Y hoy 16 de junio -coincidiendo con el 39º aniversario del levantamiento de la población de Soweto (Johannesburgo, Sudáfrica) contra la política del apartheid imperante en el país-, conmemoramos también que hace 25 años los distintos líderes de la Unión Africana firmaron la Carta Africana sobre los Derechos y el Bienestar del Niño, recogiendo los derechos para la Infancia adoptados por Naciones Unidas y comprometiéndose a proteger a los más pequeños de las prácticas sociales y culturas que pudieran serles dañinas.
El lema de este año queda claro: acabar con los matrimonios de niños, a sabiendas de que una de cada tres mujeres que se casa en el África subsahariana es menor de edad. Promover la educación, la igualdad de género, la igualdad de oportunidades, la aptitud de no permanecer insensibles a los matices culturales que llevan a esos matrimonios, o la implementación de políticas y estrategias para evitarlos, son algunas de las medidas apuntadas para tal fin.
Como viajero que ha visitado este continente, tampoco soy insensible a dicha circunstancia. De hecho, así lo recogía simbólicamente en aquel relato titulado Una carta para Lida -incluido en mi libro Cartas para un país sin magia- en el que, dirigido de manera figurada a todas las pequeñas vulnerables, me adhería a esta causa dejando por escrito mis deseos: "...para que nadie la discrimine por el mero hecho de ser mujer, porque no se case adolescente con un anciano de conveniencia, porque ninguno la humille si se enamora de la persona equivocada".
martes, 16 de junio de 2015
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