Este
verano lo pasaremos en el pueblo de mi abuela Rosita. Una espiga de sinople en
su escudo, un castillo de oro en su bandera, armas del linaje de Quiñones…
Porque, sin duda, se trata de un municipio con solera.
Allí
tomaré nuevas palabras para mi diccionario, nuevas perspectivas para mis
vivencias. Desde arriba, a ras de cielo, resaltan su torre sin iglesia y su
iglesia sin torre. Desde abajo, a ras de suelo, me quedo con su parque infantil
donde jugamos los niños como yo, hechos a partes iguales por apetito y
curiosidad.
Según
el censo, el año pasado sumaba 580 habitantes, abuelo más, abuelo menos… Si
bien, como la gente no avisa cuando entra ni cuando sale, resultan muy
difíciles de contar. A este paso van a tener que poner un torno en el que
fichar, igualito al de la entrada del trabajo de papá.
El
bar a orillas de la carretera será nombrado algún día patrimonio cultural de la
humanidad. En su lista de precios puede leerse: Café solo, 3 euros; Café con buenos días, 2 euros; Café con por favor y
buenos días, 1 euro. ¡Una manera elocuente de fomentar la cortesía! Impreso
en una baldosa, se prohíbe la blasfemia y la palabra soez.
¡Como debe ser! Y en su tablón de anuncios se advierte claramente: Todo aquel que permanezca más de un cuarto
de hora con el periódico, deberá continuar leyéndolo en voz alta para que se
enteren las demás personas que están esperando por el mismo. ¡Una forma efectiva
de estimular la lectura! El aviso de la izquierda resulta más preciso: Compro chatarra a peso; también doy clases
de inglés a domicilio. Y es que aquí servimos todos para todo. El del lado
derecho parece consecuencia de la situación económica que vivimos: Se necesitan clientes; no se requiere
experiencia. Será que en los pueblos se nota menos la crisis, probablemente
porque siempre estuvieron en ella. El de más arriba resuena a compromiso: No le cobramos nada por buscar pareja salvo
que la encuentre. Por último, la cita del día aunque lleve meses puesta: Si siembras mucho podrás recoger poco. Si no
siembras nada, no recogerás nada.
Definitivamente,
estamos mejor que en la ciudad… Porque si ellos tienen las modernidades,
nosotros tenemos la esencia.
Nota: Párrafo perteneciente al relato La luna y el lobo, incluido en mi libro Nanas para un Principito.
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