12 de octubre, siendo niño, subiera calle Alfonso hasta su plaza para llevarle algún ramo de flores... Tampoco porque en casa o en nuestro coche hubiera siempre una de sus cintas... Ni siquiera porque en cada cuello de los miembros de mi familia cuelgue alguna de sus medallas... Sino, sobre todo, porque incluso al margen de nuestras creencias, nos encomendamos a Ella cada vez que la necesitamos.
Así lo hice en aquella final del campeonato escolar de Balonmano que acabamos ganando contra pronóstico, en decenas de carreras mientras practicaba Atletismo, en cientos de exámenes durante la Universidad, en aquel estadio parisino del Parque de los Príncipes cuando se encarnó en el gol de un tal Nayim, en aquella oposición que acabaría sacando, el día que pareciera el último de los días, en esa emboscada en la que abriese una puerta de salida... E incluso en estos tiempos del Coronavirus, deseando que todo se resuelva.
Entre tanto, en nuestro hogar la seguimos nombrando. En el dormitorio de la Sirenita, esta noche fue la protagonista de cada adivinanza: que no quiere ser francesa, que quiere ser capitana de la tropa aragonesa... Y en el del Principito recordábamos aquellos versos de su bisabuelo que en clave de jota le cantara hace mucho a mi abuela:

Zaragoza, Zaragoza,
flor de la jota bravía, 
viste nacer a una moza
que bella cara tenía.
Tal deleite producía
el ver cara tan hermosa
que hasta la Virgen decía:
Esa moza que camina
ha nacido en Zaragoza.

Y es que, esté donde estemos, la llevamos impresa en nuestro ADN. 
Por eso, de corazón, con corazón y desde el corazón, ¡feliz Día del Pilar! 

domingo, 11 de octubre de 2020

Jornada partida en tiempos del Coronavirus

Entre los refranes que nos contara mi abuela, últimamente rescato ese que dice que nunca muerdas la mano de quien te da de comer. Por ello, procuro abstenerme de hacer cualquier juicio de valor en contra de la Administración para la que trabajo. Quizá por eso también, mi amigo Nicasio acostumbre en nuestros paseos a ponerme en tal apuro.
Hoy charlábamos a propósito de las declaraciones de una de sus dirigentes, asegurando que no existe relación entre la incidencia de la COVID19 y la jornada partida -en horario de mañana y tarde- o continua -solo de mañana- de los colegios. Y entre una batería de dudas, me retaba a que diera respuesta a alguna de sus preguntas: 
1. ¿Cuántos estudios epidemológicos se han efectuado para llegar a tal afirmación? 
Le he contestado que yo no conocía ninguno.
2. ¿Pueden sacarse tales conclusiones en menos de un mes de curso? 
En mi opinión, nos falta perspectiva; parecería cuando menos arriesgado.
3. De haberse realizado tal estudio, ¿dónde se han presentado sus resultados? 
Sinceramente, no lo sé. He revisado los principales buscadores médicos nacionales e internacionales sin encontrar ni un solo artículo publicado al respecto. Ni siquiera de autores chinos, que en esto nos llevan siempre la delantera. En cualquier caso, deberían mostrarlos para establecer su validez interna -metodología- y externa -generalización de resultados-. Al menos, ese sería el trámite habitual en cualquier investigación de Salud Pública. 
4. A la hora de extraer esas conclusiones, ¿se ha considerado que las poblaciones de unos y otros centros podrían no ser comparables, al quedar condicionados por otros factores? 
En efecto, eso sería lo lógico. Estratificar antes de concluir, para evitar caer en más sesgos. 
5.- Ante tal incertidumbre, ¿por qué no se aplica el llamado principio de precaución, optando por reducir los tiempos de estancia y sobre todo posibles situaciones de riesgo como entradas y salidas, al menos mientras dure la actual situación epidemiológica? ¿Acaso lo han hecho mal aquellas Comunidades que actúan así de oficio? ¿Cómo es posible que en cualquier organismo oficial estén regulados esos horarios, mientras que en los centros docentes se sigan sin limitar? 
Por mi parte, casi mejor cambiamos de conversación.
Finalmente, Nicasio me confiesa que en estos tiempos del Coronavirus empieza a estar cansado de tanta noticia y su contraria: ayer los asintomáticos apenas contagiaban, hoy sí... ahora es útil la mascarilla, antes no... La jornada partida no influye en la incidencia de la COVID19... ¿Estáis seguros?
Entre tanta indecisión, el paseo ha terminado. Nos despedimos a nuestro estilo: con la mano en el corazón. Eso sí: para el próximo hablaremos de otro tema o estaremos callados. A fin de cuentas, como también dijera mi abuela, en la duda, ten la lengua muda.

viernes, 9 de octubre de 2020

Frankfurt, diez años después

Por estos días, hace ahora diez años, disfruté de una experiencia alucinante como escritor en la Feria del Libro de Frankfurt. Sin duda, la mejor de mi vida en la mejor del mundo. Y es que, invitado por el Centro del Libro de Aragón, durante aquella semana asistí a conferencias de autores que admiraba, conseguí una dedicatoria de Ken Follet, ese libro rubricado de Ildefonso Falcones, sentí la dinámica de un evento tan multitudinario, charlé con esta poeta rusa, con aquel novelista alemán... Y hasta improvisaría cierto cuentacuentos para nuestros compañeros latinoamericanos en cualquier stand que nos acogiera. La propia Dolores Redondo Meira, antes de ser quien luego sería, me deseaba suerte en un correo amistoso.
Mi editor había reseñado cada libro en inglés, francés, ruso y por supuesto español, de manera que con esa carpeta debajo del brazo me lancé a promocionarlos. No tardé en repartir las más de mil tarjetas que poseía y cuantos ejemplares cupieron en la maleta. Y todo sin agente, sin influencias, sin un grupo de esos grandes que te apoya... Pero también, sin miedos.
Quizá por eso, nunca permitieron que entrase al salón principal de la Feria, donde se brinda con champán después de cada contrato... Incluso en aquella agencia de renombre, nos aconsejaron que me marchara, pues sin representante difícilmente recibirían a nadie. Yo en cambio, no me rendí. La próxima vez que venga, descorcharemos esa botella, comenté con mis sueños. ¡Qué ingenuos éramos entonces!
Recuerdo que aquella tarde fallaron el Premio Nobel de Literatura del año 2010: Mario Vargas Llosa. Al anunciarlo por megafonía, nuestra ovación resultó atronadora. En la agencia que le representaba pusieron un cartel a colores: Hoy hemos ganado un Nobel. Y yo, dado que el día anterior ni siquiera me habían atendido, herido de orgullo improvisaría el mío en algún folio blanco: Ayer perdisteis otro.
En cualquiera de los casos, y esta vez con los pies en el suelo, prometo regresar. A fin de cuentas, sobreviviremos al maldito virus y nuestra vida -con sus muchos más y sus pocos menos- volverá a parecerse a la de siempre.

miércoles, 7 de octubre de 2020

Paseos en tiempos del Coronavirus

Me gusta pasear con mi amigo Nicasio por la ribera del Bernesga. Allí compartimos razonamientos, emociones, amistad... Y últimamente, alguna opinión relacionada con esa pandemia que estamos viviendo.
Ayer me dio la suya a propósito del confinamiento decretado en nuestra ciudad. Él considera que cualquier cierre perimetral sirve de poco, que suena más espectacular que efectivo, que sería mejor incidir en el cumplimiento de las medidas preventivas, en la limitación de aforos, en evitar situaciones de riesgo como las fiestas o reuniones sin protección. Al preguntarme al respecto, le indico que como técnico ya dejé claras mis impresiones allá donde procedía.
Después se cuestionó porque en nuestra Comunidad, a diferencia de en otras, se permite que haya centros docentes con jornada partida -horario de mañana y tarde-, en los que se duplican los momentos de riesgo -como entradas y salidas- y se obliga a los niños a llevar su mascarilla durante más tiempo. Y aunque nuestra Consejera afirme que no está demostrado que esa jornada influya sobre la incidencia de la COVID19, tampoco demostramos lo contrario. En tales circunstancias, ¿por qué nadie actúa de oficio? ¿No resultaría oportuno aplicar el principio de precaución sin asumir ningún riesgo potencial? Entonces respondo a Nicasio que preferimos no posicionarnos para evitar influir sobre el resto de los padres.
Finalmente se pregunta cómo es posible que un protocolo validado por la Dirección de Educación de nuestra provincia diga literalmente que en caso de exención es condición imprescindible que el alumno presente un certificado médico donde, explícitamente, se aluda a la exención del uso de la mascarilla durante todo el periodo lectivo, cuando los colegios oficiales de médicos han reiterado a sus asociados que la emisión del mismo no es su responsabilidad. ¿Cómo puede exigirse un documento que resulta casi imposible de conseguir? Ciertamente parece de locos, mas prefiero acogerme a que al ser de Sanidad, esa no es competencia mía.
Al despedirnos con la mano sobre el pecho, Nicasio asegura que yo sería un político estupendo. Le he escuchado atentamente sin mojarme en mi opinión. Y lo mejor: está convencido de que -aun sin llevar razón- muchos me harían caso.
Tras ese adiós sentido, me repito a mí mismo que él sería un epidemiólogo extraordinario. Expuso en modo conciso cada argumento, e incluso se implicó emocionalmente en defenderlos. Lo malo es que estoy convencido de que -aun estando en posesión de esa verdad- no todos le harían caso.

lunes, 5 de octubre de 2020

Trabajo de equipo en tiempos del Coronavirus

De entre los servicios extraordinarios a los que obliga cualquier Sección de Epidemiología durante esta pandemia, destaca el de introducir cada día los casos confirmados de COVID19. Así lo establece la normativa vigente. Ello permite analizar en tiempo real la información existente, de cara a tomar decisiones con mayor eficiencia. 
Ciertamente, resulta una labor de lo más monótona, que suele durar horas, que entre semana repartimos para todo el equipo, pero que en festivos como hoy realiza a solas aquel a quien le toca. Pues bien, ¡este fin de semana dicho cometido me ha correspondido a mí!
Sin embargo, no es este detalle el que quisiera compartir, sino otro más entrañable sobre el trabajo en equipo. Y es que el viernes por la tarde, al ponerme manos a la obra, descubrí con sorpresa que alguien había registrado en nuestra base de datos los primeros cincuenta positivos de ese día. ¿Quién puede haber sido? Fue entonces cuando a través de un email descubrí que lo hizo cierta compañera de Servicio quien -al vernos tan apurados con la faena de la mañana- decidió adelantarme tarea para que pudiese descansar. Sin pedírselo, sin esperar nada a cambio; sencillamente por ayudar.
Mil gracias, Marivi, por ese gesto, que pone al descubierto tu profesionalidad... Y, sobre todo, la suerte que tenemos de que estés en nuestro equipo.

domingo, 4 de octubre de 2020

Traspasos en tiempos del Coronavirus

Liquidación total por cierre
. Ayer lo leíamos en la tienda de ropa donde compramos tantos vestidos a nuestra Sirenita... Y hoy parecido en aquella papelería que surte la mochila del Principito. Se traspasa.
Sin duda, esa ola económica que conlleva esta pandemia amenaza con arrasar la mitad de los negocios existentes. Así lo afirman las distintas asociaciones de Comercio y así lo constatamos cada día, sea por la disminución de sus ventas -desde la boutique ya nos advertían de que estaban trabajando al 30% de cualquier temporada normal- o por la imposibilidad de cubrir tantos gastos -aquel tendero se preguntaba cuántos cuadernos debería vender para saldar sus mil euros mensuales de alquiler-.
En España el comercio representa el 13% de su economía, siendo el primer sector en términos de empleo, con un 17% de afiliados a la Seguridad Social. Ese torpedo que lanza el Coronavirus a su línea de flotación podría hundirnos a todos. Nos consta su capacidad para reinventarse -de hecho, la primera había apostado por las tallas grandes en un intento de alcanzar más clientela- y el consumo responsable que hacemos muchos ciudadanos adquiriendo productos en establecimientos locales... Sin embargo, no parece suficiente.
Entre sus reclamaciones ante las actuales circunstancias, esas asociaciones de Comercio solicitan con urgencia una línea de subvenciones para el sector y un nuevo marco legislativo para renegociar arrendamientos. Quizás ahora sea el momento de atenderlas pues, tristemente, seguimos en alto riesgo -altísimo en otros casos también cercanos- de que acabemos leyendo más carteles como esos.

jueves, 1 de octubre de 2020

En el Día Internacional de la Sonrisa

Quizá por haber nacido en ese día de la semana, me encantan los viernes. Y más el de mañana por dos motivos: porque la suma de sus cifras da como resultado siete -mi número favorito- y porque en él celebramos el Día Internacional de la Sonrisa. Ese gesto tan balsámico, terapéutico, entrañable, humano. A pesar de las circunstancias, ¡que nadie nos la quite, que nunca te falte! 
Por ello en nuestra Sección de Epidemiología, mientras gestionamos los casos declarados de COVID19 u organizamos la próxima campaña de vacunación antigripal, luciremos en cada mascarilla esa sonrisa pintada. Haremos de ella un paraguas y dejaremos que llueva. Y es que, parafraseando a la actriz Nina Dobrev, sonreír no solo significa que seas feliz; a veces también indica que eres más fuerte.
Feliz World Smile Day, mil sonrisas.