miércoles, 22 de julio de 2020

Esperando su vacuna

Mi Sirenita cree que su papá inventará una vacuna contra ese Coronavirus que nos pinta la cara de mascarilla. El Principito está convencido de que lo hará algún español. Me da que ambos se equivocan. La primera porque, aunque así me considere ella, no soy ningún Superman; el segundo porque tristemente, desde tiempos de don Santiago Ramón y Cajal, investigar en nuestro país sigue siendo llorar.
De lo que los dos pueden estar seguros es de que en cuanto haya una vacuna reconocida, eficaz y segura contra dicho microorganismo, se la administraremos. Y lo haré convencido de que esos preparados -junto a la potabilización del agua- constituyen uno de los avances sanitarios más importantes de nuestra Historia y la manera más efectiva de prevenir las enfermedades infecciosas. Ademas, vacunarse supone un ejercicio de solidaridad hacia el resto, por permitir el conocido efecto rebaño.
Aun respetando cada opinión, sinceramente no creo que ningún laboratorio haya montado este lío para hacerse millonario. La propia Federación Internacional de la Industria Farmacéutica -a la que pertenece la española Farmaindustria- ha confirmado que el acceso a cualquier tratamiento contra esa COVID19, lo idee quien lo idee, será asequible y equitativo en todo el mundo. Tampoco que -como afirman algunas personalidades al margen de la Ciencia- trafiquen en su diseño con ADN fetal, contengan mercuriales, se potencien con la tecnología G5, vayan a causar decenas de patologías, ni que todo esté preparado para implantar microchips cuando se pinchen. Si tuviese el menor atisbo de que esto fuera así, jamás me plantearía ponérselas a las dos personitas que más quiero.
Contrariamente, las noticias que llegan sobre los diferentes productos que ahora mismo se están probando aseguran que la inmunidad que generan es intensa, sin causar apenas efectos secundarios. Si todo sale según lo previsto, la aprobación europea de esas vacunas será en primavera del próximo año. A su ritmo, eso sí, para garantizar su eficacia y seguridad. Y es que, parafraseando al mismísimo Cajal, incluso en estos tiempos del Coronavirus, a nadie le cuesta más que a aquel que mucho desea.

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