Nuestro cerebro es una caja mágica impresionante. En
ella habitan las neuronas espejo, responsables de que cuando alguien
bosteza, nosotros bostecemos a continuación; o de que si un día te
compras un coche rojo, empieces a ver demasiados coches rojos...
Hay neuronas sensitivas, que nos
mantienen en contacto con el mundo exterior. Gracias a ellas, sentimos… Están
las neuronas memoria, que se comportan como un archivo incompleto que
llenamos a base de ficciones. Después del fogonazo de una vivencia intensa quedan las
brasas de su evocación. Muchas de ellas ni siquiera sucedieron. El cerebro tiende siempre a completar la información, a ordenar lo
desordenado y a eliminar cuanto sobra, a fin de protegernos de lo que realmente ocurrió;
es almíbar, que conserva y endulza lo vivido. De ese pozo de recuerdos fluirá
la fuente de nuestra experiencia… Y existen
otras neuronas influidas por hormonas, que son responsables de nuestros
sentimientos. De hecho, algunos científicos opinan que estos no competen al
corazón sino al cerebro, pues muchas emociones son una simple cuestión de
química. Eso explicaría que en un principio la alcoba carezca de leyes, si bien
luego sus pasiones –al igual que los neurotransmisores que las regulan- mueran
por agotamiento. Lo
que antes me hacía gracia, ahora me molesta; lo que antes no me importaba,
ahora me irrita. Más fácil morir por ti que vivir contigo.
Nuestro cerebro, sin embargo, está lleno de reparos. Siempre hay un
poquito más en cada ¡es suficiente!, algún llego tardísimo en
ese ¡ya estoy!, un lo compraré otro día en cualquier ¡demasiado
caro!, un vete si quieres en cada ¡quédate! En esta misma línea, la gente no va al gimnasio a hacer pesas, sino
relaciones… La mayoría se casa cuando llega la edad, no cuando llega el momento…
La titulitis –esa obsesión por acumular diplomas que realmente no
facultan para nada- se encuentra a la orden del día… Si en tiempos de crisis no
tienes problemas económicos, parece que no tienes problemas… Y antes, cuando
salías de viaje, no podías olvidarte la maleta; ahora, el cargador del móvil.
PD.: Párrafo incluido en mi libro de cuentos Catorce lunas llenas.
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