miércoles, 16 de febrero de 2022

Y parando por otra

Si bien cuando escribía desde mi condición de epidemiólogo sobre esa pandemia que nos persigue llegué a superar en alguna entrada de este blog las 4.000 visitas diarias -todavía lejos de las 7.000 que como mínimo se necesitan para ser un youtuber reconocido-, ahora que lo hago sobre nuestra cotidianidad apenas alcanzó las 400. Eso sí, aun sin verles, entre ellas reconozco a mi prima leyéndome desde Italia, a nuestra querida Alma acompañándose por cada reseña durante su desayuno, a mi estimado Quique repasando esas crónicas del Balonmano, a decenas de lectores, a otros muchos amigos como Nicasio, quien entre tantos paseos a orillas del Bernesga ha acabado perdiendo su privacidad...
Confieso abiertamente que compartir lo que vivo a través de este espacio ha sido, es y será mi válvula de escape; otro placer oculto como el chocolate al que -a pesar de alguna crítica irreverente- jamás pienso renunciar. Sin embargo, ahora y por cierto tiempo, toca detenerse. Aquella lesión producida tras aquella carrera por aquella causa, no progresa adecuadamente. De hecho, jugó a engañarnos desde el principio, pues nunca fue lo que pareció. A menudo el cuerpo me lo susurra... Y prefiero hacerlo antes de que nos lo grite. Si paramos por esto en otros ámbitos de nuestra existencia, parece oportuno parar en redes sociales por pura coherencia. 
Alguien definió a un especialista como la persona que cada vez sabe más de menos, hasta que llega algún día en que lo sabe todo de nada. Dicho por supuesto con cariño, desde ese conocimiento, el mío pronostica un reposo mínimo de un mes. Entre tanto, nos seguiremos cuidando para seguirnos contando. Porque, a fin de cuentas, por nuestros diagnósticos -y cómo no, por nuestras reflexiones- nos conoceréis. 

viernes, 11 de febrero de 2022

Corriendo por una causa...

Dicen que quien ha sido deportista durante su juventud, lo será por el resto de su vida. Quizá por ello, aun habiendo colgado hace tanto mis zapatillas, siga vinculado a ese Atletismo en el que estuviera federado varias temporadas, si bien a partir de entonces solo entrenando por mi cuenta o participando en propuestas populares. 
Ayer nuestro amigo Nicasio me animaba a apuntarnos a la próxima: otra organizada por la ONG Entreculturas, bajo el lema Corre por una causa. Sin embargo, en esta edición no va a poder ser. En la última carrera que disputé a finales de diciembre en nuestro querido Toral de los Guzmanes -aquella también era solidaria, en favor de la Lucha contra el cáncer-, tuve una lesión tendinosa que -pese a fisios e ibuprofenos- resulta demasiado limitante y por ahora me impide correr.
Lo siento por sus organizadores -tan comprometidos siempre con la Educación y el Desarrollo en los lugares con menos oportunidades-, por Nicasio, por mí mismo... Y, en especial, por Manuel pequeño, con quien suelo realizar cada recorrido propuesto. A menudo, cual si fuera mi propia causa o una metáfora de nuestra vida, le llevo en la mochila su ropa sobrante junto a algún botellín de agua. Como reza la canción, lo más lejos a su lado... admitiendo, eso sí, que al margen de esas lesiones -como una continuación de aquella misma metáfora- cada vez me saca más ventaja.

martes, 8 de febrero de 2022

La vanidad según don Jacinto

Sobre la mesilla de mi abuelo Ildefonso siempre dormía algún libro de Jacinto Benavente; aquel autor de teatro que le conquistara a él primero y al mundo después, obteniendo con merecimiento un Premio Nobel de Literatura. Según nuestro abuelo, en sus obras exponía verdades como puños. Entre ellas, esa de que la vanidad jamás se ve satisfecha, y en cualquier artista mucho menos.
Asumo que como escritor llevo años confrontado a dicha frase, pues nunca he sido especialmente ambicioso ante aquello que narraba. Con acierto o no, renuncié a esa propuesta a priori tentadora de componer para otros, e incluso respondí entre negativas al agente literario que me pidió una antología a demanda. Escribir ha sido siempre otra válvula de escape, otra excusa para querer más a mis amigos -que es como acaban siendo muchos de mis lectores-, otra forma tan propia de compartir.
Sin embargo, confieso que durante esta trayectoria literaria tuve dos crisis de vanidad. La primera hace mucho, cuando cierta productora se interesó por mi novela Mi planeta de chocolate (Ediciones Irreverentes) con la intención de llevarla al cine... si bien, al final no pudo ser. La segunda hace poco, tras escribir esas Catorce lunas menguantes (MAR Editor) con las que quise a través del cuento transmitir valores en favor de la Naturaleza... si bien, todavía siento que les quedan muchísimo por recorrer. 
Sea como fuere, y según don Jacinto Benavente -mi abuelo siempre le trataba con tal distinción-, la vanidad nos hace creer que nuestros vicios son virtudes, y nuestras virtudes, vicios. De ahí que pudiera ser que, esa falta de ambición, en verdad sea un defecto. Nunca lo discutiré proviniendo de alguien a quien tanto admirase mi familia y de una de cuyas citas acabamos haciendo señera de nuestras vidas: Cuida cómo tratas a la gente en tu camino hacia arriba, porque te la volverás a encontrar en tu camino hacia abajo. Así, ¡aunque suene vanidoso!

lunes, 7 de febrero de 2022

De vuelta al Colegio Internacional Peñacorada

En el IES Legio VII (León), en el IES Reyes Católicos (Ejea de los Caballeros), en el CEIP Antonio González Lama (León), en el Colegio Bajo Aragón Marianistas (Zaragoza), en el Colegio Carmelitas Sagrado Corazón (León), en el Collegue Marengo (Tolouse), en la Escuela Universitaria de Trabajo Social (León), en el IES Juan del Enzina (León), en el mismísimo IES Luis Buñuel (Zaragoza) donde yo estudiara... Y en la tarde de este próximo miércoles sumaremos otro acto literario en algún centro docente. Concretamente, repetimos en el Colegio Internacional Peñacorada, de la capital leonesa, esta vez en un formato tipo Encuentro con el Autor dentro de su programa Altas Capacidades de Educación Primaria. Allí comentaremos cada detalle del proceso de creación, el uso de los recursos que ofrece nuestro lenguaje, el poder pedagógico de la Literatura en la transmisión de valores... Sin que, de seguro, falte alguno de mis relatos para adornar la sesión. Porque, parafraseando al poeta León Felipe, yo sé muy pocas cosas, es verdad... pero me han dormido con todos los cuentos. Y sé todos los cuentos.

domingo, 6 de febrero de 2022

El pintor de las neuronas

El pintor de las neuronas (Anaya), de Vicente Muñoz Puelles, poseía todos los ingredientes para ser otro libro especial: fue regalo de un amigo estupendo -Pedro suma a esa cualidad la de ser una gran persona y haber sido mi entrenador de Atletismo-, trata sobre ese personaje al que siempre he admirado -Ramón y Cajal, científico-, estamos en el Año significativo para promover la figura de don Santiago Ramón y Cajal... Y lo más importante: era el texto que el Principito había elegido para que lo leyéramos juntos en la segunda quincena del mes de enero.
He de reconocer que la obra resulta de lo más interesante, fluida en su lectura, amenizada por las ilustraciones de Pablo Torrecilla, escrita desde la voz de un narrador cercano a nuestro Premio Nobel que aporta datos de su biografía cuando menos sorprendentes... ¡Imaginaos que hasta le ofrecieron a Cajal poner su nombre a una marca de bombones! ¡Si se llega a enterar de eso Benito Expósito Expósito, protagonista de mi novela Mi planeta de chocolate (Ediciones Irreverentes)!
Y que, sobre todo, nos muestra detalles de un genio de lo más humano, demostrando una vez más que las personas extraordinarias lo son también en valores. 
El pintor de las neuronas. Para leer, para releer. Y es que, amigo Pedro, ¡qué gran regalo me hiciste!

sábado, 5 de febrero de 2022

Sabiendo esperar

En aquel paseo con Nicasio por la ribera del río Bernesga me contaba, desde su condición de docente, el efecto positivo de esos programas que permiten realizar test mediante ordenador obteniendo su calificación de manera inmediata.
- ¡Nada más terminar, pulsas una tecla y sale la nota que has sacado!
Asumiendo mi condición de no docente, pero desde mi sentido común -que, por supuesto, puede estar equivocado-, le replicaba exponiendo que quizá con ese sistema nos estemos educando en la inmediatez, en ese ¡lo quiero ya!, con los riesgos que tal actitud genera. Nuestra generación esperó siempre hasta saber cómo le había ido en sus exámenes y tampoco ocurrió nada malo. De hecho, esa celeridad posee poder adictivo que, por ejemplo, se manifiesta en ciertas ludopatías: los juegos con premio inmediato generan más adicción que aquellos diferidos... Y desde luego, en este mundo de tantas prisas, saber aguardar constituye una virtud.
En ese encuentro de Balonmano Infantil que esta mañana ambos compartimos como espectadores, viendo al Abanca Ademar León Promesas de mi hijo Manuel contra uno de los equipos del IES Universidad Laboral de Zamora, llamó nuestra atención la paciencia con que a esta edad ya juegan muchos de sus integrantes, controlando los tiempos y elaborando jugadas hasta encontrar la mejor opción de tiro. Es cierto que, como advirtiera Nicasio, la rapidez resulta clave en cada contraataque e incluso si eres muy lento los árbitros pueden sancionarte por juego pasivo... pero en este deporte, como en todos, ese saber esperar -que tanto entrenan con sus técnicos- parece signo de inteligencia. Si no, ¿para qué se crearon los tiempos muertos?
De manera que, argumento y contraargumento, al final concluimos que tal vez en su gestión responsable estuviera la virtud, dejando en tablas nuestro debate.
En cuanto al resultado del partido: solo por la ilusión demostrada, hoy han ganado los dos. Eso sí: ¡sin muchas prisas!

viernes, 4 de febrero de 2022

En el Día Mundial contra el Cáncer

Ciertamente, no juegan ante miles de espectadores, no compiten por ser el mejor del mundo y ni siquiera son recibidos con vítores al volver a su cotidianidad... Puede incluso que pasen desapercibidos, que apenas protesten ante ese revés que están viviendo o que deban dejar de hacer cosas que hasta entonces hacían con naturalidad... Pero sin duda, son también héroes y heroínas, en el sentido de que nunca se rinden, que continúan enfrentándose con tesón a ese bicho que les ataca, que en su vida no darán ninguna bola por perdida.
En este Día Mundial contra el Cáncer me acuerdo de Ana -como seguidora suya que es, de seguro que luego leerá esta entrada en mi blog-, Lorenzo, Marta, Lucía -encantada con aquel decálogo sobre el tema que escribí en mi novela Siete paraguas al sol-, Alfonso, Manolo, Eva... Y tantos otros pacientes que lo sufren -sea del tipo que sea-, algunos de los cuales contemplo cada mañana durante sus sesiones en nuestro Hospital.
Quizá por esta pandemia que nos asola, a veces parezca que no existen otros males que ella misma, siendo necesario devolver a quienes los soportan su visibilidad. Por tal coraje, por ese esfuerzo, por su paciencia, porque todos son unos campeones. De ahí que les haga extensivo ese lema que compartimos a veces entre sanitarios al cruzarnos por nuestros pasillos: ¡Ánimo y Fuerza! Sin olvidar que, como asegurara aquel Christopher Reeve que tanto supo de héroes y heroínas, una vez que elijas la esperanza, todo es posible.

martes, 1 de febrero de 2022

Cuestión de respeto

Ningún deportista, como ninguna persona, debería faltar al respeto a nadie. Y es que podrás ser un jugador extraordinario, plagado de laureles e instalado en la élite mundial, pero sin ese respeto resulta difícil que acabes siendo grande, en toda la extensión de la palabra. 
Por poner algún ejemplo reciente, uno de los mejores tenistas del circuito viene manteniendo de manera reiterada distintas actitudes polémicas a lo largo de su carrera. Aferrado a la bronca, en un Challenger de Savannah fue expulsado por hacer comentarios racistas, en el Grand Slam de Wimbledon lanzó varias monedas al árbitro pidiendo airadamente su sustitución, en algún Torneo de Miami se despidió de su oponente llamándole niño pequeño que no sabe pelear, en aquel de Cincinnati le pegó una patada a un cámara con quien había tropezado, en el Open USA se mofó de su recogepelotas antes de dedicar otra peineta a la grada, en la última Copa Davis celebró un punto al estilo Ronaldo manifestando ante los medios españoles -con el único fin de provocar- que lo mejor de la semana había sido eliminar al equipo de España... Sin embargo, en este último Open de Australia, ese genio de la raqueta -¡que no de los buenos modales!- aún quiso ir más allá: criticó a la organización desde el inicio... En su partido de Cuartos mostró numerosos gestos despectivos hacia el público, preguntándole incluso ¿por qué no me aplaudís?... En Semifinales se encaró con el juez de silla, llamándole loco, estúpido o pequeño gato y cuestionando en voz alta que cómo siendo tan malo podía estar ahí... En la mismísima Final, dirigió su frustración hacia ese público que no le anima, catalogándolo de imbécil, mientras advertía de lo vacías que debían ser sus vidas para comportarse así... Y en la rueda de prensa de después, prosiguió con sus desprecios presumiendo del dineral que había ganado o tirando de nacionalismo, al asegurar que la afición local iba en contra de los suyos con independencia de dónde fuera su contrincante.
Casual o causalmente, en aquella Final se enfrentaba a cierto jugador con un currículo totalmente opuesto. De hecho, constituye un ejemplo constante de caballerosidad, hasta el punto de que en sus primeras palabras -tras ganar el partido- no dudó en halagarle por su esfuerzo, augurándole incluso un futuro mejor que el suyo sobre esa superficie. Era Rafa Nadal, campeón dentro y fuera de la pista, que por sus voleas y su talante ha acabado siendo un grande... ¡en toda la extensión de la palabra!; o como lo define ese campeonísimo llamado John McEnroe, el mejor deportista que he visto en mi vida. ¡Sin ninguna grosería!
Quizá por ello, de entre sus mil galardones, hay uno que nos hace especial ilusión que posea por habérselo concedido una ONG -a la que pertenezco como socio de base-, no tanto por sus reveses como por tantos valores: el Premio al Compromiso Solidario del Teléfono de la Esperanza. Por supuesto, de lo más merecido. Y es que al final, para convertirte en una leyenda así, además de lo deportivo debe primar el respeto.