Mañana mismo, en cuanto salga a mediodía del trabajo, marchamos quince días de vacaciones. Iremos a las playas del Levante, con la posibilidad de hacer a la vuelta una presentación de mis Nanas para un Principito en Madrid. Sería el lunes 14 de julio y, si finalmente cuadrara, os lo diría con la debida antelación.
Para despedirme hasta el regreso -cierro este blog durante ese tiempo de descanso- comparto unas líneas de mi relato Mi trocito de bizcocho, incluido precisamente en ese libro.
Feliz verano, mil sonrisas y muchos, muchos cuentos.
En este mundo de paradojas,
papá suele decir que el
mejor día de vacaciones es el último de trabajo. Pues bien, a él ya se le pasó
ese día porque hoy hemos comenzado las nuestras. Estaremos una semana en esa
isla mágica que responde al nombre de Gran Canaria. Será en sus playas del sur,
y más concretamente en un hotel con ambiente africano que está lleno de figuras
de animales. Hay elefantes a dieta, jirafas con tortícolis, cebras en pijama,
visones con abrigo de visón… Si no fuera porque lo acaban de inaugurar y las
plantas no han tenido tiempo de crecer, parecería que estamos en la selva.
Por cierto, llamándome como me llaman, en él he
conocido a mis árboles favoritos: los baobabs. Sé que el Principito original –el protagonista de ese libro que tanto les
gusta a mis papás- los consideraba una mala hierba, arrancándoles del asteroide
que habitaba para evitar que sus raíces lo destruyesen… Pero hoy me he
reconciliado con ellos a través de este pacto: si vosotros me dais sombra, yo
os riego con el agua de mi regadera.
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