domingo, 29 de noviembre de 2020

Luz verde a Lunas menguantes

Acabamos de leer las galeradas del libro Catorce lunas menguantes (MAR Editor) y hemos dado luz verde para que mañana lunes entre en imprenta. De cumplirse los plazos previstos, a partir de la semana siguiente pasará a distribución y poco después ocupará su lugar en cualquier librería que lo solicite. 
La verdad es que estamos contentos e ilusionados. Las ilustraciones de Raquel Ordóñez Lanza han quedado preciosas. Los cuentos guardan su orden y el mensaje en defensa de nuestra Madre Naturaleza parece también claro. Ciertamente he escrito lo que en estos momentos me apetecía escribir.
Será mi octavo libro a lo largo de tres lustros de andadura literaria. Y será también momento para meditar. Si sigo como hasta ahora, creando a mi ritmo, sin ningún cortapisas, con el único objetivo de disfrutar componiendo, presentándome a algún premio para poder publicar y en ocasiones incluso ganándolo... o doy un paso adelante, reorientando esa actividad literaria.
En cualquiera de los casos, ahora toca disfrutar de estas Catorce lunas menguantes o -como describe su subtítulo-, de tantos cuentos en modo Verde para salvar un planeta Azul.

Epidemiólogo en tiempos del Coronavirus

Admito que nunca antes la había hecho así pero que, evidentemente, las circunstancias mandan. Y es que este sábado por primera vez he participado en la presentación telemática de un libro. Concretamente Las crónicas del Coronavirus (Ediciones Irreverentes), en su edición literaria del mexicano Juan Patricio Lombera, en la que he colaborado con mi relato Epidemiólogo en tiempos del Coronavirus.
Ha resultado curioso constatar que en la magia de la red no existen distancias, de manera que unos autores amigos debatíamos simultáneamente desde Nueva York, Shanghái, Ciudad de México o León... Ha sido enriquecedor compartir distintas experiencias que hemos vivido durante esta pandemia... Y ha parecido entrañable coincidir, primero en una antología y luego en este encuentro virtual, con autores a los que admiro y había leído previamente como el francés Pascal Buniet (La muerte sabía a chocolate), la mexicana Susana Corcuera (A machetazos) o el mismísimo Juan Patricio (El péndulo familiar), entre otros.
Organizada por la plataforma 100%México y Amor del Bueno Producción Multimedia -con Ita Ruiz como moderadora-, esta presentación puede visualizarse a través de su página web o en su propio muro de Facebook. Y es que, parafraseando a mi abuela la refranera, nunca te acostarás sin hacer alguna cosa nueva más.

jueves, 26 de noviembre de 2020

Presentando "Las crónicas del Coronavirus"

A través de la herramienta Google Analytics podemos hacer un seguimiento del número de personas que se asoman a mi blog, habiendo constatado en tal ejercicio la siguiente curiosidad: cuando publico una entrada relacionada con mi condición de médico preventivista, recibo una media diaria superior a 2.500 visitas. Sin embargo, de editar alguna nota a propósito de la literatura, esa media se divide entre diez.  
Comprendo que es algo lógico en estos tiempos del Coronavirus... Y por ello, entiendo también que me sienta expectante ante el próximo recuento, dado que esta nueva entrada aúna al Manuel epidemiólogo con el Manuel más escritor. 
Y es que este sábado 28 de noviembre, a partir de las 16:00 horas -hora española-, participaré en la presentación telemática de una antología muy especial en la que -junto a otros 11 autores de seis países y tres continentes- he tenido el honor de colaborar. Se trata de Las Crónicas del Coronavirus (Ediciones Irreverentes), en edición literaria del escritor mexicano Juan Patricio Lombera. Sin duda, un libro sorprendente que aporta una visión caleidoscópica acerca de la pandemia más importante que hemos vivido en décadas como especie.
Con la ayuda de la plataforma 100%México, esa magia de las redes unirá a sus autores desde Nueva York al propio Wuhan, pasando por París, Itzacalco, Seúl,Tenerife... Y por supuesto, mi querido León. 
Será este próximo sábado y -con independencia de esas cuentas de Google Analytics- no os lo dejaremos de contar.

martes, 24 de noviembre de 2020

Préstamo de letras

A partir de mañana 25 de noviembre -a las 17:30 horas-, durante seis miércoles seguidos y un aguinaldo el martes 5 de enero, se va a celebrar en las Bibliotecas Municipales de León una actividad sencillamente entrañable. Se llama Préstamo de letras, y en ella una artista amiga como Isamil9 pondrá voz a los relatos y a las imágenes alusivas de distintos autores, entre los que tengo la gran suerte de encontrarme.
Aun cuando os mantendré debidamente informados de mi propuesta, prefiero por ahora no anticipar nada, salvo que contiene cierta dosis de magia. Y es que sé que en cada intervención Isamil9 se vacía para volverse a llenar, por necesidad y por eso del compartir, del cuidar, del transmitir, de no dejar de aprender y -en este tiempo de distancia obligada- de aprehendernos sin medida entre cuentos e historias.

lunes, 23 de noviembre de 2020

Nulla Vita sine Musica

Como no podía ser de otra manera en una casa con tantos músicos, ayer celebramos su patrona Santa Cecilia mediante un concierto de lo más particular. Mientras la Sirenita acertaba en sus primeras notas al piano, el Principito volvía a exhibirse al trombón, compartiendo unas cuantas melodías con toda la familia.
Entre medias, leímos cierto relato mío cuyo título coincide con una de nuestras máximas: Nulla Vita sine Musica, recientemente publicado en la antología La memoria del Jardín.
Y cerramos la jornada disfrutando de esa audición en las redes de nuestro amigo Héctor Sánchez, quien al piano nos deleitó con la pieza Montescos y Capuletos -perteneciente a la obra Romeo y Julieta- del genial Sergei Prokofiev.
Sin duda, otro día pasado por Música que -como apuntara alguno de mis personajes- será siempre el arte de hacer bailar al corazón.

viernes, 20 de noviembre de 2020

Silencio, por favor

Si como decía mi abuela, en boca cerrada no entran moscas, parece que en estos tiempos tampoco Coronavirus. Al menos así se desprende de distintos estudios científicos que vienen a demostrar que permanecer callado en ambientes concurridos constituye una buena vacuna contra la COVID19, al disminuir la cantidad de virus circulante y, con ello, el riesgo de infección.
De ahí que la mismísima Organización Mundial de la Salud incite a realizar actividades al aire libre o en habitáculos amplios y bien ventilados, promover ese silencio en espacios cerrados, utilizar sistemas de amplificación de voz para impartir clase en centros educativos, recomendar hablar por el móvil en exteriores o en las estancias más amplias y mejor aireadas, mantener abiertas las ventanillas de los coches... Y por supuesto, no gritar.
El silencio mejora sensiblemente nuestra circulación cerebral, estimula la creatividad e invita a la reflexión -al restaurar conexiones cognitivas-, favorece el sueño fisiológico, limita los niveles de estrés -disminuyendo la secreción de adrenalina y cortisol-, alivia la sensación de fatiga, acota la probabilidad de enfermedades cardiovasculares... Ahora sabemos también que reduce nuestro riesgo de contagio.
Por eso, no me ha extrañado que en el taxi que tomé esta mañana su conductor apenas nos hablase durante todo el trayecto. O que por la tarde, en esa peluquería donde me atienden, el único sonido que escuchara fuese su hilo musical. Quizá sin darnos cuenta, estábamos haciendo prevención. 
De manera que, aun siendo seres vivos de costumbres a quienes gusta comunicar y sin pretender acallar a nadie, durante cierto tiempo aplicaremos el lema Silencio, por favor. Al menos en eso de no gritar. Y es que además, en tantísimas ocasiones, ¡para lo que hay que decir!

martes, 17 de noviembre de 2020

Mi universo en orden alfabético

A la hora en la que más compartimos, justo cuando asoma esa Luna que tanto me inspira, el Principito nos ha mostrado su nuevo diccionario de francés. Tras unos minutos ojeándolo sin hallar referencia a su autoría, ha preguntado: Papá ¿quién lo escribió? Después de explicarle que una obra así no tiene autores concretos, su curiosidad ha persistido: ¡Pero tú una vez inventaste uno! Y en efecto, tenía razón. De manera que juntos, dejamos el volumen de los galos para releer aquel primer diccionario incluido en uno de mis libros -concretamente en Mi planeta de chocolate, publicado por Ediciones Irreverentes-. Otro universo de palabras que aún no comprende del todo, pensadas antes de que naciera y redefinidas cada noche en la cabecera de su cama.

Adolescencia: Festival de hormonas que incita a probarlo todo. 
Amistad: Sentimiento que no es llama, sino luz; declarado en peligro de extinción. 
Amor: Sentimiento que en cualquiera de sus formas está más dentro de ti que tus entrañas. Por eso, jamás podrá extinguirse. 
Avaricia: Casi todo es casi nada. 
Beso: Unidad mínima de amor. 
Camino: Gerundio de tantos verbos, incluido caminar. 
Consejo: Cuando debas elegir entre dos opciones, toma siempre la que tenga chocolate. 
Envidia: Pecado que si es de otro realza nuestro éxito. 
Error: Acción que penalizamos en vez de analizar. 
Escribir: Pintar de imaginación un folio en blanco. 
Idea: Sustento de cualquier cambio. Tenerlas puede ser malo; no tenerlas, peor. 
Inocencia: Virtud que nos faculta para jugar. 
Juventud: Espíritu rebelde, alma enamorada, corazón valiente. 
Magia: Hacer posible lo imposible. 
Mentira: Excusa del cobarde. 
Morriña: Añoranza de quien no extraña tanto su tierra como su infancia. 
Música: Arte de hacer bailar al corazón. 
Perdón: Palabra que más se dicen dos personas que se aman. La segunda es te quiero. 
Poesía: Sueño plasmado en papel. 
Rencor: Amor mal administrado. 
Risa: Unidad mínima de humor. 
Soledad: Carencia voluntaria o involuntaria de amistad. 
Vida: Cigarrillo que consumes con placer, aun a sabiendas de que acaba matando. 
Yo: Voz que contigo se convierte en nosotros.

domingo, 15 de noviembre de 2020

La memoria del jardín

Mañana lunes 16 de noviembre verá la luz una antología de relatos de lo más especial, en la que he tenido el placer de participar. Coordinada por la escritora Miriam Alonso, prólogo de María de Miguel e ilustración de Medusa Dollmaker, La memoria del jardín compila un total de catorce historias desde otras tantas perspectivas, unidas por el detalle de que en cada una de ellas su protagonista es alguna flor. En la mía, titulada Nulla Vita sine Musica, lo son los Tulipanes... una de mis preferidas por ser las primeras que florecen en primavera.
Los autores encargados de sembrar esta ilusión hemos sido José A. Bonilla, Salva Calvo Oliva, José J. Carrasco Álvarez, Carolina Corvillo, Mª Dolores García Pastor, Luis Fernando González, Alberto González Llamas, Estelita Lara, María Martínez, Laura López Alfranca, Enara López de la Peña, Laura Morales, César Palacios, Miriam Alonso y, por supuesto, yo mismo.
La memoria del jardín. A partir de mañana en la plataforma Amazon -en formato libro de tapa blanda y eBook- y muy pronto en las principales librerías.

sábado, 14 de noviembre de 2020

Lo que aprendí de los naturalistas

Aun cuando este fin de semana deba estar personalmente en nuestra Sección de Epidemiología -las actuales tasas de incidencia COVID19 siguen marcando su agenda-, no descarto cumplir con los plazos establecidos ante mi editor y presentarle a tiempo las galeradas de la obra Catorce lunas menguantes (II Premio Liliput de Narrativa Joven). Ilustrada por la genial Raquel Ordóñez Lanza, prevemos que -si nada se tuerce- el libro estará publicado para finales de mes.
Y si el otro día presentaba un decálogo inicial, hoy compartimos otro que cierra nuestro trabajo: lo que aprendí de los naturalistas.
Deseando que os guste, y aunque será trabajando, feliz fin de semana.

1. De Rabindranath Tagore, que los árboles son los esfuerzos de la Tierra por hablar con el Cielo que escucha.
2.- De Amelia Barr, que lo sencillo siempre genera lo maravilloso.
3.- De Martin Luther King, Jr. que, si supiera que el mundo se ha de acabar mañana, yo hoy aún plantaría un árbol.
4.- De Mahatma Gandhi, que el buen hombre es el amigo de todos los seres vivos.
5.- De Marguerite Annie Johnson, que un pájaro no canta porque tenga una respuesta, canta porque tiene una canción.
6.- De Victor Hugo, que produce una inmensa tristeza pensar que la Naturaleza habla mientras el género humano no la escucha.
7.- De Anaïs Nin, que la vida es el proceso de llegar a ser.
8.- De Paul Hawken, que el futuro pertenece a aquellos que entienden que hacer más con menos es compasivo, próspero, duradero, más inteligente y competitivo.
9.- De Anne Frank, que no veas la miseria que hay sino lo bello que aún queda.
10.- De Pablo Neruda, que podrán cortar todas las flores, pero no podrán detener la primavera.

viernes, 13 de noviembre de 2020

Sobre la vacuna de la Gripe

Al margen de la COVID19, sigue habiendo vida en cualquier Sección de Epidemiología. Existen más enfermedades que declarar -es el caso de la Parotiditis de esta mañana-, brotes nuevos a abordar -ahí tenemos esa Salmonelosis en cierta guardería-, otros servicios que prestar -como el asesoramiento a cada viajero que aun hoy se desplaza fuera de nuestras fronteras-... Y por supuesto, gestionar la distribución de vacunas entre los distintos Centros de Salud.
En este contexto, desde principios de octubre venimos coordinando la campaña de vacunación antigripal. La verdad es que en estos tiempos del Coronavirus la tasa de vacunados ha crecido significativamente, en especial entre las poblaciones de mayor riesgo. Sin embargo, ayer vivimos una objeción -legítima por otra parte- basada en distintos bulos que debemos desmentir.
Se trataba de una mujer que -con aparente normalidad- se negaba a vacunar a su madre dependiente e institucionalizada porque no quería que experimentasen con ella, porque está demostrado que el riesgo de morir por COVID19 aumenta entre los vacunados contra la Gripe y porque se está aprovechando esta campaña para acabar con los mayores de nuestra sociedad... ¿Acaso no han fallecido cientos de personas en Asia después de vacunarse?, nos preguntaba.
Reconozco que, con el corazón en una mano y mi sapiencia en la otra, ninguno de esos razonamientos resulta verdadero. No existe ni una sola evidencia científica al respecto. De ser así, yo jamás me habría vacunado, ni mucho menos se la habría administrado a la Sirenita o al Principito.
Y en cuanto a la información recogida por algunos medios de que ciertos países orientales han paralizado tal campaña por defunciones relacionadas con esta vacuna, debemos aclarar que sus propias autoridades sanitarias han desacreditado esa supuesta relación causa-efecto, insistiendo en la seguridad de cada preparado. 
De ahí que pretendamos transmitir un mensaje de tranquilidad, desde la esperanza de que una mejora en las coberturas vacunales pueda paliar el impacto sociosanitario de una posible coincidencia de la Gripe estacional y la pandemia de COVID19 aún activa.

jueves, 12 de noviembre de 2020

Jordi Llopart, in memoriam

Si el balonmano era el deporte de nuestra infancia, el atletismo lo fue de mi juventud. Corrían los años ochenta y, tras probar con el mediofondo en la extinta sección de ese deporte del club Real Zaragoza, opté por cambiar a la Marcha atlética con el equipo oscense de la Peña Zoiti.  
Reconozco que fui otro atleta más voluntarioso que efectivo. Acudía a las pistas entre clase y clase de mi Facultad. Jamás dejé de hacer una serie ni falté a ninguna prueba, aun cuando mis resultados no pasaran de modestos. A lo sumo, aquel Campeonato Universitario de Zaragoza en la modalidad de 10 km. marcha y aquella participación en el Nacional celebrado esa misma temporada en Santiago de Compostela. Todo ello con el hándicap de que cada registro fuera siempre mejor en los entrenos que en plena competición. 
De aquella época conservo recuerdos imborrables. De Pedro, gran entrenador y grandísimo caballero... De Alberto, Belén, Begoña o Jesús, mis compañeros de pista... De tantas series, de tanto rodaje, de tantas vivencias. Incluso en cierta ocasión, compitiendo en una edición de la Internacional de Marcha Terrassa-La Mata conocí en persona a ese deportista que veneraba: Jordi Llopart. 
Además de un pionero en esa disciplina con trece Copas del Mundo en sus zapatillas, Llopart fue el primer atleta medallista olímpico de España -plata en los 50 Km. marcha en los Juegos de Moscú, 1980-, sumando también entre otros títulos el de Campeón de Europa en esa misma modalidad en Praga, 1978. 
En esta tarde de un año con tantas despedidas, he sabido de su adiós. Pese a mi admiración, aquella tarde en La Mata no acerté a decirle nada, más allá de algún saludo informal. Hoy le doy las gracias por todo cuanto hizo por nuestro Deporte, por el Atletismo y por esa Marcha atlética a la que tanto entregó y de la que tanto hemos recibido.
Marchando hacia el Olimpo de los elegidos, ¡descanse también en paz!

martes, 10 de noviembre de 2020

Ánimo y Fuerza

Aun cuando no fui voluntario en la limpieza de las costas gallegas en aquel desastre causado por el petrolero Prestige, sí participé a posteriori en un estudio de cohortes para valorar el daño que podría causarles su exposición al chapapote. Gracias a eso supe que cuando los ánimos bajaban ante la magnitud del vertido, siempre había alguien que prendía boca a boca esa palabra de aliento: ¡Alegría!
Durante aquella misión en tierra hostil, como equipo sanitario responsable de evacuar en helicóptero las bajas médicas que hubiera, a veces el ímpetu decaía. Entonces siempre surgió alguien chocando puño con puño, que pronunciaba esa oración -sé por las clases del Principito que son enunciados con verbo- que nos lo devolvía: ¡Somos un equipo!
En estos tiempos del Coronavirus, cuando la energía parece difuminarse, siempre aparece alguien que da codo contra codo pronunciando esa frase -ahora lo sé, enunciados sin verbo- que desde el inicio compartimos: ¡Ánimo y fuerza!
Porque ánimo y fuerza es que -con todo cuanto estamos viviendo- alguien te regale su sonrisa, su tiempo, su saquete de castañas... que alguien te envíe por correo esa manualidad que me ha dedicado, ya no para que te acuerdes de él, sino para que nunca me olvide de mí... que muchos alguienes nos remitan un wasap cada día, deseándote sencillamente eso: que tengas un buen día. 
Ese ánimo y esa fuerza resultan imprescindibles para seguir. Al menos para nosotros. Estoy convencido de que solo desde su magia saldremos antes de esta... Y es que, sea en modo de frase u oración, nos queda aún mucho por compartir.   

domingo, 8 de noviembre de 2020

Lo que aprendí de la Naturaleza

Durante este fin de semana he empezado a revisar las galeradas del que será mi próximo libro: Catorce lunas menguantes (II Premio Liliput de Narrativa Joven), ilustrado por Raquel Ordóñez Lanza. La obra comienza con este decálogo perfecto para un imperfecto ecologista, reflejando cuanto aprendimos de la Naturaleza... ¡Y lo mucho que aún nos queda por saber!

1. En la Asamblea Pachamama, que no heredamos la Tierra de nuestros ancestros; la tomamos prestada de nuestros hijos.
2. De las tribus Akan, que la lluvia moja las manchas del leopardo, pero no se las quita.
3. De la Sabiduría indoamericana, que solo cuando el último árbol esté muerto, el último río envenenado y el último pez atrapado, te darás cuenta de que no puedes comer dinero.
4. De los Maoríes, que apuntes siempre a la nube más alta, pues aunque te quedes corto llegarás a la montaña.
5. En aquella primera Cumbre del Clima de Naciones Unidas, que pretender que el cambio climático es irreal, no hará que desaparezca.
6. De los clanes Inuits, que seas como el hielo, transparente, pero capaz de atraparlo todo en su interior.
7. En la última Cumbre para la Acción Climática de Naciones Unidas, que la lucha contra la emergencia del clima es la lucha de nuestra vida y para nuestra vida.
8. De mi maestro Gabriel García Márquez, desde su condición de miembro del Grupo Ecologista de los 100, en el II Foro de Reflexión de la UNESCO, que no hay que perder tiempo y dinero tratando de hacer ecólogos a los adultos, porque los grandes ya somos depredadores.
9. En el Diálogo Interactivo sobre Armonía con la Naturaleza, en conmemoración del Día Internacional de la Madre Tierra, que cuidar de la Naturaleza es cuidar de las personas.
10. De la etnia Kikuyu que, si hay tormenta, habrá arcoíris.

sábado, 7 de noviembre de 2020

Mi lenguaje no verbal

Desde niño he sido de lo más expresivo: mi cara fue siempre el reflejo de mi alma. Quizá por eso, nadie quiera tenerme como pareja en el juego del mus: leyendo en mi lenguaje no verbal, ¡se nota demasiado qué cartas llevo! Quizá por eso mienta tan mal, aun cuando de aquel personaje mío llamado Benito Expósito Expósito aprendiese que a quien dice la verdad, tarde o temprano le pillan
A menudo pienso que con mi literatura sucede otro tanto. Cada párrafo refleja claramente cuál es nuestro estado de ánimo. Y aun cuando sea una persona con cimientos positivos, se nota entre líneas que en estos tiempos del Coronavirus nos ronda cierta dosis de desaliento.
Después de tanto vivido, parece hasta lógico. Sin embargo, a pesar de las circunstancias, me niego a caer en él. Por eso, desde esa Sección de Epidemiología seguiremos trabajando, incluso dando respuesta a preguntas tan difíciles para nosotros los expertos como aquella que anoche me hacía la Sirenita: Papá, ¿este año los Reyes Magos repartirán sus regalos con mascarilla? Y seguiremos compartiendo, a sabiendas de que escriba lo que escriba, en ese ejercicio me siento dichoso. A fin de cuentas, como dijera aquel maestro de todos llamado Jorge Luis Borges, uno puede fingir muchas cosas, incluso la inteligencia; lo que no se puede fingir es la felicidad

jueves, 5 de noviembre de 2020

Mi síndrome posvacacional

La vuelta al trabajo después de una semana de permiso ha resultado dura. Por dar un solo dato, mi buzón anda saturado con más de mil correos electrónicos que aún no he conseguido ni siquiera abrir... Confieso que desde el lunes que entré de guardia, he desarrollado un síndrome posvacacional.
En cualquier caso, he meditado mucho sobre dos sucesos acontecidos en dicha semana. El primero, la obtención del Premio Liliput de Narrativa Joven. Me dio mucha alegría, recordándonos que lo que realmente me hace feliz es escribir. El segundo, cierto detalle que ocurrió el pasado sábado durante esa excursión a la montaña.
Antes de compartirlo, diré que a lo largo de mi vida y desde mi condición de médico he atendido en distintos espacios públicos a diferentes personas que habían sufrido cualquier percance: ese infarto en el tren, un desmayo en alguna comunión, otro ictus en plena calle... e incluso aquella agresión en la estación de autobuses en la que nuestro autocar partía, mientras a pie de anden realizaba maniobras de resucitación. 
Siempre lo hice convencido. No solo era mi obligación; también mi vocación.
Sin embargo, el otro día sucedió algo significativo. A la altura de una cascada, ese amigo que nos acompañaba me advirtió de que otra senderista se había roto el pie tras una caída. La verdad es que en estos tiempos del Coronavirus me siento laboralmente tan saturado que habría preferido no enterarme, no ser sanitario, poder pasar de largo como un viandante más. No obstante, me acerqué a ella con rapidez. Allí encontré sentada a una mujer de mediana edad, sin síntomas manifiestos -a lo sumo, ligero dolor- y que en una primera valoración padecía otro esguince de tobillo. Le tranquilicé, le pedí que elevara el pie e indiqué a su pareja que le pusiera un pañuelo frío sobre la zona. Pese a que la situación no aparentaba gravedad, la señora preguntó si podría venir un helicóptero a recogerla, pues en tales condiciones le resultaba imposible caminar.
Casual o causalmente, apareció entonces otro excursionista que se identificó como técnico del Servicio 112, que asumió el mando de la situación y que se encargó de avisar por teléfono a los equipos de rescate.
En tales circunstancias, mi presencia ya no era necesaria por lo que seguimos recorriendo nuestra ruta. Confieso que me sentí liberado y aliviado con aquella exención. Aún más cuando escuchamos de fondo el sonido del helicóptero que vino a recogerla. 
Quizá por todo ello y tras mucho meditarlo, hemos concluido que necesito desconectar. Pero no una semana, sino un periodo más largo... Si las circunstancias lo permiten, incluso un tiempo sabático que invertiría en aquello que me hace más feliz: escribir. 
Así que me encuentro en pleno síndrome posvacacional: resolviendo cuestiones en nuestra Sección de Epidemiología, abriendo correos electrónicos y reseteando mi condición de sanitario. Y es que hasta en eso nos parecemos demasiado a los programas que manejamos: de vez en cuando, necesitamos parar.

lunes, 2 de noviembre de 2020

En vísperas de otra guardia

Tras siete días de permiso con el único objetivo de desconectar, este lunes festivo a las ocho de la mañana entraré nuevamente de guardia como epidemiólogo de nuestra Área Sanitaria. Durante este tiempo apenas he tenido llamadas de trabajo, por lo que agradezco a mis compañeros que hayan asumido cuanto había y hubiesen entendido que para seguir operativo, en esta semana necesitaba parar. 
A fin de empezar al cien por cien, la tarde de este domingo anduve intercambiando datos sobre COVID19 con la epidemióloga saliente y con cierto facultativo de nuestro hospital... Y admito que en su conjunto han sido poco halagüeños. Además de continuar en máximos de contagios, seguir habiendo fallecimientos relacionados, dibujar una curva que no dobla, sumar más brotes activos y más ingresos en UCI, nuestros servicios sanitarios mantienen su trabajo a niveles críticos, con todo lo que conlleva. 
Por mi parte, y al margen de esa labor específica como epidemiólogo, insistiré en las medidas de prevención -desde el uso adecuado de la mascarilla al mantenimiento de la distancia social, así como el cumplimiento estricto de los aislamientos/cuarentenas indicados-, a sabiendas de que a los países que mejor les está yendo no son aquellos con más restricciones, sino esos con mayores niveles de civismo. Y porfiaré porque se cumplan especialmente en los supuestos momentos de relajación. 
Por poner un solo ejemplo, recuerdo el último brote que analizamos antes de este permiso. Cierta administrativa de una sala en la que trabajan veinte personas da positivo a Coronavirus. Enseguida se encienden las alarmas. ¿Estaremos todos infectados? Y resultó que en aquella sala no hubo ningún caso más. Todas las PCR dan negativas. El cumplimiento de cada norma -incluida su correcta ventilación- convirtieron ese espacio laboral en un lugar seguro.
Sin embargo, el compañero con quien comparte trayecto en coche -charlando distendidamente, sin mascarilla y ventanillas habitualmente cerradas- más las dos amigas con las que desayuna -en una terraza a escasa distancia entre sí, hablando sin mascarilla, fumando conjuntamente y por un tiempo también superior a los quince minutos- dan en su PCR un resultado positivo. En total, otro brote con cuatro casos relacionados. Y es que el maldito Coronavirus aprovecha cualquier secuencia en que bajamos la guardia para conseguir llegar.

domingo, 1 de noviembre de 2020

Javier Reverte, in memoriam

Le conocí en mis tiempos de residente durante un congreso de Medicina Tropical. Él impartiría la última conferencia. Y yo, después de quedar embelesado con sus palabras y aguardar una larga fila para que me firmase aquel ejemplar suyo que nos habían regalado, me presenté ante él confesándole que al menos compartíamos tres amores: África, los viajes y la Literatura. Recuerdo que sonrió, asegurando que los libros y esos viajes solo son buenos si al final te cambian.
La segunda vez que coincidí con Javier Reverte fue unos años después en la presentación de una de sus novelas en el Ateneo de Madrid. En aquella ocasión acudí acompañado de mi mujer. Y tras quedar ambos ensimismados con su oratoria y guardar una enorme cola para que nos dedicase aquel volumen que acabábamos de comprar, me volví a presentar bromeándole con que hay amores que nunca se podrían compartir. Recuerdo que sonrió con ganas, mientras respondía que solo era un poco más viejo que la última vez que nos vimos... pero mucho más sabio.  
Esta tarde de otoño, como otra hoja más que cae de ese árbol maldito llamado Año 2020, he sabido de su adiós. Que pausada y silenciosamente tomó algún bártulo, otra brújula y esa pluma para emprender su último viaje. Alguien aseguró que la propia África -esa a la que concediera un aurea especial y la tersura de un sueño infantil- está ahora mismo llorando. 
Javier Reverte. Tuve el honor de compartir con él la lectura de sus libros, tres amores confesables, alguna frase entrañable y dos sonrisas sinceras. ¡Volveremos a encontrarnos en el camino, maestro! 
Entre tanto, descanse en paz.