Estimo y agradezco mucho cuanto me han transmitido aquellos profesores que he tenido a lo largo de mi vida. Desde la primera calle de mi pueblo hasta el último paraninfo, siempre ha habido alguien que me ha enseñado algo que en ese momento necesitaba aprender. En mis padres tuve el mejor ejemplo para tratar de ser buena gente... Gracias a un abuelo, comencé a contar historias... Mi otro abuelo desmenuzó para sus nietos los secretos de la Luna... De mi abuela, copié su recetario... Y así de cada uno, hasta llegar a mis hijos, con quienes intento cada día aprender la lección más difícil: la de ser un poquito más feliz.
En ese ramillete de personas que me han aportado tanto, no puedo olvidar a muchos profesores que me dieron sus clases: desde la señorita Rosario en aquella sala de parvulitos hasta el ponente de un seminario al que acabo de asistir, pasando por todos los que tuve durante mi estancia en la Universidad.
Esta mañana he sabido del fallecimiento el pasado viernes de uno de ellos, a quien siempre tuve en muy alta estima: el profesor D. Manuel Bueno Sánchez, catedrático de Pediatría, decano en su día de la Facultad y actual presidente de la Academia de Medicina de Zaragoza. Sin duda, un docente extraordinario del que aprendí mucho como estudiante y muchísimo también como persona.
La última vez que coincidimos fue compartiendo mesa en las bodas de plata de nuestra promoción: él impartió una de sus clases magistrales con ese humor que le caracterizaba... Yo conté alguno de mis cuentos, ante los que él apuntaría que poseen un gran poder terapéutico y sin apenas efectos secundarios.
Le recordaré siempre con cariño, querido profesor. Mil gracias por sus lecciones, por su legado.
Descanse en paz.
lunes, 13 de junio de 2016
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario