miércoles, 28 de junio de 2017

Puntualmente tarde

Sucedió el año pasado, mientras impartía clases de Epidemiología en la Facultad. Si empezábamos a las cuatro, yo solía llegar a menos diez, el primer alumno lo hacía a menos cinco, a en punto apenas había media docena, y entre y diez e y cuarto se incorporaba la mayoría. "Con las distancias y tantos atascos, resulta imposible estar en hora", se justificaba el delegado de curso, mientras pedía esos minutos de cortesía. Sea como fuere, las clases rara vez comenzaban antes de las cuatro y cuarto.
Durante estas fiestas de León, he tenido una vivencia similar. El viernes acudimos a ese concierto coral, cuyo inicio se demoró un cuarto de hora... El sábado participamos en cierto espectáculo infantil que empezó veinte minutos tarde... Y el domingo asistimos al concierto de una banda que se inició con ese mismo retraso, "en deferencia a quienes no han podido venir antes".
Siempre he dicho que me considero una persona demasiado germánica en mi cotidianidad y demasiado latina en mis pasiones. Quizá por eso, me moleste tanto esa impuntualidad, que lleva camino de hacerse norma. No en vano, más de uno ya llega a y cuarto a propósito, sabedor de que antes no van a empezar. Son esos minutos de cortesía que se conceden a quien -por los motivos que sea, seguro que en muchos casos razonables- no se presenta a su hora... Si bien, paradójicamente, no dejan de ser descorteses para quienes estábamos allí con exquisita puntualidad.

1 comentario:

Javier Sachez dijo...

La peregrina idea de que la impuntualidad pertenece al carácter español es un memez. Ser impuntual es una falta de respeto al acto y las personas que han acudido puntualmente.