Cada 28 de julio, conmemorando el aniversario del nacimiento del profesor Baruch Samuel Blumberg (premio Nobel en Medicina en 1976 por descubrir el virus de la hepatitis B y desarrollar una primera vacuna), se celebra el Día Mundial contra la Hepatitis, un grupo de enfermedades infecciosas que afectan a cientos de millones de personas en el mundo y causan cada año la muerte de más de un millón y medio de pacientes.
Aun cuando las más graves sean las tipo B y C, tampoco podemos olvidar las demás. De hecho, desde el Centro de Vacunación Internacional en el que trabajo, dedico parte de mi tiempo a concienciar a los viajeros de la importancia de vacunarse correctamente frente a la hepatitis A, en caso de desplazarse a destinos en los que esa enfermedad resulta endémica.
Por ello, en esta jornada conmemorativa, hago míos de manera resumida los objetivos propuestos al respecto -con especial atención precisamente a esos tipos B y C- por la Organización Mundial de la Salud:
1.- Conocer los riesgos: la sangre contaminada, las inyecciones peligrosas y el intercambio de material de inyección pueden provocar la aparición de la infección por el virus de la hepatitis.
2.- Exigir inyecciones seguras: anualmente dos millones de personas contraen esta enfermedad a través de inyecciones peligrosas, insistiéndose en que el empleo de jeringuillas desechables puede prevenir esas infecciones.
3.- Vacunar a los niños: unos 780.000 pacientes mueren cada año a causa de la infección por hepatitis B, aun cuando existe una vacuna eficaz y segura que puede otorgar una protección de por vida.
4.- Someterse a las pruebas de detección y solicitar tratamiento: en este sentido, debemos subrayar que existen medicamentos eficaces para tratar la hepatitis B y curar la hepatitis C, a los que cada paciente -al margen de patentes y otros intereses ajenos- debería tener acceso.
martes, 28 de julio de 2015
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