miércoles, 26 de septiembre de 2018

Mi yo más ecológico

De siempre he procurado ser respetuoso con el medio ambiente y transmitir esa actitud a mis hijos. Por ello desde pequeños les he enseñado a vivir en contacto con la Naturaleza, a segregar correctamente nuestra basura e incluso a convertir en un juego algo tan ecológico como retirar los residuos de una playa. 
Dicha disposición se ha contagiado también a mi literatura, como si de una manera figurada procurase eso mismo ante mis lectores. Por ello comparto estas líneas del relato titulado La batalla de la Luna -recordando aquel viaje a Auckland-, incluido en mi libro Catorce lunas llenas.

"Ciertamente, en las sociedades occidentales resulta más fácil tirar las cosas que arreglarlas. Por suerte, los ciudadanos de Nueva Zelanda han asumido ese reciclaje como una norma básica de convivencia y una forma de preservar su territorio para futuras generaciones. Por poner solo un ejemplo, se estima que por cada tonelada de papel que se recicla se ahorran dos metros cúbicos de vertedero, 140 litros de petróleo, 50.000 litros de agua, y la emisión de casi otra tonelada de dióxido de carbono, uno de los gases de efecto invernadero, causante de ese cambio climático al que se le atribuyen nueve de cada diez desastres naturales… Porque puede que tengamos otros planes, pero no tenemos ningún otro planeta. Sin olvidar la importancia del consumo responsable, pues nadie recicla mejor que quien no gasta más de lo que necesita.
Dichos habitantes saben que vivimos en un mundo en el que millones de especies comparten espacio, si bien solo una –precisamente la humana- puede destruirlo. De hecho, una de cada seis que conocemos no se las podremos enseñar a nuestros nietos más que en fotos... Saben que existe una relación directa entre el aumento global de la temperatura y esa extinción, de manera que si se mantienen los niveles de emisión de gases nocivos habrá una pérdida notoria e irreparable de tal biodiversidad… Saben que al ritmo de deforestación actual, los árboles desaparecerán de su superficie en apenas tres siglos, esto es, en unas doce generaciones… Saben que en menos de diez años los océanos estarán tan sucios que albergarán un kilo de plásticos por cada tres de pescado… Saben que esperar sentado nunca será solución, con el añadido de que el medio ambiente no distingue entre el agresor o el indiferente... Y saben que ese respeto hacia su entorno debe inculcarse desde la infancia, pues nunca podrás proteger algo que no has aprendido a amar...".

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