Al igual que hay momentos especiales, existen cuentacuentos de lo más especial... Y el de este sábado, celebrado con motivo de las fiestas del barrio leonés de San Mamés, sin duda lo ha sido. No solo por lo atentos que todos fueron dentro de su comisión de fiestas, por la cercanía del responsable de ese equipo de sonido, por tantos chiquillos que asistieron, por tantos padres y madres que participaron en cada representación, por mi amiga Agustina que vino a escucharme, porque sé que mis libros Nanas para un Principito y Catorce lunas menguantes (ambos bajo el sello de MAR Editor) serán el premio de los juegos para niños que le siguen... También porque al final del final, una pequeña se ha quedado a esperarnos.
Al acercarme a ella, se ha presentado:
- Soy Ivana... La niña que estuvo ingresada en el Hospital de León cuando allá por febrero nos hiciste aquel cuentacuentos... Quizá no me reconozcas porque ahora ya tengo pelo... Estoy de alta, mucho mejor y he venido a verte para escucharte de nuevo y darte las gracias.
A partir de ahí, la emoción me ha dejado sin palabras. Nos dimos un besico, le he regalado uno de mis libros dedicados y nos hemos emplazado a la próxima de mis sesiones, tratando ambos de disimular el que nos haya saltado alguna lagrimilla.
Mil gracias a todos, de corazón... Y mil y una gracias, Ivana, por haber convertido este sábado tan singular para nosotros -casual o causalmente, coincidente con el adiós tan temprano de mis padres- en otro sábado de lo más extraordinario.
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