Leía hace unos días en su muro de Facebook, las quejas de un amigo escritor porque a una de las presentaciones de su última novela no había acudido absolutamente nadie. Tristemente, esa es una realidad por la que hemos pasado muchos. En mi caso, recuerdo aquel acto organizado por una universidad en el que a la hora de inicio el salón estaba vacío. Sonrío al recordarlo, porque el profesor que me había invitado y de paso iba a presentarme, aseguró que eso lo solucionaba en un santiamén. De manera que fue a una de las aulas, sacó a sus alumnos, les introdujo casi a la fuerza en aquel espacio, y les dijo que estudiaran lo que quisieran pero que estuviesen allí. A fin de cuentas, apenas duraría una hora.
Al principio de mi locución, todos los estudiantes repasaban con descaro sus apuntes. Al final, todos atendían con disimulo a mis cuentos.
Peor fue lo ocurrido en una librería de otra ciudad, en la que casualmente había estado viviendo. A la hora prevista, solo había tres personas en la sala: mi mujer, un amigo y un periodista -quien, por cierto, me haría luego otra entrevista preciosa-. Ante ese panorama, el librero mostró su enfado, decidiendo la suspensión del acto y advirtiendo con malos modos que no estaba allí para perder el tiempo. Acabamos los cuatro haciendo la reunión en el bar de la esquina.
Puede ser que últimamente estas puestas de largo de los libros hayan perdido atractivo. En mi caso, procuro prepararlas mucho e introducir algún elemento que las haga diferentes -desde una lectura dramatizada hasta un pequeño concierto-, aun asumiendo ese riesgo de que nunca sabes cuánto público asistirá.
Por suerte, presentarla es una fase más en el proceso de creación de cualquier obra, pero no la más importante. Prefiero disfrutar del momento de ideación, compartir con los tuyos la trama que has pensado o departir con tantos lectores en alguna feria del libro... Y si al final todo falla, siempre quedará el recurso de contar con los amigos en algún bar de la esquina.
jueves, 15 de diciembre de 2016
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1 comentario:
A propósito de esta entrada, agradezco mucho a mi amiga y escritora Beatriz Conejero que comparta una frase que le dijo a ella Luis Artigue cuando recibió el Premio Miguel Delibes de Narrativa por su libro ¨Club Sorbona¨: ¨En este recorrido literario, habrá salones repletos de gente; otros, vacíos. A los escritores nos gusta inflar el ego, pero lo más importante es la ilusión que aporta poder escribir y transmitir nuestras historias al mundo¨.
No puedo estar más de acuerdo.
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