lunes, 22 de junio de 2015

En el pueblo de Rosita

Este verano lo pasaremos en el pueblo de mi abuela Rosita. Una espiga de sinople en su escudo, un castillo de oro en su bandera, armas del linaje de Quiñones… Porque, sin duda, se trata de un municipio con solera.
Allí tomaré nuevas palabras para mi diccionario, nuevas perspectivas para mis vivencias. Desde arriba, a ras de cielo, resaltan su torre sin iglesia y su iglesia sin torre. Desde abajo, a ras de suelo, me quedo con su parque infantil donde jugamos los niños como yo, hechos a partes iguales por apetito y curiosidad.
Según el censo, el año pasado sumaba 580 habitantes, abuelo más, abuelo menos… Si bien, como la gente no avisa cuando entra ni cuando sale, resultan muy difíciles de contar. A este paso van a tener que poner un torno en el que fichar, igualito al de la entrada del trabajo de papá.
El bar a orillas de la carretera será nombrado algún día patrimonio cultural de la humanidad. En su lista de precios puede leerse: Café solo, 3 euros; Café con buenos días, 2 euros; Café con por favor y buenos días, 1 euro. ¡Una manera elocuente de fomentar la cortesía! Impreso en una baldosa, se  prohíbe la blasfemia y la palabra soez. ¡Como debe ser! Y en su tablón de anuncios se advierte claramente: Todo aquel que permanezca más de un cuarto de hora con el periódico, deberá continuar leyéndolo en voz alta para que se enteren las demás personas que están esperando por el mismo. ¡Una forma efectiva de estimular la lectura! El aviso de la izquierda resulta más preciso: Compro chatarra a peso; también doy clases de inglés a domicilio. Y es que aquí servimos todos para todo. El del lado derecho parece consecuencia de la situación económica que vivimos: Se necesitan clientes; no se requiere experiencia. Será que en los pueblos se nota menos la crisis, probablemente porque siempre estuvieron en ella. El de más arriba resuena a compromiso: No le cobramos nada por buscar pareja salvo que la encuentre. Por último, la cita del día aunque lleve meses puesta: Si siembras mucho podrás recoger poco. Si no siembras nada, no recogerás nada.
Definitivamente, estamos mejor que en la ciudad… Porque si ellos tienen las modernidades, nosotros tenemos la esencia.

Nota: Párrafo perteneciente al relato La luna y el lobo, incluido en mi libro Nanas para un Principito.

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