"Irene eres tú". Así lo refería uno de mis lectores en el último email recibido a propósito de mi libro Siete paraguas al sol... ¡Y puede que, siendo médicos ambos, no le faltara razón! Por eso, a través de la descripción de ese personaje en la novela, comparto este texto para desearos desde él un fin de semana sencillamente genial.
Mil sonrisas y, por supuesto, nos seguiremos contando a partir del lunes.
Irene, la sexta hija de ese campanero llamado Bernardino, conjuga sus verbos en esta
ciudad (Bagdad) ubicada a orillas del río Tigris. Sabe que vivir equivale a seguir, a creer realmente en lo que
estamos haciendo, a salir de ti mismo para que puedas entrar. A llenar cada mañana los pulmones de aire, el corazón de
sosiego, el alma de ilusiones... Y hacerlo serenamente, sin prisas ni
ambivalencias, tratando de ser más aunque parezca de menos.
Vivir
significa asimilar. Tener la certeza de que desde la nada puede conseguirse
todo, que lo nuestro va antes que lo mío. Primero oír, luego escuchar, por
último entender... Recordando que solo se enfada contigo quien espera algo de
ti. Por eso, ha aprendido a no esperar.
Vivir
significa tener sed. De amor, de infinito, incluso
de agua.
Y
por supuesto, vivir significa sobrevivir.
Aquella
niña a quien contasen mil cuentos, que tuviera en el pastel de calabaza su
postre favorito, se ha convertido en una mujer. Y es que a veces el tiempo pasa tan deprisa que
deberían multarle por exceso de velocidad.
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