El psicoterapeuta alemán Peter Bourquin afirma que la hiperactividad lleva a la disociación de la persona, apostando firmemente por desacelerar nuestras vidas y disminuir su nivel de estímulos, a fin de ampliar la conciencia... y, en consecuencia, sentirnos más tranquilos.
Quizá por asumir sus teorías, seguiré por un tiempo desconectado de redes sociales. Tampoco realizaré más sesiones de cuentacuentos, a pesar de las muchas invitaciones que sigo recibiendo para ello. Mil gracias por tanta confianza y mil disculpas a todos.
Al ser un verbo inherente a mí, trataré de escribir un ratico cada día, si bien antes deberé recuperar esa inspiración que a veces se nos escapa. Y es que leyendo mi último libro, Catorce lunas nuevas (Editorial Undergraf), hay párrafos en los que todavía no me reconozco. Como en este decálogo que redacté pensando en nuestros hijos y que acostumbro a reaprender cada día:
1. Tu hijo no es tuyo. Es una persona distinta a ti que crece a
través de ti. Y eso sí: se mirará siempre al espejo a través de ti.
2. Las relaciones fraternales deben enmarcarse en la reciprocidad, la
comunicación y la empatía. Hemos de escuchar a nuestros hijos, dejarles que se
expresen libremente, no interrumpirles sin más, ponernos en su lugar,
transmitirles calma… No dedicándoles el tiempo que nos sobra, sino aquel que
necesitan. En definitiva, compartiendo momentos de calidad.
3. Los padres poseen una mirada para cada uno de sus hijos. Cada cual
es diferente al otro, por lo que debemos valorarles de manera independiente… Y quererlos
como son. Solo así, potenciaremos realmente sus capacidades.
4. Regaremos su crecimiento con mensajes positivos. Desde ellos
favorecemos el diálogo, generamos soluciones, alejamos prejuicios, activamos
creencias saludables, nos sentimos más cerca, mejoramos su autoestima… Y a la
larga, construimos un yo que suma. Digámosles hasta dónde está bien, en lugar
solo de lo que está mal.
5. Hemos de permitirle que exprese sus emociones para que pueda
ejercer su control. Aunque nos disguste que se sienta triste, resulta normal
que a veces lo esté. La negación de estas genera tensiones que acabarán por
somatizar.
6. Descubramos el equilibrio. Una educación autoritaria genera niños
inseguros; una educación permisiva produce niños tiranos. Sin olvidar que la
educación es sistemática por definición: educamos todos.
7. No juzgar tanto, no comparar tanto, no posicionarse hacia uno u
otro hijo, no preocuparse tanto, no estimularles mucho por la noche –a menudo,
con leer un cuento, basta-, no obligarles a madurar… Y aun resultando
paradójico tras tantas negaciones, no decirles siempre no.
8. Los pequeños han de tener límites claros, conocidos y si es
posible –aunque no obligatorio- acordados en común.
9. Lo que no vayas a decirle a un amigo tuyo para no perderlo, jamás
se lo digas a tu hijo. Podrías perderlo a él.
10. Incluso en la peor de las broncas familiares, el amor debe
persistir.
1 comentario:
Te felicito por tu sabía decisión. Nadie puede dar lo que no tiene. Dar paz y alegría es el mejor regalo. Afortunada por contar con tu amistad.
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