Fue entonces cuando desde la propia Red Internacional de Cuentacuentos advirtieron de que dicho certamen era falso y que se trataba de un montaje en el que, por suerte, no llegué a caer.
Hace unos meses leía en la prensa que un grupo de hombres esperaba en vano en el Aeropuerto de Barajas la llegada de sus novias respectivas procedentes de Rusia, con las que habían mantenido durante meses una relación por email. Después de adelantarles los gastos para el viaje, no se presentó ninguna -probablemente nunca existieron- al tratarse de otro engaño.
Hace unas semanas oía por la radio que a un anciano le habían desvalijado sus ahorros al picar en el llamado timo del tocomocho. Le ofrecieron a cambio un décimo de lotería agraciado con el primer premio, que al final resultó ser una copia fraudulenta.
Y hace unos días, otro vecino mayor se quejaba de que cierto revisor del gas le había cobrado cien euros por una inspección que, después de comprobarlo, resultó ser también falsa.
Sin duda, no corren buenos tiempos para la honradez. Aún hay demasiados sobres bajo mano, demasiadas comisiones vergonzantes, demasiados amaños, demasiados listillos... Y es que tristemente, como escribía en uno de mis relatos, seguimos teniendo más posibilidades de que nos quiten la cartera que de perderla.
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