No fue en una pista central ni en ningún torneo de prestigio. Ni siquiera había público en las gradas, ni siquiera repartieron puntos ATP. Pero para mí, este de hoy ha sido el partido del año. Primero, porque al otro lado de la red restaba mi hijo, y eso siempre merece un plus especial... Segundo, porque ambos hemos practicado deporte durante casi una hora, con todos los beneficios que ello conlleva... Tercero, porque hace más de seis meses que no empuño una raqueta -desde antes de aquella lesión cervical- y estaba expectante por ver cómo me encontraba... Cuarto, porque Manuel lo ha pasado genial jugando al tenis con su padre -aunque por precaución fuera solo a un set-, y eso siempre resulta bueno para los dos... Quinto y último, porque con independencia del resultado final -me ha vencido por un engañoso 7-5, pues llegué a tener dos bolas ganadoras-, mi espalda ha respondido correctamente y no he sentido molestia alguna ni antes, durante o después de pelotear.
Y es que esa vuelta a nuestra normalidad está yendo tan conforme a lo previsto, que cualquier día de estos me veo pidiéndole la revancha.
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