Dicen que la
inteligencia tiende a lo justo, que es lo mínimo exigible. Que la afectividad
busca lo bello, despertando del letargo a los sentidos. Que la voluntad
pretende lo bueno por ser lo máximo a lo que podemos aspirar. Desde
su teoría, Irene considera que no hay personas buenas, bellas o justas. Si
acaso lo son sus actos; a ellas les basta con ser personas. No obstante, desde
su práctica ha constatado que el azar gusta de ayudar
a los sencillos. Y que lo justo, lo bello y lo bueno se les otorga por
añadidura... Por eso, los mejores suelen ser los más humildes.
Nota: Párrafo perteneciente al capítulo Goles de paz, incluido en mi libro Siete paraguas al sol.
No hay comentarios:
Publicar un comentario