Aun cuando llevase unos años tocándolo, sea en casa o en la prestigiosa Escuela Eutherpe, nuestra pequeña Amalia acaba de concluir su primer curso de Enseñanza Elemental de Piano, en el Conservatorio Profesional de Música de León. Y aunque parezca pasión de padre, reconozco que lo ha hecho fenomenal. No tanto por lo mucho que ha aprendido bajo la batuta de su profesor Aitor Cano -una persona de diez en todos los sentidos- o por sus excelentes calificaciones, como por lo mucho que ha disfrutado durante este año. De hecho, se ha atrevido incluso a acompañarme en alguna de mis sesiones de cuentacuentos.
En el Recital de Piano y Música de Cámara con el que ponían el telón al curso actual, Amalia interpretó obras de lo más variadas: desde el Menuet en Do mayor de Jean P. Rameau a la Danza Hungara en Re mayor de Ferenc Farkas, pasando por la armonía de Dimitri Kabalevsky o el vanguardismo de György Kurtág. La ovación final del público asistente fue el mejor corolario a su trabajo.
Al despedirnos de tantos, enfilando esa puerta del Conservatorio que conduce a la rutina, alguien murmuró a nuestro paso que Amalia es una pianista con duende. ¡Y cuánta razón tiene! Ahora solo queda que lo siga cultivando.
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