Parafraseando los diálogos de la película Forrest Gump, las presentaciones de libros son como una caja de bombones: hasta que no la abres, nunca sabes cuánto público asistirá. De entrada, acepto que estos actos -salvo contadísimas excepciones- no constituyen un fenómeno de masas... Entre medias, asumo que muchas de ellas -de no sintonizar con su temática o su autor- pueden resultar monótonas... Y de salida, recuerdo que a lo largo de mi trayectoria literaria he vivido de todo: desde aquellos llenazos en el Palacio de Capitanía General, en Zaragoza, con mi ópera prima El amor azul marino (Editorial Amares) o en el Auditorio Ángel Varga, de León, durante la puesta de largo de Mi planeta de chocolate (Ediciones Irreverentes), hasta aquel gatillazo en cierta librería a cientos de kilómetros de casa, con Nanas para un Principito (MAR Editor), a la que en principio solo acudió un amigo.
Hoy viernes 3 de mayo, a partir de las 20:00 horas, nos vestimos otra vez de gala para una nueva presentación. Será la de mi último libro, Catorce lunas crecientes (Ediciones Péndula), en el Centro Cultural Péndula, ubicado en la leonesa plaza de Colón 1. Sinceramente, no sé si habrá mucho o poco público... Realmente, a estas alturas tampoco nos importa demasiado.
Hace tiempo que los objetivos que pretendo con mi literatura se cumplen cada día, al margen de cualquier dato cuantitativo. Por eso no hace falta que nadie se apunte ni que nadie se disculpe porque no pueda ir.
Eso sí: lo que puedo asegurar es que quien acuda tendrá una vivencia de lo más entretenida, llena de cuentos, llena de emociones, llena de sonrisas, llena de LITERATURA con mayúsculas, de un escritor -tal vez con minúsculas- cuya forma de dar las gracias es vaciarse con cuanto crea para que nunca nos falte tal llenura.
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