Este libro es un cuaderno de recuerdos de la época de su hijo como bebé, alternándose la realidad con los cuentos que le narra a su hijo, apodado El Principito debido a la devoción que profesan sus padres por esta obra de Saint Exupéry. Porque estas nanas son ante todo un bonito cante a la primera vida, donde es el propio niño Manuel el que nos habla desde la cuna, el que nos cuenta sus primeros pasos y las sensaciones evocadas con las actividades que va experimentando.
"Si todos los mayores tenemos un pasado, los pequeños como él solo tienen futuro. Y eso resulta fascinante". "Hay adultos que necesitan muchas palabras para decir algo, y niños que lo decimos todo con una sola mirada".
Me decía Manuel que su libro más personal era quizás El amor azul marino, aunque en este se advierten casi tantas características como el otro para considerarlo más personal que otra cosa. Porque está claro que este autor no puede desprenderse de lo que es, y así nos lo sugiere en sus historias, en las que los cuentos forman parte de su vida y su imaginario.
Ternura, esperanza, la vida explicada a través del cuento. Se respira infancia, pero también una madurez literaria, que se ve complementada con las ilustraciones de Raquel Ordóñez Lanza, aspecto que hará que quieras tener esta gran obra de arte a tu disposición para contarle a tus hijos, o futuros hijos, en cualquier momento.
Y es que Manuel me/nos ha enseñado que el cuento es un género literario que nace desde lo más primitivo del hombre y que nos ayuda a explicar quiénes somos de manera eficaz y soñadora a la vez.
Nota: Reseña publicada en el portal literario Lecturafilia -precisamente, la número 300-, a propósito de mi libro Nanas para un Principito.
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