La primera
dedicatoria de la que tengo constancia se la hice a mi abuela Concha siendo
niño. Fue una canción por la radio en el día de su santo, adornada con esta
coletilla: De tu nieto que te quiere mucho. Siguiendo con esa costumbre,
cada uno de mis libros está escrito para alguien aun cuando, evidentemente,
acaben siendo aptos para todos. Y así, el primero va dedicado a mis padres -porque
siempre quisieron que fuera buena persona-, el segundo a mí -porque cada
proyecto ilusionante comienza por uno mismo-, el tercero a mi mujer -por
la ilusión con la que conjuga todos sus verbos- y este último a un amigo
que se fue, pero que en la memoria y en el corazón -que por algo recordar viene
de core- siempre estará con nosotros. Obviamente quedan más destinatarios
en el tintero -el siguiente ni siquiera sabe aún decir papá- y con ellos otras muchas historias que contar.
Nota: Texto perteneciente al prefacio titulado La regla del siete, incluido en mi libro Siete paraguas al sol.
sábado, 25 de mayo de 2013
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2 comentarios:
Todas tus dedicatorias son muy bonitas Manuel!!!y las que nos haces a nosotras también.
Buenos días de domingo, Cristina:
¡Bienvenida de nuevo a este blog!
Mil gracias por tu comentario; la verdad es que al asunto de las dedicatorias suelo dedicarle su tiempo porque creo que lo merece.
Me alegra que la tuya te gustase.
Mil sonrisas, tres besicos -incluido uno grande del Principito-.
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