Revisando la prensa del día, me quedo sorprendido: "Una concejala gana la oposición que ella misma convoca", obteniendo la plaza con holgura entre los 17 aspirantes que concurren. En páginas interiores puede leerse que una de las acusadas en un juicio de lo más mediático insiste en que "la plaza de la oposición a la que se presentó había sido creada para ella", "se la habían prometido", aun habiendo sacado un exiguo 2,2 en su ejercicio. Finalmente, en columna de opinión se cita un escándalo "de venta de exámenes por Internet" de cara a un proceso selectivo para el ingreso a cierta institución a nivel nacional.
Con noticias como estas, ¿qué le digo a mi sobrina cuando en nada decida preparar su oposición?
De entrada, pudiera parecer que todas están amañadas, que esa corrupción tan vergonzosamente expandida es el único atajo para obtener cualquier vacante.
Tristemente hay demasiados casos como los descritos que se deben denunciar, investigar y si procediera sancionar con la firmeza que merecen. Todos estamos hastiados de enchufismos, pelotazos y demás, que de hecho acaban desprestigiando a nuestras propias instituciones. Pocas cosas más injustas laboralmente hablando que poner a dedo a un incompetente en un puesto que no merece. Nada más indecente que no garantizar la igualdad de oportunidades en cualquier prueba de acceso. Esa no puede ser la norma, sencillamente porque es delito, o cuando menos no resulta ético.
Pese a ello, estoy convencido de que en la gran mayoría de las oposiciones públicas prima la honestidad. Necesito creerlo, pues así lo he vivido en primera persona: como concurrente y como miembro de tribunal. Quizá con esto suceda lo de los aviones: cuando uno se accidenta sale en todos los medios, mientras que los muchos que vuelan con normalidad pasan desapercibidos. Si no lo creyera así, no sabría qué decirme a mí mismo... Y lo que es peor: ¡no sabría qué decirle a mi sobrina!
viernes, 5 de febrero de 2016
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