En efecto... Nos tomamos unos días de descanso, si bien prometo volver. Quisiera despedirme con un fragmento de mi libro Cartas para un país sin magia, en el que describo unas vacaciones de antaño. Deseo que os guste.Mil sonrisas para todos y hasta la vuelta.
En los veranos de mi niñez, justo al día siguiente de terminar el curso, mis hermanos y yo íbamos al pueblo de mis abuelos... para ejercer de nietos. En él pasábamos nuestras vacaciones hasta que allá por el mes de septiembre, horas antes de empezar un nuevo año académico, regresábamos al hogar...
Por entonces el camino a la ermita no tenía balizas; ni siquiera hacían falta porque nunca nos perdimos. Incluso desconocíamos que, como reza en los folletos de las agencias especializadas, esa vereda hoy tan bien señalizada se llamase la ruta del azadón.
Si queremos que los turistas nos visiten hemos de inventar nombres que despierten su curiosidad. Yo he pensado varios para el empedrado que lleva al molino: la senda de los enigmas, el vergel del príncipe errante, la morada de los templarios. Así, con un poco de misterio, ¡que seguro que llenamos las terrazas! Y si no, nos inventamos un tesoro escondido o algún monstruo en el río, que fijaos cómo les va a los habitantes del lago Ness.
Tampoco existía el fracaso escolar. A lo sumo hay alguno al que le quedan todas las asignaturas para septiembre, mas no por eso se siente (ni le sentimos) un fracasado. Eso sí, a la hora de la siesta tiene que estudiar; que si no las aprueba perderá el verano que viene.
En aquellos años el clima andaba cuerdo. La lluvia no es un milagro ante la tierra quebrada; frío y nieve en invierno, hojarasca en otoño. Las primaveras empiezan cada 21 de marzo, no cuando lo imponen unos grandes almacenes. El agujero de ozono está tapado y las olas de calor, hoy auténticos tsunamis, se diluyen en la playa. Un trimestre completo con licencia para jugar.
Si queremos que los turistas nos visiten hemos de inventar nombres que despierten su curiosidad. Yo he pensado varios para el empedrado que lleva al molino: la senda de los enigmas, el vergel del príncipe errante, la morada de los templarios. Así, con un poco de misterio, ¡que seguro que llenamos las terrazas! Y si no, nos inventamos un tesoro escondido o algún monstruo en el río, que fijaos cómo les va a los habitantes del lago Ness.
Tampoco existía el fracaso escolar. A lo sumo hay alguno al que le quedan todas las asignaturas para septiembre, mas no por eso se siente (ni le sentimos) un fracasado. Eso sí, a la hora de la siesta tiene que estudiar; que si no las aprueba perderá el verano que viene.
En aquellos años el clima andaba cuerdo. La lluvia no es un milagro ante la tierra quebrada; frío y nieve en invierno, hojarasca en otoño. Las primaveras empiezan cada 21 de marzo, no cuando lo imponen unos grandes almacenes. El agujero de ozono está tapado y las olas de calor, hoy auténticos tsunamis, se diluyen en la playa. Un trimestre completo con licencia para jugar.
Las pintadas resuenan de lo más inocente: Tonto el que lo lea. Otro tanto ocurre con las adivinanzas: Oro parece, plata no es... Y en miles de dibujos: Con un seis y un cuatro, hago la cara de tu retrato. El tiempo pasa demasiado deprisa como para andar con complicaciones...
Desde el año 2003 Proyecto Solidario y la Asociación San Javier de Perú vienen realizando acciones de desarrollo para mejorar la educación de los niños en Huancavelica, una región situada en la sierra central de Perú. Uno de los objetivos de la campaña es recaudar fondos para dotar con un lote de cuentos infantiles a las escuelas primarias de cinco comunidades de la zona.
Siempre me he preguntado cuál será el secreto del chocolate que nos atrae prácticamente a todos de una manera difícil de resistir. Sigo sin saberlo pero después de leer Mi planeta de chocolate he descubierto que es tan adictivo como él, con una narración dulce a más no poder y un regusto amargo por una historia dura; algo parecido al chocolate más puro.
Hoy quiero compartir con vosotros una noticia extraída del blog de mi amiga (y excelente escritora) Mercedes Pinto. Dentro de unas semanas, cuando concluyan los dichosos trámites administrativos, verá la luz un cuento ilustrado por Olga de Castro y escrito por ella, que me parece lleno de encanto. Se titula La caja mágica. Está impulsado desde la Fundación Carlos Haya y todos sus derechos irán cedidos a un hospital infantil de Malí y a la Ciudad de los Muchachos de Málaga. Para más información podéis acceder al enlace a su página web que se adjunta en los “enlaces de amigos” de este blog.
