martes, 29 de diciembre de 2020

Esa vacuna llamada Esperanza

A menudo la Esperanza adopta distintos nombres. Y en estos tiempos del Coronavirus, me da que uno de ellos es el de Vacuna. En este martes 29 de diciembre quisiera dar las gracias a todos por haberme permitido recibir las primeras dosis vacunales que se distribuirán en mi provincia, al equipo y responsables de nuestra Sección de Epidemiología - incluido en el Servicio de Sanidad, de León- por su labor inestimable, y por supuesto a mi familia por el tiempo y los detalles que les haya podido restar en estos meses.
Como profesional de la Sanidad y sobre todo como persona, creo haber participado en un reto sumamente importante. De hecho, comparto que me he emocionado. En el momento de abrir la caja, un aluvión de imágenes -unas mejores, otras no tanto- han pasado por mi mente. Porque ha sido duro, va a seguir siéndolo... pero de esta, vamos a salir. Y es que siempre lo he tenido claro: esa Esperanza -se llame como se llame- no es nunca lo último que se pierde; será siempre lo primero que se encuentra.

domingo, 27 de diciembre de 2020

Vacunando frente a Coronavirus

En este último domingo de diciembre se han administrado en España las primeras dosis de vacuna frente a Coronavirus. Ciertamente se trata de un día histórico, que ojalá signifique el principio del fin de la pandemia. Aun cuando no sea un proceso inmediato, estoy convencido de que será así. 
Mañana iniciaremos la campaña en nuestra provincia, con dos Áreas sanitarias. Todo está preparado. 
Hasta entonces, hoy toca dar las gracias a quienes han puesto su conocimiento al servicio de los demás, a los ingenieros del preparado, a los investigadores... A todas las personas que directa o indirectamente han participado en cada fase del desarrollo, velando por su eficacia y seguridad. A fin de cuentas, ¡las vacunas no vienen del cielo!... Y por supuesto, a esos residentes y profesionales -sanitarios o no- que vinculados a centros de mayores han recibido a lo largo del día esas primeras vacunas.

sábado, 26 de diciembre de 2020

Regalando Lunas por Navidad

Sé que soy un escritor atípico al que para bien o para mal nunca le ha importado demasiado la cantidad de libros que vendía. Viviendo del ejercicio de la Medicina, siempre he reconocido que escribo porque constituye mi válvula de escape, un hobby, la meditación nuestra de cada día, mi Mindfulness particular. Todo lo que venga a partir de ahí será siempre un regalo.  
Y es que hablando de regalos, me consta que este año Papá Noel ha repartido en su saca muchos ejemplares de mis Catorce lunas menguantes (MAR Editor). Lo sé, porque empiezan a llegarme las opiniones de sus lectores. Entre ellas la de nuestros amigos Ana (León) -quien se declarase fan de mi Literatura, junto a una foto con su ejemplar en plena Naturaleza-, Sergio (Madrid) -como profesor de Secundaria lo incluirá como lectura altamente recomendada para sus alumnos- o Manuel, de Librería Albareda (Zaragoza), quien esta misma tarde compartía conmigo: Acabo de terminar tu maravillosa obra. Si por mí fuera, te daría el Premio Nobel. Que sepas que ayudado por Fortaleza, Bondad, Humildad y Entusiasmo daré a conocer tu obra. Me encantaría que estuviera en todas las bibliotecas.
No lo niego: el niño que sigue habiendo dentro de mí continúa sorprendiéndose cuando desenvuelve cualquiera de estos presentes. Será que, parafraseando a otro de mis maestros llamado Julio Cortázar, no te regalan un libro, tú eres el regalado, a ti te ofrecen para el cumpleaños del libro.

viernes, 25 de diciembre de 2020

En el Día de Navidad

En este día de Navidad podría compartir como médico epidemiólogo que, a pesar de las fechas, estamos trabajando duro para que todo esté listo de cara a esa campaña de vacunación frente al Coronavirus que empezará este próximo domingo. 
Sin embargo, aun a sabiendas de resultar más monótono y por el mero hecho de desconectar, compartiré desde mi faceta de escritor que esta semana he sido entrevistado en el programa literario Sexto Continente, de Radio Nacional de España, adjuntando el enlace al audio del programa por si a alguien le pudiera interesar:

https://www.rtve.es/alacarta/audios/sexto-continente/sexto-contiente-reyes-traen-saco-mas-lleno-nunca-26-12-20/5745621/?fbclid=IwAR3COU4k_6-iou5Jj_vErul1f00h9E6M22PWDSvBOGA0STEtZ1-oqKO8s3E

Y que a modo de regalo navideño, hoy he recibido también la primera reseña a propósito de mis Catorce lunas menguantes (MAR Editor), redactada por nuestro amigo lector Santiago. En sus palabras, las comenta así: No quiero pasar el día de NAVIDAD sin defender la BIODIVERSIDAD. Así lo hace mi amigo Manuel Cortés Blanco, autor de las "Catorce lunas menguantes". Cualquiera con un mínimo de sensibilidad ambiental y ecológica deberá adquirir este librito de 140 páginas, que no tiene desperdicio. Recorre los cinco continentes del planeta Tierra y vuelve a despertar nuestras conciencias. Está en juego la salud de la Naturaleza, que también es la nuestra. Y en los tiempos que corren, no puede tener más actualidad, que también rima con Navidad.
Mil gracias, mil y una sonrisas.

miércoles, 23 de diciembre de 2020

Mi Navidad según Nicasio

Mi amigo Nicasio afirma que la Navidad no es solo un mes que empieza cuando lo deciden unos grandes almacenes, sino un estado de ánimo. Al día siguiente del sorteo de lotería más importante del año, él asegura que nuestra suerte no está en lo que nos pasa, sino en cómo lo vivimos... E incluso cuando me ve decaído o saturado por esa sobredosis de responsabilidad que a menudo padezco, me pide que le dé la vuelta y me sienta afortunado por estar haciendo lo que hago, en el momento que me ha tocado y por la mucha gente a la que puedo ayudar. Y es que Nicasio es un especialista en extraer lo bueno hasta de lo malo. 
Por ello, en esta Navidad en la que creía que no tenemos demasiadas razones para felicitarnos, seguiré su consejo y nos felicitaremos a nosotros mismos sencillamente por tenernos.
Así que de corazón, con corazón y desde el corazón, Ánimo, Fuerza y -a pesar de las circunstancias o precisamente por ellas- ¡feliz Navidad!

viernes, 18 de diciembre de 2020

Impresiones de mis Lunas

Nuestras Catorce lunas menguantes (MAR Editor) ya están en pleno proceso de distribución y dispuestas en los stands de muchas librerías. Con el aval de cada ilustración de Raquel Ordóñez Lanza, su objetivo parece claro: salvar nuestro planeta Azul con esos cuentos en modo Verde. Y aunque en su mayoría se encuentren en la sección infantil, no podemos olvidar que su lectura está recomendada para todos los públicos, entre doce y ciento y pico años. 
Alguno de sus pretendientes me ha indicado que al tratar de adquirirlo en unos grandes almacenes, la dependienta que le atendió le ha dicho literalmente que está agotado. Eso es imposible porque acaba de salir; otra cosa es que en estos momentos no dispongan de ningún ejemplar. En tal caso, solo tienen que pedirlo a la editorial -MAR Editor- o a su distribuidora -UDL Libros- y en nada lo tendrán.
Casual o causalmente, mientras componía esta entrada, he recibido la primera crítica del primer lector que las terminó: "Maravillosas lunas. Me han encantado y me han hecho pensar. Gracias por escribirlas", decía nuestra querida Elvira a través del wasap. Mil gracias a ella y a cuantos, a través de nuestras lunas, ofrecen otra oportunidad a mi Literatura... Y en ella, por supuesto, a nuestra propia Naturaleza.

miércoles, 16 de diciembre de 2020

Mi tía Felipa, in memoriam

De pequeño, cuando viajábamos en verano a su querido Burgo de Osma, se deshacía en atenciones con nosotros. Además, como niño y a pesar de los reveses de la vida, siempre la percibí divertida... A pesar de sus achaques, el día del adiós de mis padres viajó esos trescientos kilómetros de propio para despedirles a ellos, para acompañarnos a nosotros. Recuerdo perfectamente tanta ternura en su abrazo, aquel taxi suyo aguardando a la salida... Cuando regresamos a su pueblo para presentarle a nuestro Principito, volvió a hacer gala de un cariño inmenso, siendo otra vez de lo más hospitalaria. Tras compartir que en el hogar de mayores jugaba con sus amigas a una especie de bingo y que le había tocado la tarde anterior, nos regaló un vestido para el chiquillo.
Sabía que últimamente no estaba bien de salud, pero tampoco esperaba el desenlace que hoy ha compartido nuestra prima. En este año de tantas despedidas, se ha ido mi tía Felipa; una de esas personas -tan sencilla como extraordinaria- que componen la nómina de nuestra vida. 
Mil gracias de corazón por haber sido como siempre fue. Ahora, descanse en Paz.

martes, 15 de diciembre de 2020

Catorce lunas amigas

Mis Catorce lunas menguantes (MAR Editor) ya lucen en nuestra casa junto al árbol de Navidad. Han llegado a última hora de esta tarde y me da que a partir de mañana lo harán en todas las librerías. O al menos, en esas que las hayan solicitado. 
Atendiendo al listado de pedidos, su distribuidor me ha dicho que se nota que mis plazas más fuertes son Zaragoza -tierra natal-, Madrid -tierra de siempre-, Soria -tierra materna- y León -tierra de Vida-... si bien yo le he respondido que mi verdadera fortaleza estará siempre allá donde esté un amigo.
A fin de cuentas, ellos son nuestros principales valedores. Porque como en cierta ocasión nos diría un librero en aquella feria literaria, cuando tus lectores se acercan al stand no preguntan por tus libros... ¡preguntan por ti!
Si mi maestro García Márquez aseguraba que escribía para que sus amigos le quisieran más, yo he descubierto que lo hago para querer más a mis amigos. Y creedme cuando comparto que con estas nuevas lunas -que no Lunas nuevas ya que en verdad son menguantes- también lo hemos conseguido.

lunes, 14 de diciembre de 2020

Diez años después

Se cumplen diez años de la entrega de aquel Premio Nacional Ulysses a la Investigación que, por un trabajo a propósito del uso problemático de Internet entre estudiantes de la Comunidad de Madrid, obtuve junto a mi colega, paisano y sobre todo amigo Antonio Piñeyroa. Una década en la que, evidentemente, hemos cambiado. A nivel personal, ahora soy más familiar; mis viajes no llegan lejos, ni siquiera sigo a nuestro equipo por los estadios de fútbol. A cambio, me hice asiduo al teatro, a esos paseos por el campo, a una sentida conversación. También investigo menos... aunque escribo más. Como siempre en la vida, he ganado en muchos aspectos y he aprendido en otros. Eso sí, aun cuando haya habido alguna pérdida, nunca tuve la sensación de haberme perdido.
Un decenio para mirar de reojo hacia atrás, pero sobre todo para enfocar de frente el futuro. A sabiendas de que, lejos de conformarme con él, he elegido mi destino.
Y es que, como cantara esa voz de un tal Calamaro, si diez años después vuelvo a encontrarte en algún lugar, no olvides que soy distinto de aquél... pero casi igual.

domingo, 13 de diciembre de 2020

A propósito del racismo

Siendo residente de mi especialidad, Medicina Preventiva y Salud Pública, recuerdo que en aquel semestre que estuve rotando en la Agencia de Evaluación de Tecnologías Sanitarias -perteneciente al Instituto de Salud Carlos III- alguien nos presentó un estudio a propósito del racismo. Jamás olvidaré lo crítico que fui en mi valoración, al entender que contenía sesgos metodológicos de bulto. Entre ellos, preguntar directamente  a los encuestados si ¿Es usted racista?, a sabiendas de que con todas las connotaciones que eso conlleva, en un altísimo porcentaje -por supuesto, alejado de la realidad que se pretende contrastar- la respuesta sería no. De ahí que nunca se validara, proponiendo como alternativa cuestiones cualitativas indirectas, del tipo ¿Le importaría compartir piso con otras personas de distinta raza? o similares. 
A principios de esta pandemia conversaba con un oficial de Policía por cierto asunto relacionado con la COVID19, si bien él terminaría compartiendo una anécdota que me sorprendió. No hace tanto, se perdió una niña de seis años en algún centro comercial. Sus padres avisaron a seguridad, activándose el protocolo establecido y advirtiendo a la Policía de tal situación. De hecho, ese mismo agente estuvo interrogando a la madre, quien a falta de foto le daría detalles de su hija: edad, color del pelo, estatura, ropa que vestía... A los veinte minutos, la pequeña apareció en un probador. Desde su ingenuidad, alegó que estaba jugando al escondite. Al verla aquel policía, le llamó la atención que tuviera rasgos orientales. De hecho, se trataba de una niña adoptada de origen chino. Fue entonces cuando preguntó a la madre que por qué no le había referido tal circunstancia a fin de facilitar su identificación, a lo que ella respondió: ¡Es que nosotros no somos racistas! En mi opinión, otra sentencia sesgada... Porque probablemente, aquel agente tampoco, pero dicha información habría resultado muy valiosa para su búsqueda, sobre todo en lo referente al visionado de las cámaras.
Este mismo viernes charlaba con cierta concejala de Cultura sobre mi próximo libro, cuando ella comentó lo racista que le parecía nuestro idioma, al incluir expresiones peyorativas con la palabra negro, del tipo estar negro, trabajar como un negro o ser el garbanzo negro. Sin darle ni quitarle su razón, expuse que -ciertamente- existen palabras como esa que en su uso se han ido cargando de connotaciones negativas, que entre todos debemos corregir... si bien yo entendía ese racismo no tanto en su utilización como en la intención/emoción con que se digan. Y así, le expliqué la procedencia de esa última expresión referida a los garbanzos y que desde luego nada tiene que ver con las razas. También le comenté que mi Sirenita se refiere a los Magos de Oriente como el rey blanco -Melchor-, el rey moreno- Gaspar- y el rey negro -precisamente su favorito, Baltasar- y que, en su inocencia, yo no entendía que lo hiciera bajo ningún prejuicio. De hecho, procuramos educarla en la igualdad/tolerancia, corregiremos cualquier falta de respeto que pudiese cometer e incluso defenderemos ante ella que cada cual tiene derecho a sentirse agraviado con lo que pudiera considerar ofensivo.
Entonces aquella edil, sin darme ni quitarme mi razón, me retó a que le dijera una sola frase en la que la palabra blanco tuviera en nuestro lenguaje algún matiz negativo. No existe ninguna, sentenció. Y yo, a bote pronto, le dije las cuatro primeras que se me ocurrieron: estar sin blanca, quedarte en blanco, pasar la noche en blanco o disparar al blanco
¡Pero esas no son expresiones racistas!, respondió. Lo que acabó confirmándome algo que, después de tantas vivencias, me ha enseñado la vida: que a menudo los prejuicios -más que en las meras palabras- descansan en esas emociones o intenciones con las que nosotros las cargamos. 
Así que, por supuesto, ¡No al racismo! y sin fisuras... Pero también, mejor sin tantos sesgos.

sábado, 12 de diciembre de 2020

Cuatro noticias con estrella

Siempre he defendido que las alegrías de mis amigos son mis alegrías. Por eso me produce especial satisfacción compartir hoy estas cuatro noticias tan recientes como positivas que tienen que ver con alguno de ellos:
1.- La concesión a la ONG Teléfono de la Esperanza del Premio Fundación Telefónica 2020 en la categoría de Entidad social. A sabiendas de su compromiso, constituye todo un honor para mí ser socio de base y colaborar con ella en cuanto sea preciso.
2.- La adjudicación a mi colega Fernando Escalante, a la Asociación Leonesa contra las Enfermedades de la Sangre -ASCLES- y a su iniciativa pionera "Café con tu hematólogo" del Premio de Atención al Paciente que otorga del Colegio Oficial de Farmacéuticos de León. Sin duda, conociendo su labor, es otro motivo de alborozo.
3.- La proclamación ayer de quien fuera tantos años compañero de entrenamientos, Alberto Pallarés, como presidente de la Federación Aragonesa de Atletismo. Conociéndole personalmente, y desde el amor que siempre tendré por este deporte, me alegro muchísimo.
4.- La mujer de Nicasio, compañero de tantos paseos a orillas del río Bernesga, ha recibido hoy el alta del Hospital, después de superar las complicaciones de esa COVID19 que les tenía en un vilo. Como nos decimos siempre, ¡ánimo y fuerza!
Y es que ya lo pone bien claro en esa taza con la que a diario desayuno: La amistad no se trata de quién vino primero o de quién te conoce más tiempo. Se trata de quién llegó y nunca se fue.

jueves, 10 de diciembre de 2020

Catorce lunas menguantes

En estos días de permiso, coincidentes con cierta tregua otorgada por la pandemia, me he permitido dejar de escribir sobre ella, aun cuando ya advierta que confío plenamente en su vacuna. Si no el primero, seré de los primeros que se la administren dentro de mi provincia, una vez tengamos la correspondiente autorización. ¡Alguna ventaja debía tener al ser responsable de su gestión! Y es que, sinceramente, ¡ojalá existiera otra vacuna tan eficaz contra nuestros miedos!
A lo que sí me he dedicado es a promocionar nuestro próximo libro: Catorce lunas menguantes (MAR Editor), ilustrado por la genial Raquel Ordóñez Lanza. Esos cuentos en modo Verde para salvar un planeta Azul, que aun estando en la rampa de salida -saldrá el próximo lunes y la distribuidora UDL ya lo anuncia en su web como novedad- parecen estar teniendo una acogida estupenda. 
De hecho yo, que siempre he sido un escritor peculiar más pendiente de mis lectores que de las listas de ventas, ando sorprendido por estos primeros resultados. Y es que, además de muchos libreros, ya se han interesado por ellos el Instituto Leonés de la Cultura, los equipos directivos de tres colegios -de León, Cuenca y Granada- e incluso dos empresas -una de Vigo, otra de Zaragoza- que incluirán un ejemplar en el aguinaldo navideño para sus clientes.
Dado que su distribución es a nivel nacional, cualquiera que esté interesado podrá adquirirlo en su librería habitual con tan solo pedirlo. A fin de facilitarle tal gestión, adjunto los enlaces a la editorial y a su distribuidora:
http://www.mareditor.com/LILIPUT.html
https://www.udllibros.com/libro-catorce_lunas_menguantes-Y620030007
Mil gracias por permitirme soñar... Y otras mil añadidas por darle una oportunidad a través de mi literatura a ese patrimonio que compartimos: nuestro planeta Tierra. Como diría su personaje Benito Expósito Expósito, el único del universo que tiene chocolate.

miércoles, 9 de diciembre de 2020

Mis lunas y sus valores

A lo largo de estos 15 años de devenir literario, han sido varios los libros míos que se han utilizado en el aula para trabajar distintos valores. De entre todos, quizás el que hasta ahora mejor haya permitido tal objetivo sean mis Catorce lunas llenas, ilustradas por ese mago llamado Lolo, con el que obtuvimos el XLI Certamen Carta Puebla, en su modalidad de libro de cuentos. A través de diferentes vivencias personales acompañadas por un relato, en él abordamos situaciones peculiares como la solidaridad, la guerra, la pobreza, el cambio climático... invitando en cada una de ellas a la reflexión.
Los primeros alumnos que lo trabajaron fueron los de sexto curso de Primaria del Colegio Internacional Peñacorada, y los últimos los de segundo de la ESO del IES Legio VII, ambos en la ciudad de León.
A partir de la próxima semana estará disponible otro libro mío que cumple con esos mismos criterios para considerar un asunto no menos interesante: el respeto a la Naturaleza. Serán mis Catorce lunas menguantes, ilustradas por esa genio llamada Raquel Ordóñez Lanza, con el que logramos el II Premio Liliput de Narrativa Joven
Atendiendo a una estructura similar, en él abordamos cuestiones medioambientales como el calentamiento global, la contaminación acústica, el exceso de plásticos en nuestros mares, la aparición de pandemias o la basura espacial, entre otras. Una obra ideal para concienciar a toda la población, y a los más jóvenes en particular desde sus propios centros de enseñanza.
Catorce lunas menguantes. Esta vez, ¿quién será el primero?

martes, 8 de diciembre de 2020

Civismo en tiempos del Coronavirus

Leía hace unos días al filósofo Byung-Chul Han que el secreto de que a Oriente le vaya significativamente mejor que a Occidente en esta pandemia asienta en el civismo de su población. En ese mindo que literalmente significa nivel de las personas, haciendo referencia a la responsabilidad ciudadana a la hora de cumplir con las medidas preventivas establecidas. 
Tristemente, aun cuando las tasas de incidencia estén disminuyendo, me da que de este mindo no andamos muy sobrados. Para sostener tal afirmación, me baso en la historia de esa obra de arte titulada El recolector de estrellas, del artista Amancio González, que adorna un pasaje ubicado muy cerca de mi casa. En su conjunto incluye dos esculturas realmente emotivas, junto a unos versos escritos y varios cubos metálicos adheridos a la pared, que fueron inaugurados hace menos de dos años.
Durante este tiempo ha sufrido distintos altercados, pues desde el principio hubo quien se subía encima sin advertir su verdadero valor. Por ello, apenas seis meses después, tuvo ya que pasar por el taller de restauración.
En la última quincena -coincidiendo con la ausencia de terrazas- he sido testigo de que esos cubos han servido reiteradamente de mesas improvisadas a los vasos del bar cercano, hasta el punto de que sobre una de las piezas (la niña) se acabó vertiendo el contenido completo de una taza de café. Sin embargo, lo peor aún estaba por llegar, dado que alguien usó como asiento la pieza mayor (el recolector), rompiéndole de nuevo su pie. Así que otra vez a pasar por el taller.
El tratamiento que damos a nuestro entorno es, sin duda, un buen indicador de nuestro nivel de civismo. Mas mientras no respetemos cualquier mobiliario urbano, su Arte o la mismísima Naturaleza, me da que en ese mindo que citan los orientales poco podremos confiar.

domingo, 29 de noviembre de 2020

Luz verde a Lunas menguantes

Acabamos de leer las galeradas del libro Catorce lunas menguantes (MAR Editor) y hemos dado luz verde para que mañana lunes entre en imprenta. De cumplirse los plazos previstos, a partir de la semana siguiente pasará a distribución y poco después ocupará su lugar en cualquier librería que lo solicite. 
La verdad es que estamos contentos e ilusionados. Las ilustraciones de Raquel Ordóñez Lanza han quedado preciosas. Los cuentos guardan su orden y el mensaje en defensa de nuestra Madre Naturaleza parece también claro. Ciertamente he escrito lo que en estos momentos me apetecía escribir.
Será mi octavo libro a lo largo de tres lustros de andadura literaria. Y será también momento para meditar. Si sigo como hasta ahora, creando a mi ritmo, sin ningún cortapisas, con el único objetivo de disfrutar componiendo, presentándome a algún premio para poder publicar y en ocasiones incluso ganándolo... o doy un paso adelante, reorientando esa actividad literaria.
En cualquiera de los casos, ahora toca disfrutar de estas Catorce lunas menguantes o -como describe su subtítulo-, de tantos cuentos en modo Verde para salvar un planeta Azul.

Epidemiólogo en tiempos del Coronavirus

Admito que nunca antes la había hecho así pero que, evidentemente, las circunstancias mandan. Y es que este sábado por primera vez he participado en la presentación telemática de un libro. Concretamente Las crónicas del Coronavirus (Ediciones Irreverentes), en su edición literaria del mexicano Juan Patricio Lombera, en la que he colaborado con mi relato Epidemiólogo en tiempos del Coronavirus.
Ha resultado curioso constatar que en la magia de la red no existen distancias, de manera que unos autores amigos debatíamos simultáneamente desde Nueva York, Shanghái, Ciudad de México o León... Ha sido enriquecedor compartir distintas experiencias que hemos vivido durante esta pandemia... Y ha parecido entrañable coincidir, primero en una antología y luego en este encuentro virtual, con autores a los que admiro y había leído previamente como el francés Pascal Buniet (La muerte sabía a chocolate), la mexicana Susana Corcuera (A machetazos) o el mismísimo Juan Patricio (El péndulo familiar), entre otros.
Organizada por la plataforma 100%México y Amor del Bueno Producción Multimedia -con Ita Ruiz como moderadora-, esta presentación puede visualizarse a través de su página web o en su propio muro de Facebook. Y es que, parafraseando a mi abuela la refranera, nunca te acostarás sin hacer alguna cosa nueva más.

jueves, 26 de noviembre de 2020

Presentando "Las crónicas del Coronavirus"

A través de la herramienta Google Analytics podemos hacer un seguimiento del número de personas que se asoman a mi blog, habiendo constatado en tal ejercicio la siguiente curiosidad: cuando publico una entrada relacionada con mi condición de médico preventivista, recibo una media diaria superior a 2.500 visitas. Sin embargo, de editar alguna nota a propósito de la literatura, esa media se divide entre diez.  
Comprendo que es algo lógico en estos tiempos del Coronavirus... Y por ello, entiendo también que me sienta expectante ante el próximo recuento, dado que esta nueva entrada aúna al Manuel epidemiólogo con el Manuel más escritor. 
Y es que este sábado 28 de noviembre, a partir de las 16:00 horas -hora española-, participaré en la presentación telemática de una antología muy especial en la que -junto a otros 11 autores de seis países y tres continentes- he tenido el honor de colaborar. Se trata de Las Crónicas del Coronavirus (Ediciones Irreverentes), en edición literaria del escritor mexicano Juan Patricio Lombera. Sin duda, un libro sorprendente que aporta una visión caleidoscópica acerca de la pandemia más importante que hemos vivido en décadas como especie.
Con la ayuda de la plataforma 100%México, esa magia de las redes unirá a sus autores desde Nueva York al propio Wuhan, pasando por París, Itzacalco, Seúl,Tenerife... Y por supuesto, mi querido León. 
Será este próximo sábado y -con independencia de esas cuentas de Google Analytics- no os lo dejaremos de contar.

martes, 24 de noviembre de 2020

Préstamo de letras

A partir de mañana 25 de noviembre -a las 17:30 horas-, durante seis miércoles seguidos y un aguinaldo el martes 5 de enero, se va a celebrar en las Bibliotecas Municipales de León una actividad sencillamente entrañable. Se llama Préstamo de letras, y en ella una artista amiga como Isamil9 pondrá voz a los relatos y a las imágenes alusivas de distintos autores, entre los que tengo la gran suerte de encontrarme.
Aun cuando os mantendré debidamente informados de mi propuesta, prefiero por ahora no anticipar nada, salvo que contiene cierta dosis de magia. Y es que sé que en cada intervención Isamil9 se vacía para volverse a llenar, por necesidad y por eso del compartir, del cuidar, del transmitir, de no dejar de aprender y -en este tiempo de distancia obligada- de aprehendernos sin medida entre cuentos e historias.

lunes, 23 de noviembre de 2020

Nulla Vita sine Musica

Como no podía ser de otra manera en una casa con tantos músicos, ayer celebramos su patrona Santa Cecilia mediante un concierto de lo más particular. Mientras la Sirenita acertaba en sus primeras notas al piano, el Principito volvía a exhibirse al trombón, compartiendo unas cuantas melodías con toda la familia.
Entre medias, leímos cierto relato mío cuyo título coincide con una de nuestras máximas: Nulla Vita sine Musica, recientemente publicado en la antología La memoria del Jardín.
Y cerramos la jornada disfrutando de esa audición en las redes de nuestro amigo Héctor Sánchez, quien al piano nos deleitó con la pieza Montescos y Capuletos -perteneciente a la obra Romeo y Julieta- del genial Sergei Prokofiev.
Sin duda, otro día pasado por Música que -como apuntara alguno de mis personajes- será siempre el arte de hacer bailar al corazón.

viernes, 20 de noviembre de 2020

Silencio, por favor

Si como decía mi abuela, en boca cerrada no entran moscas, parece que en estos tiempos tampoco Coronavirus. Al menos así se desprende de distintos estudios científicos que vienen a demostrar que permanecer callado en ambientes concurridos constituye una buena vacuna contra la COVID19, al disminuir la cantidad de virus circulante y, con ello, el riesgo de infección.
De ahí que la mismísima Organización Mundial de la Salud incite a realizar actividades al aire libre o en habitáculos amplios y bien ventilados, promover ese silencio en espacios cerrados, utilizar sistemas de amplificación de voz para impartir clase en centros educativos, recomendar hablar por el móvil en exteriores o en las estancias más amplias y mejor aireadas, mantener abiertas las ventanillas de los coches... Y por supuesto, no gritar.
El silencio mejora sensiblemente nuestra circulación cerebral, estimula la creatividad e invita a la reflexión -al restaurar conexiones cognitivas-, favorece el sueño fisiológico, limita los niveles de estrés -disminuyendo la secreción de adrenalina y cortisol-, alivia la sensación de fatiga, acota la probabilidad de enfermedades cardiovasculares... Ahora sabemos también que reduce nuestro riesgo de contagio.
Por eso, no me ha extrañado que en el taxi que tomé esta mañana su conductor apenas nos hablase durante todo el trayecto. O que por la tarde, en esa peluquería donde me atienden, el único sonido que escuchara fuese su hilo musical. Quizá sin darnos cuenta, estábamos haciendo prevención. 
De manera que, aun siendo seres vivos de costumbres a quienes gusta comunicar y sin pretender acallar a nadie, durante cierto tiempo aplicaremos el lema Silencio, por favor. Al menos en eso de no gritar. Y es que además, en tantísimas ocasiones, ¡para lo que hay que decir!

martes, 17 de noviembre de 2020

Mi universo en orden alfabético

A la hora en la que más compartimos, justo cuando asoma esa Luna que tanto me inspira, el Principito nos ha mostrado su nuevo diccionario de francés. Tras unos minutos ojeándolo sin hallar referencia a su autoría, ha preguntado: Papá ¿quién lo escribió? Después de explicarle que una obra así no tiene autores concretos, su curiosidad ha persistido: ¡Pero tú una vez inventaste uno! Y en efecto, tenía razón. De manera que juntos, dejamos el volumen de los galos para releer aquel primer diccionario incluido en uno de mis libros -concretamente en Mi planeta de chocolate, publicado por Ediciones Irreverentes-. Otro universo de palabras que aún no comprende del todo, pensadas antes de que naciera y redefinidas cada noche en la cabecera de su cama.

Adolescencia: Festival de hormonas que incita a probarlo todo. 
Amistad: Sentimiento que no es llama, sino luz; declarado en peligro de extinción. 
Amor: Sentimiento que en cualquiera de sus formas está más dentro de ti que tus entrañas. Por eso, jamás podrá extinguirse. 
Avaricia: Casi todo es casi nada. 
Beso: Unidad mínima de amor. 
Camino: Gerundio de tantos verbos, incluido caminar. 
Consejo: Cuando debas elegir entre dos opciones, toma siempre la que tenga chocolate. 
Envidia: Pecado que si es de otro realza nuestro éxito. 
Error: Acción que penalizamos en vez de analizar. 
Escribir: Pintar de imaginación un folio en blanco. 
Idea: Sustento de cualquier cambio. Tenerlas puede ser malo; no tenerlas, peor. 
Inocencia: Virtud que nos faculta para jugar. 
Juventud: Espíritu rebelde, alma enamorada, corazón valiente. 
Magia: Hacer posible lo imposible. 
Mentira: Excusa del cobarde. 
Morriña: Añoranza de quien no extraña tanto su tierra como su infancia. 
Música: Arte de hacer bailar al corazón. 
Perdón: Palabra que más se dicen dos personas que se aman. La segunda es te quiero. 
Poesía: Sueño plasmado en papel. 
Rencor: Amor mal administrado. 
Risa: Unidad mínima de humor. 
Soledad: Carencia voluntaria o involuntaria de amistad. 
Vida: Cigarrillo que consumes con placer, aun a sabiendas de que acaba matando. 
Yo: Voz que contigo se convierte en nosotros.

domingo, 15 de noviembre de 2020

La memoria del jardín

Mañana lunes 16 de noviembre verá la luz una antología de relatos de lo más especial, en la que he tenido el placer de participar. Coordinada por la escritora Miriam Alonso, prólogo de María de Miguel e ilustración de Medusa Dollmaker, La memoria del jardín compila un total de catorce historias desde otras tantas perspectivas, unidas por el detalle de que en cada una de ellas su protagonista es alguna flor. En la mía, titulada Nulla Vita sine Musica, lo son los Tulipanes... una de mis preferidas por ser las primeras que florecen en primavera.
Los autores encargados de sembrar esta ilusión hemos sido José A. Bonilla, Salva Calvo Oliva, José J. Carrasco Álvarez, Carolina Corvillo, Mª Dolores García Pastor, Luis Fernando González, Alberto González Llamas, Estelita Lara, María Martínez, Laura López Alfranca, Enara López de la Peña, Laura Morales, César Palacios, Miriam Alonso y, por supuesto, yo mismo.
La memoria del jardín. A partir de mañana en la plataforma Amazon -en formato libro de tapa blanda y eBook- y muy pronto en las principales librerías.

sábado, 14 de noviembre de 2020

Lo que aprendí de los naturalistas

Aun cuando este fin de semana deba estar personalmente en nuestra Sección de Epidemiología -las actuales tasas de incidencia COVID19 siguen marcando su agenda-, no descarto cumplir con los plazos establecidos ante mi editor y presentarle a tiempo las galeradas de la obra Catorce lunas menguantes (II Premio Liliput de Narrativa Joven). Ilustrada por la genial Raquel Ordóñez Lanza, prevemos que -si nada se tuerce- el libro estará publicado para finales de mes.
Y si el otro día presentaba un decálogo inicial, hoy compartimos otro que cierra nuestro trabajo: lo que aprendí de los naturalistas.
Deseando que os guste, y aunque será trabajando, feliz fin de semana.

1. De Rabindranath Tagore, que los árboles son los esfuerzos de la Tierra por hablar con el Cielo que escucha.
2.- De Amelia Barr, que lo sencillo siempre genera lo maravilloso.
3.- De Martin Luther King, Jr. que, si supiera que el mundo se ha de acabar mañana, yo hoy aún plantaría un árbol.
4.- De Mahatma Gandhi, que el buen hombre es el amigo de todos los seres vivos.
5.- De Marguerite Annie Johnson, que un pájaro no canta porque tenga una respuesta, canta porque tiene una canción.
6.- De Victor Hugo, que produce una inmensa tristeza pensar que la Naturaleza habla mientras el género humano no la escucha.
7.- De Anaïs Nin, que la vida es el proceso de llegar a ser.
8.- De Paul Hawken, que el futuro pertenece a aquellos que entienden que hacer más con menos es compasivo, próspero, duradero, más inteligente y competitivo.
9.- De Anne Frank, que no veas la miseria que hay sino lo bello que aún queda.
10.- De Pablo Neruda, que podrán cortar todas las flores, pero no podrán detener la primavera.

viernes, 13 de noviembre de 2020

Sobre la vacuna de la Gripe

Al margen de la COVID19, sigue habiendo vida en cualquier Sección de Epidemiología. Existen más enfermedades que declarar -es el caso de la Parotiditis de esta mañana-, brotes nuevos a abordar -ahí tenemos esa Salmonelosis en cierta guardería-, otros servicios que prestar -como el asesoramiento a cada viajero que aun hoy se desplaza fuera de nuestras fronteras-... Y por supuesto, gestionar la distribución de vacunas entre los distintos Centros de Salud.
En este contexto, desde principios de octubre venimos coordinando la campaña de vacunación antigripal. La verdad es que en estos tiempos del Coronavirus la tasa de vacunados ha crecido significativamente, en especial entre las poblaciones de mayor riesgo. Sin embargo, ayer vivimos una objeción -legítima por otra parte- basada en distintos bulos que debemos desmentir.
Se trataba de una mujer que -con aparente normalidad- se negaba a vacunar a su madre dependiente e institucionalizada porque no quería que experimentasen con ella, porque está demostrado que el riesgo de morir por COVID19 aumenta entre los vacunados contra la Gripe y porque se está aprovechando esta campaña para acabar con los mayores de nuestra sociedad... ¿Acaso no han fallecido cientos de personas en Asia después de vacunarse?, nos preguntaba.
Reconozco que, con el corazón en una mano y mi sapiencia en la otra, ninguno de esos razonamientos resulta verdadero. No existe ni una sola evidencia científica al respecto. De ser así, yo jamás me habría vacunado, ni mucho menos se la habría administrado a la Sirenita o al Principito.
Y en cuanto a la información recogida por algunos medios de que ciertos países orientales han paralizado tal campaña por defunciones relacionadas con esta vacuna, debemos aclarar que sus propias autoridades sanitarias han desacreditado esa supuesta relación causa-efecto, insistiendo en la seguridad de cada preparado. 
De ahí que pretendamos transmitir un mensaje de tranquilidad, desde la esperanza de que una mejora en las coberturas vacunales pueda paliar el impacto sociosanitario de una posible coincidencia de la Gripe estacional y la pandemia de COVID19 aún activa.

jueves, 12 de noviembre de 2020

Jordi Llopart, in memoriam

Si el balonmano era el deporte de nuestra infancia, el atletismo lo fue de mi juventud. Corrían los años ochenta y, tras probar con el mediofondo en la extinta sección de ese deporte del club Real Zaragoza, opté por cambiar a la Marcha atlética con el equipo oscense de la Peña Zoiti.  
Reconozco que fui otro atleta más voluntarioso que efectivo. Acudía a las pistas entre clase y clase de mi Facultad. Jamás dejé de hacer una serie ni falté a ninguna prueba, aun cuando mis resultados no pasaran de modestos. A lo sumo, aquel Campeonato Universitario de Zaragoza en la modalidad de 10 km. marcha y aquella participación en el Nacional celebrado esa misma temporada en Santiago de Compostela. Todo ello con el hándicap de que cada registro fuera siempre mejor en los entrenos que en plena competición. 
De aquella época conservo recuerdos imborrables. De Pedro, gran entrenador y grandísimo caballero... De Alberto, Belén, Begoña o Jesús, mis compañeros de pista... De tantas series, de tanto rodaje, de tantas vivencias. Incluso en cierta ocasión, compitiendo en una edición de la Internacional de Marcha Terrassa-La Mata conocí en persona a ese deportista que veneraba: Jordi Llopart. 
Además de un pionero en esa disciplina con trece Copas del Mundo en sus zapatillas, Llopart fue el primer atleta medallista olímpico de España -plata en los 50 Km. marcha en los Juegos de Moscú, 1980-, sumando también entre otros títulos el de Campeón de Europa en esa misma modalidad en Praga, 1978. 
En esta tarde de un año con tantas despedidas, he sabido de su adiós. Pese a mi admiración, aquella tarde en La Mata no acerté a decirle nada, más allá de algún saludo informal. Hoy le doy las gracias por todo cuanto hizo por nuestro Deporte, por el Atletismo y por esa Marcha atlética a la que tanto entregó y de la que tanto hemos recibido.
Marchando hacia el Olimpo de los elegidos, ¡descanse también en paz!

martes, 10 de noviembre de 2020

Ánimo y Fuerza

Aun cuando no fui voluntario en la limpieza de las costas gallegas en aquel desastre causado por el petrolero Prestige, sí participé a posteriori en un estudio de cohortes para valorar el daño que podría causarles su exposición al chapapote. Gracias a eso supe que cuando los ánimos bajaban ante la magnitud del vertido, siempre había alguien que prendía boca a boca esa palabra de aliento: ¡Alegría!
Durante aquella misión en tierra hostil, como equipo sanitario responsable de evacuar en helicóptero las bajas médicas que hubiera, a veces el ímpetu decaía. Entonces siempre surgió alguien chocando puño con puño, que pronunciaba esa oración -sé por las clases del Principito que son enunciados con verbo- que nos lo devolvía: ¡Somos un equipo!
En estos tiempos del Coronavirus, cuando la energía parece difuminarse, siempre aparece alguien que da codo contra codo pronunciando esa frase -ahora lo sé, enunciados sin verbo- que desde el inicio compartimos: ¡Ánimo y fuerza!
Porque ánimo y fuerza es que -con todo cuanto estamos viviendo- alguien te regale su sonrisa, su tiempo, su saquete de castañas... que alguien te envíe por correo esa manualidad que me ha dedicado, ya no para que te acuerdes de él, sino para que nunca me olvide de mí... que muchos alguienes nos remitan un wasap cada día, deseándote sencillamente eso: que tengas un buen día. 
Ese ánimo y esa fuerza resultan imprescindibles para seguir. Al menos para nosotros. Estoy convencido de que solo desde su magia saldremos antes de esta... Y es que, sea en modo de frase u oración, nos queda aún mucho por compartir.   

domingo, 8 de noviembre de 2020

Lo que aprendí de la Naturaleza

Durante este fin de semana he empezado a revisar las galeradas del que será mi próximo libro: Catorce lunas menguantes (II Premio Liliput de Narrativa Joven), ilustrado por Raquel Ordóñez Lanza. La obra comienza con este decálogo perfecto para un imperfecto ecologista, reflejando cuanto aprendimos de la Naturaleza... ¡Y lo mucho que aún nos queda por saber!

1. En la Asamblea Pachamama, que no heredamos la Tierra de nuestros ancestros; la tomamos prestada de nuestros hijos.
2. De las tribus Akan, que la lluvia moja las manchas del leopardo, pero no se las quita.
3. De la Sabiduría indoamericana, que solo cuando el último árbol esté muerto, el último río envenenado y el último pez atrapado, te darás cuenta de que no puedes comer dinero.
4. De los Maoríes, que apuntes siempre a la nube más alta, pues aunque te quedes corto llegarás a la montaña.
5. En aquella primera Cumbre del Clima de Naciones Unidas, que pretender que el cambio climático es irreal, no hará que desaparezca.
6. De los clanes Inuits, que seas como el hielo, transparente, pero capaz de atraparlo todo en su interior.
7. En la última Cumbre para la Acción Climática de Naciones Unidas, que la lucha contra la emergencia del clima es la lucha de nuestra vida y para nuestra vida.
8. De mi maestro Gabriel García Márquez, desde su condición de miembro del Grupo Ecologista de los 100, en el II Foro de Reflexión de la UNESCO, que no hay que perder tiempo y dinero tratando de hacer ecólogos a los adultos, porque los grandes ya somos depredadores.
9. En el Diálogo Interactivo sobre Armonía con la Naturaleza, en conmemoración del Día Internacional de la Madre Tierra, que cuidar de la Naturaleza es cuidar de las personas.
10. De la etnia Kikuyu que, si hay tormenta, habrá arcoíris.

sábado, 7 de noviembre de 2020

Mi lenguaje no verbal

Desde niño he sido de lo más expresivo: mi cara fue siempre el reflejo de mi alma. Quizá por eso, nadie quiera tenerme como pareja en el juego del mus: leyendo en mi lenguaje no verbal, ¡se nota demasiado qué cartas llevo! Quizá por eso mienta tan mal, aun cuando de aquel personaje mío llamado Benito Expósito Expósito aprendiese que a quien dice la verdad, tarde o temprano le pillan
A menudo pienso que con mi literatura sucede otro tanto. Cada párrafo refleja claramente cuál es nuestro estado de ánimo. Y aun cuando sea una persona con cimientos positivos, se nota entre líneas que en estos tiempos del Coronavirus nos ronda cierta dosis de desaliento.
Después de tanto vivido, parece hasta lógico. Sin embargo, a pesar de las circunstancias, me niego a caer en él. Por eso, desde esa Sección de Epidemiología seguiremos trabajando, incluso dando respuesta a preguntas tan difíciles para nosotros los expertos como aquella que anoche me hacía la Sirenita: Papá, ¿este año los Reyes Magos repartirán sus regalos con mascarilla? Y seguiremos compartiendo, a sabiendas de que escriba lo que escriba, en ese ejercicio me siento dichoso. A fin de cuentas, como dijera aquel maestro de todos llamado Jorge Luis Borges, uno puede fingir muchas cosas, incluso la inteligencia; lo que no se puede fingir es la felicidad

jueves, 5 de noviembre de 2020

Mi síndrome posvacacional

La vuelta al trabajo después de una semana de permiso ha resultado dura. Por dar un solo dato, mi buzón anda saturado con más de mil correos electrónicos que aún no he conseguido ni siquiera abrir... Confieso que desde el lunes que entré de guardia, he desarrollado un síndrome posvacacional.
En cualquier caso, he meditado mucho sobre dos sucesos acontecidos en dicha semana. El primero, la obtención del Premio Liliput de Narrativa Joven. Me dio mucha alegría, recordándonos que lo que realmente me hace feliz es escribir. El segundo, cierto detalle que ocurrió el pasado sábado durante esa excursión a la montaña.
Antes de compartirlo, diré que a lo largo de mi vida y desde mi condición de médico he atendido en distintos espacios públicos a diferentes personas que habían sufrido cualquier percance: ese infarto en el tren, un desmayo en alguna comunión, otro ictus en plena calle... e incluso aquella agresión en la estación de autobuses en la que nuestro autocar partía, mientras a pie de anden realizaba maniobras de resucitación. 
Siempre lo hice convencido. No solo era mi obligación; también mi vocación.
Sin embargo, el otro día sucedió algo significativo. A la altura de una cascada, ese amigo que nos acompañaba me advirtió de que otra senderista se había roto el pie tras una caída. La verdad es que en estos tiempos del Coronavirus me siento laboralmente tan saturado que habría preferido no enterarme, no ser sanitario, poder pasar de largo como un viandante más. No obstante, me acerqué a ella con rapidez. Allí encontré sentada a una mujer de mediana edad, sin síntomas manifiestos -a lo sumo, ligero dolor- y que en una primera valoración padecía otro esguince de tobillo. Le tranquilicé, le pedí que elevara el pie e indiqué a su pareja que le pusiera un pañuelo frío sobre la zona. Pese a que la situación no aparentaba gravedad, la señora preguntó si podría venir un helicóptero a recogerla, pues en tales condiciones le resultaba imposible caminar.
Casual o causalmente, apareció entonces otro excursionista que se identificó como técnico del Servicio 112, que asumió el mando de la situación y que se encargó de avisar por teléfono a los equipos de rescate.
En tales circunstancias, mi presencia ya no era necesaria por lo que seguimos recorriendo nuestra ruta. Confieso que me sentí liberado y aliviado con aquella exención. Aún más cuando escuchamos de fondo el sonido del helicóptero que vino a recogerla. 
Quizá por todo ello y tras mucho meditarlo, hemos concluido que necesito desconectar. Pero no una semana, sino un periodo más largo... Si las circunstancias lo permiten, incluso un tiempo sabático que invertiría en aquello que me hace más feliz: escribir. 
Así que me encuentro en pleno síndrome posvacacional: resolviendo cuestiones en nuestra Sección de Epidemiología, abriendo correos electrónicos y reseteando mi condición de sanitario. Y es que hasta en eso nos parecemos demasiado a los programas que manejamos: de vez en cuando, necesitamos parar.

lunes, 2 de noviembre de 2020

En vísperas de otra guardia

Tras siete días de permiso con el único objetivo de desconectar, este lunes festivo a las ocho de la mañana entraré nuevamente de guardia como epidemiólogo de nuestra Área Sanitaria. Durante este tiempo apenas he tenido llamadas de trabajo, por lo que agradezco a mis compañeros que hayan asumido cuanto había y hubiesen entendido que para seguir operativo, en esta semana necesitaba parar. 
A fin de empezar al cien por cien, la tarde de este domingo anduve intercambiando datos sobre COVID19 con la epidemióloga saliente y con cierto facultativo de nuestro hospital... Y admito que en su conjunto han sido poco halagüeños. Además de continuar en máximos de contagios, seguir habiendo fallecimientos relacionados, dibujar una curva que no dobla, sumar más brotes activos y más ingresos en UCI, nuestros servicios sanitarios mantienen su trabajo a niveles críticos, con todo lo que conlleva. 
Por mi parte, y al margen de esa labor específica como epidemiólogo, insistiré en las medidas de prevención -desde el uso adecuado de la mascarilla al mantenimiento de la distancia social, así como el cumplimiento estricto de los aislamientos/cuarentenas indicados-, a sabiendas de que a los países que mejor les está yendo no son aquellos con más restricciones, sino esos con mayores niveles de civismo. Y porfiaré porque se cumplan especialmente en los supuestos momentos de relajación. 
Por poner un solo ejemplo, recuerdo el último brote que analizamos antes de este permiso. Cierta administrativa de una sala en la que trabajan veinte personas da positivo a Coronavirus. Enseguida se encienden las alarmas. ¿Estaremos todos infectados? Y resultó que en aquella sala no hubo ningún caso más. Todas las PCR dan negativas. El cumplimiento de cada norma -incluida su correcta ventilación- convirtieron ese espacio laboral en un lugar seguro.
Sin embargo, el compañero con quien comparte trayecto en coche -charlando distendidamente, sin mascarilla y ventanillas habitualmente cerradas- más las dos amigas con las que desayuna -en una terraza a escasa distancia entre sí, hablando sin mascarilla, fumando conjuntamente y por un tiempo también superior a los quince minutos- dan en su PCR un resultado positivo. En total, otro brote con cuatro casos relacionados. Y es que el maldito Coronavirus aprovecha cualquier secuencia en que bajamos la guardia para conseguir llegar.

domingo, 1 de noviembre de 2020

Javier Reverte, in memoriam

Le conocí en mis tiempos de residente durante un congreso de Medicina Tropical. Él impartiría la última conferencia. Y yo, después de quedar embelesado con sus palabras y aguardar una larga fila para que me firmase aquel ejemplar suyo que nos habían regalado, me presenté ante él confesándole que al menos compartíamos tres amores: África, los viajes y la Literatura. Recuerdo que sonrió, asegurando que los libros y esos viajes solo son buenos si al final te cambian.
La segunda vez que coincidí con Javier Reverte fue unos años después en la presentación de una de sus novelas en el Ateneo de Madrid. En aquella ocasión acudí acompañado de mi mujer. Y tras quedar ambos ensimismados con su oratoria y guardar una enorme cola para que nos dedicase aquel volumen que acabábamos de comprar, me volví a presentar bromeándole con que hay amores que nunca se podrían compartir. Recuerdo que sonrió con ganas, mientras respondía que solo era un poco más viejo que la última vez que nos vimos... pero mucho más sabio.  
Esta tarde de otoño, como otra hoja más que cae de ese árbol maldito llamado Año 2020, he sabido de su adiós. Que pausada y silenciosamente tomó algún bártulo, otra brújula y esa pluma para emprender su último viaje. Alguien aseguró que la propia África -esa a la que concediera un aurea especial y la tersura de un sueño infantil- está ahora mismo llorando. 
Javier Reverte. Tuve el honor de compartir con él la lectura de sus libros, tres amores confesables, alguna frase entrañable y dos sonrisas sinceras. ¡Volveremos a encontrarnos en el camino, maestro! 
Entre tanto, descanse en paz.

viernes, 30 de octubre de 2020

La alcaldesa de Rennes

Recuerdo haber escuchado en campaña electoral a cierto candidato a la alcaldía de mi municipio que su apuesta política era en favor de una ciudad moderna -al estilo de otras ciudades europeas-, innovadora y con un equilibrio ecológico. Aquel candidato acabaría siendo elegido. Y viviendo yo tan cerca del consistorio, en alguna ocasión incluso me he cruzado con él. 
A veces en ese pasaje al lado del Ayuntamiento, con otra terraza de bar en la que todos los días -desde que abren hasta que cierran- prenden encendidos al menos cuatro calefactores que por estas fechas acostumbran a descansar solo cuando cambian sus bombonas. A menudo, como puede verse en la foto, sin nadie a su alrededor.
Eso ocurre hasta en jornadas tan apacibles y soleadas como hoy, rozando los 20º C al mediodía.
Mi amigo Nicasio asegura que los prenden porque desde tiempos ancestrales el fuego ha atraído a los humanos. Además, la propia clientela los reclama. Tenemos derecho a estar calentitos, que me diría uno de ellos aquella tarde de verano en la que también los encendieron. Y como a fin de cuentas se trata de un negocio, ¡cuantos más clientes vengan, muchísimo mejor!
Yo le insisto en el poder contaminante que tienen tales estufas, en su emisión de gases con efecto invernadero... En la necesidad de su regulación. ¿Acaso nadie es consciente del cambio climático que estamos generando? ¿Es normal que el 6 de febrero de este mismo año se superaran en la Antártida los 18º C cuando deberían estar a 0º C? O que este verano Siberia batiera sus registros históricos de temperaturas máximas. Entonces Nicasio responde: Y eso, ¿realmente a quién le importa? 
Desde mi condición de médico especialista en Medicina Preventiva y Salud Pública, pocas veces he creído en las prohibiciones totales -y más en estos tiempos tan restrictivos para determinados sectores económicos-, pero sí en su ordenación. Como afirmara la alcaldesa de Rennes -primera ciudad europea que procedió a la regulación de estos aparatos-, si nadie pone la calefacción en el exterior de su casa, ¿por qué hacerlo en cualquier espacio público?
Desde luego en Europa, con dicha alcaldesa y su propio sindicato de hosteleros a la cabeza, cada vez lo tienen más claro. Ante el desafío climático que nos viene, han optado por regular. Saben que no tiene sentido poner un calefactor a cielo abierto. Y saben también lo que en su conjunto contaminan. 
Entre tanto, nosotros -como tantas otras veces- marchamos a la inversa. Prometemos incluso incentivar su uso.
Ojalá alguna mañana quienes se cruzaran en ese pasaje que pilla tan cerca del Ayuntamiento fuesen la alcaldesa de Rennes y el alcalde de mi municipio. Más que nada para que de cara a las próximas elecciones aclarasen entre ellos lo que entienden por ciudad europea, innovación y equilibrio ecológico.

jueves, 29 de octubre de 2020

Mi número Siete

Confieso que hubo una vez en que cierta pitonisa me leyó las cartas. Corría aquel mes de agosto, en algún piso de las afueras; acudí custodiado por esa amiga que nos lo sugirió. Hacía poco del accidente de mis padres y, por entonces, yo andaba contrariado. De manera que, sin oponer demasiada resistencia, acepté.
Confieso también que entre muchas generalidades, aquella adivina tuvo menos atinos que errores. Es verdad que acabaría viviendo lejos de donde antes vivía, pero también es cierto que sigo esperando ese premio de lotería que vio tan claro que me iba a tocar.
Lo que sí, tomando mi mano, recomendó expresamente que en el proyecto novedoso que estuviera ideando -yo lo interpreté como escribir- apostara siempre por el número siete. 
El día 14/11/2005 me concedieron un primer galardón literario: el Premio Amares 2005, por mi libro de cuentos El amor azul marino. Al contabilizar los dígitos de esa fecha comprobé que, efectivamente, sumaban un múltiplo de siete.
Desde entonces, confieso mi obsesión creativa por tal cifra, justificando en ella por qué los capítulos de mis novelas o los relatos de cada antología son siempre múltiplos suyos.
Casual o causalmente aquella coincidencia se ha repetido en distintas ocasiones. La última, precisamente anteayer. El 27/10/2020, cuando recibía mi último reconocimiento: el II Premio Liliput de Narrativa Joven, por ese libro de cuentos titulado Catorce lunas menguantes. Sumando sus dígitos, da también otro múltiplo de siete.
Así, después de tal análisis, he acabado concluyendo que quizás aquella pitonisa no falló tanto como pensaba. Y que esa suerte a la que pensé que se refería no estuvo nunca en la lotería, sino en la posibilidad de escribir a diario... Sin duda, ese sí que es un premio gordo que me ha regalado la Vida.

martes, 27 de octubre de 2020

II Premio Liliput de Narrativa Joven

Aun cuando esta semana pensaba desconectar por completo de las redes sociales, acabo de recibir una notificación que me ilusiona compartir. El presidente del jurado del II Premio Liliput de Narrativa Joven me ha informado de que el libro de cuentos Catorce lunas menguantes, escrito por mí e ilustrado por la genial Raquel Ordóñez Lanza, se ha alzado con su primer premio. La verdad es que me he emocionado al saberlo.
Desde el adiós a mis padres, escribir se ha convertido en mi válvula de escape... Y confieso que en estos tiempos del Coronavirus he necesitado conjugarlo en más de una ocasión. Por ahora tan solo anticipo que Catorce lunas menguantes es una obra en defensa de la Naturaleza, dirigida a jóvenes -y, por supuesto, también a no tan jóvenes-, redactada en tantas noches de insomnio sobrevenidas durante la pandemia. Está dedicada a nuestra amiga Carmina, por tanta generosidad, manifiesta incluso en los peores momentos del confinamiento.
Catorce lunas menguantes, obra ganadora del II Premio Liliput de Narrativa Joven. Porque seguiremos siendo, para seguirnos contando.

domingo, 25 de octubre de 2020

Mi no Nomofobia

Si la Nomofobia es un cuadro de ansiedad por miedo a quedarnos sin teléfono, queda claro que no lo padezco. De hecho, estoy deseando que lleguen las ocho de la mañana de este lunes para apagar el que llevo de guardia y tomarme unos días de descanso. No serán muchos, si bien son necesarios. A veces pienso que imprescindibles. Quisiera viajar a mi Zaragoza de origen, pues llevo demasiado sin compartir con esa familia mañica... pero resulta evidente que la situación epidemiológica tampoco lo permite.
Sumaré otra semana de vacaciones de lo más singular: acompañando al colegio al Principito y la Sirenita, ordenando tanto libro en nuestra biblioteca, imaginando mil cuentos para que sean contados, portando siempre un lápiz por si lo pudiera necesitar... Y parafraseando al trovador Fito Páez, probando cualquier tarde cuando llegue a casa, no haya nadie y el teléfono calle, ¡a ver qué pasa!

sábado, 24 de octubre de 2020

Mi saquete de castañas

Al mediodía de ayer recibí en mi despacho otra llamada telefónica del Servicio de Seguridad del edificio, indicando que en la puerta había una señora que pretendía entregarme algo. Dado que venía sin cita previa, no le dejaban pasar. Pese a tener una montaña de urgentes dispersos por encima de la mesa, opté por bajar a verla.
Al llegar al frío hall de la entrada, sin más abrigo que mi bata blanca, encontré a una mujer octogenaria que quería darme las gracias por cierta gestión sobre vacunas que yo había realizado para su marido. Además de recibir su calidez por algo que hice gustoso -de hecho, también le correspondía-, me regaló un saquete de castañas.
- Son del Bierzo. ¡Las más ricas! -aseguró- ¡Y asadas, ya ni le cuento!
Tras ser yo quien agradeciera tanto su visita como aquel sencillo detalle, acabaría diciendo algo que me impactó:
- Sé que tiene mucho trabajo y anda muy ocupado... Pero sé también que usted está ahora mismo en ese sitio para ayudar a personas como nosotros. ¡Quien le ha puesto ahí, sabía muy bien a quién ponía!
Mi sonrisa traspasó mi mascarilla.  
Y así, con aquel saquete bajo el brazo, regresé a nuestra Sección para seguir combatiendo desde su vanguardia tantas tensiones infundadas o a ese maldito Coronavirus. 
Por cierto, en esta tarde de sábado merendaremos castañas asadas del Bierzo. Al Principito le encantan. Y es que, como aquella mujer asegurara refiriéndose tanto al fruto como a su gratitud, ¡no las hallaré mejores!

jueves, 22 de octubre de 2020

A vueltas con la jornada continua

Nuestro Principito, como tantos chiquillos de su edad, echa mucho de menos lo que más le gusta. En su caso, jugar al balonmano, ya sea en la cancha del colegio o entrenando con sus compañeros alevines del club en el que milita. Admito que nunca llevó bien aquel primer confinamiento, del que los niños serían los últimos en salir. Por eso, como remedio casi improvisado, a menudo lo practicábamos juntos en la terraza, percibiendo que tal ejercicio resultaba imprescindible para que estuviera bien.
Como consecuencia de la situación epidemiológica que vivimos, esa abstinencia obligada acumula casi ocho meses. A veces nos parece una eternidad.
Esta noche, en la antesala de nuestros sueños, le preguntaba qué tal su vida en el cole. Al margen de amigos y profesores, lecciones aprendidas y algún que otro examen, reconoció que los días se le hacen muy largos. Entra al centro a las diez de la mañana y sale a las cinco de la tarde, con comedor y recreo entre medias, si bien en estos -por razones obvias- no hace deporte de equipo. En total suma siete horas, sin balonmano, con esperas intermedias y mascarilla permanente, más la de los trayectos y alguna otra luego en sus clases de inglés o trombón. Por suerte, a él no le ha brotado ese eritema facial que con el roce le salió a su hermana.
Al final de nuestro cuento, coincidimos en que en septiembre estábamos mejor, con aquel horario de jornada continua. Además de llevar menos tiempo la mascarilla y reducir situaciones de riesgo como en las entradas o salidas, completábamos incluso alguna de esas tandas de gimnasia que le envía regularmente su entrenador. De hecho, recordaba que hasta nuestra Sirenita sufría por entonces de menos granitos. ¿Volveremos a tener este curso jornada de mañana como tienen nuestros primos de Zaragoza?, me preguntó vencido por el sueño.
Pese a saber que, según se ha publicado, la Consejería de Educación de mi Comunidad no va a cambiar nada al respecto por un supuesto defecto de plazos ni a tener en consideración que el 84,4% de los padres y madres de su colegio votaran recientemente a su favor, he preferido callarme.
Como epidemiólogo desde el principio de la pandemia, pero ahora también como padre, estoy absolutamente convencido de que en esta situación excepcional que padecemos, esa jornada continua es la mejor opción. En todos los sentidos, por mucho que se diga. En otras Comunidades se ha aplicado de oficio, atendiendo al principio de precaución. Sería lo normal en cualquier actuación en Salud Pública. Y si aun con todo quedasen dudas, ¡que pregunten a los niños!

domingo, 18 de octubre de 2020

El precio de la codicia

Esa ola económica que conforma este tsunami llamado Coronavirus sigue cerrando negocios. Anteayer, nuestra agencia de viajes... Ayer, aquella tienda de ropa... Hoy, otro local de fisioterapia que abrió a principios de año... Mañana cualquier hotel, ahogado entre tantas restricciones. Y así, poco a poco, ante carteles de Se traspasa siento que el comercio de mi ciudad se va desangrando cada día.
Desde nuestra condición de consumidores responsables, y en esa costumbre mía de charlar con los dependientes después de cada compra, he sabido las razones de sus cierres. La primera se vio afectada por una drástica caída en la demanda de viajes y, sobre todo, por tanta competencia en Internet... La segunda, por un descenso descomunal en el número de ventas, acompañado por esa recarga del 20% en su cotización de autónomo a la Seguridad Social cada vez que a fin de mes no podía hacerle frente... La tercera, por la avaricia del dueño de su local, quien prefiere que cierre y quede libre antes que bajarle un euro su alquiler.
Ciertamente, el maldito virus ha torpedeado los cimientos de la economía, aumentando nuestra lista de problemas. Pero también es cierto que en la relación de soluciones hay una parte importante de nosotros. De ahí que apostemos por reforzar el consumo responsable, mejor a nivel local, en tiendas cercanas... Por consentir la rentabilidad de los negocios, facilitando créditos y eliminando cualquier sobrecarga tributaria... Y por supuesto, mediando entre propietarios e inquilinos cuando sea preciso, a sabiendas de que muchos alquileres pactados antes de la pandemia no se sostienen durante la misma. No en vano, si nunca baja su cuota más de ese euro que ahora niega, me da que aquel local de fisioterapia permanecerá mucho tiempo cerrado. A fin de cuentas, ese será el precio de su codicia.

viernes, 16 de octubre de 2020

Cocoloco y Mariflor

Cada día, con independencia de que sea nuestro santo o cumpleaños, recibimos un regalo en cualquiera de sus formas: ese encuentro inesperado, la llamada que emociona, aquel gesto que te pinta una sonrisa... El de hoy ha sido la invitación de mi amiga Eva a que asistiera en el Teatro San Francisco, de León, a esa première de la obra Cocoloco y Mariflor, escrita y dirigida por Iñaki Juárez, e interpretada por ella misma.
Esta lavandera con alma de titiritera nos ha devuelto el espíritu de niño a través de sus canciones, de tantos trabalenguas, de cada marioneta que acompaña cada cuento. He disfrutado mucho... ¡Como un chiquillo! Y de seguro que el Principito y la Sirenita lo harán también durante el fin de semana, cuando acudan a verla para conocer su historia.
No obstante, si me tuviera que quedar con algo de esa sesión, sería con el lenguaje no verbal de Eva. La sentí ilusionada, sonriente, feliz comprometida en su papel... Lo hace fenomenal. Y cuando veo así a una amiga, el regalo recibido es por lo menos el doble.