Resulta evidente el poder de los medios de comunicación y su influencia en tantos aspectos de nuestra vida. La cobertura mediática puede generar necesidades donde no se precisa nada, encumbrar o arruinar a cualquiera, presentar como imprescindible al detalle más banal, e incluso que en función de cuánto te saquen se hable de personas de primera o de segunda.
Siendo escritor, asumo que mi relación en general con esos medios ha sido tan cordial como discreta. Recuerdo con ilusión que nada más salir mi ópera prima -El amor azul marino- me hicieron un reportaje que fue contraportada del Heraldo de Aragón... Releo con cariño aquella entrevista para la agencia mexicana Notimex, con motivo de la edición de Mi planeta de chocolate... Revivo con nostalgia esa presentación ante la prensa, en el Café Espejo de Madrid, de mis Siete paraguas al sol, tras obtener el Premio Nacional de Novela Ciudad Ducal de Loeches... Y alguna que otra reseña, cinco o seis entrevistas en la radio, un par de apuntes en televisión... Tal vez no parezca mucho, pero sí lo suficiente como para alimentar mi ego de entonces y darle difusión a cuanto hacía.
Tras una década en esta aventura literaria, creo que es cuando más a gusto me encuentro escribiendo. De hecho, reconozco estar viviendo un momento dulce al estar pendiente de la presentación de esas Catorce lunas llenas dedicadas a mi pequeña Amalia, ser requerido para más sesiones de cuentacuentos que nunca y haber obtenido recientemente dos galardones de importancia: el X Certamen de Relatos Breves organizado por RENFE-Cercanías y el XXXVIII Certamen Carta Puebla, en su modalidad de libro de cuentos. Sin embargo, paradójicamente, tengo la sensación de haber desaparecido para los medios. Aun cuando dirigí un correo electrónico a modo de nota de prensa a la mayoría de ellos advirtiéndoles de la obtención de ambos premios, apenas se hicieron eco de la noticia. Quizá, y eso es lo más triste, porque ni siquiera fuese noticia.
Sé que alguien dijo que si no sales en las revistas puedes darte por muerto. A estas alturas, ni a mi ego ni a mí tampoco nos importa demasiado. Eso sí: no quisiera que nos enterrasen justo cuando más vivo me siento... ¡Con la de historias que aún quedan por compartir!
miércoles, 14 de septiembre de 2016
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