Ayer, como cada 27 de marzo desde 1961, conmemoramos el Día Mundial del Teatro. Me habría encantado asistir con tal motivo a alguna representación, pero por razones personales esta vez no pudo ser. En cualquier caso, y aunque sea al día siguiente, quisiera sumarme a un deseo que empieza a tomar urgencia: que no sigamos teniendo "el IVA cultural más alto de Europa", ni conviviendo con paradojas como que el teatro deba tributar en nuestro país cinco veces más que las revistas de contenido pornográfico (21% versus 4%).
Quisiera también felicitar de corazón a todos mis amigos que han hecho de este género una forma de vida: a Carolina Aller (actriz genial que actuó en la presentación de mi libro Nanas para un Principito, que está triunfando en Madrid y de la que estamos absolutamente convencidos de que algún día será recompensada con un premio Goya), Chema Rodríguez-Calderón (autor y director, que ha representado con éxito en escenarios de medio mundo y que acaba de coordinar la edición de nuestra Antología de la Comedia y el Humor), Jesús Vidal Navarro (persona y personaje tan completo que va a dar mucho que hablar con su obra Sala de espera, recientemente estrenada en León)... Y por supuesto, con un cariño especial, a mi sobrina Mariela, quien -como tantas actrices que empiezan- sale corriendo de las clases de su facultad para acudir a los ensayos en aquella escuela de arte dramático.
¡Cuánta razón tenía Arthur Miller en esa frase suya que ayer hice mía!: "El teatro es tan infinitamente fascinante porque es muy accidental... Tanto como la vida".
sábado, 28 de marzo de 2015
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