Casual o causalmente, conocí a Juan Patricio Lombera hace ahora quince
años, cuando le solicité información a propósito de Morelia, México, dado que
una de mis obras de aquella época estaba ambientada allí. Y él, mostrando una
generosidad extraordinaria, no solo resolvió cada una de mis dudas, sino que
además se ofreció para participar en su acto de presentación. Poco después, el
propio Patricio me entrevistaría por ella en Sexto Continente, ese programa
radiofónico sobre Literatura que presentaba en Radio Nacional de España. Y también,
de manera casual o causal, de tal encuentro surgió nuestra participación
conjunta en aquella recopilación tan singular: Microantología del Microrrelato.
Desde entonces prendió
entre nosotros una amistad casi de ficción, fortalecida a base de compartir
editor y editorial, lecturas recíprocas –¡qué
genial su Bestiario chicano!-, diez reseñas suyas, cien antologías de nuestras
vivencias, mil firmas en ferias del Libro… Cuando una década después Patricio obtenía merecidamente el VI Premio
Irreverentes de Novela con su obra El péndulo familiar –otra
lección en toda regla de la Historia reciente de su país- fui de los primeros
en felicitarle… Y en el momento que decidió presentarla en mi ciudad, no dudé
en ofrecerme como maestro de ceremonias para tal acto, resultando este tan
brillante como concurrido.
Con el paso del
tiempo, ambos seguimos intercambiando relatos y conversación, e incluso
sopesamos la idea de escribir alguna obra a cuatro manos… Hasta que, en plena
pandemia, Patricio se aventuró a dirigir la edición de un ambicioso libro al
respecto: Las crónicas del Coronavirus, con la participación de doce autores
de Europa, Asia y América, entre los que tuvo el detalle de incluirme.
Al concluir su última
propuesta –estas Cartas Chilangas que más causal que casualmente nos había ido remitiendo a
pequeñas dosis-, este hermano de letras me concedió el honor de ser su
prologuista. De que le presentara a él: un autor nacido hace medio siglo en
México D.F., que escribe a corazón abierto sobre lo que vive, sobre cuanto
siente, sin cortapisas ni dejar indiferentes, casi a quemarropa. Un contador de
historias que convierte su cotidianidad en Literatura, que nos acerca lo que
parece lejano, que en cada uno de sus renglones te invita literalmente a
visitar el fondo de su alma... Y por supuesto a sus Cartas, con las que a
modo de reflexiones he aprendido mucho de ese México que tanto ama: de su día a
día, de sus gentes, de esa vida política a menudo convulsa -refiriendo fraudes electorales o asesinatos de líderes, como los habidos en 1988-, e incluso
de sus equipos de fútbol. Por eso, las recomiendo de manera tan expresa. Para
leer pausadamente, para releer. Porque de su mano imaginada he paseado por
tantas avenidas, viajado desde su aeropuerto, sentido como sienten los de allí…
Y de paso, supe mucho más de él. De un Juan Patricio Lombera que, además de
amigo, humanista o escritor, se ha acabado convirtiendo en otro de mis autores
de cabecera.
1 comentario:
Adjunto el enlace en Amazon a esas "Cartas chilangas", del mexicano Juan Patricio Lombera González. Como consta en su reseña, "una obra imprescindible para comprender el México actual".
Mil sonrisas.
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