Leo con preocupación que Teresa, la auxiliar de enfermería afectada de Ébola, se encuentra en estado de "extrema gravedad". Desde que el lunes saltó la noticia, no he prestado atención a otra cosa. En mi condición de profesional sanitario, he participado en la investigación y control de muchos brotes. Sé de las dificultades que entraña ese trabajo, realizado a veces bajo condiciones de máxima tensión. Sé que en ocasiones -y aun cuando, obviamente, pretendamos minimizarlos- corremos ciertos riesgos, dada la naturaleza del agente contra el que luchamos. Sé que con frecuencia hay que tomar decisiones importantes en apenas segundos. Sé también que esta labor en favor de los demás no siempre es reconocida como debiera... Y por todo ello, sé que esta compañera merece nuestro respeto, cariño y consideración.
En el sentido más humano de la palabra, rezo cada día para que Teresa salga adelante y se recupere, superando tan terrible enfermedad... Confío con todas mis fuerzas en cuantas personas le atienden -allí en el Hospital Carlos III de Madrid-, a sabiendas de su profesionalidad... Y reniego de aquellos charlatanes que, al margen de cualquier protocolo, osan juzgarle para eludir su responsabilidad.
Aun a riesgo de repetirme, sé también que Teresa no está sola. ¡Ojalá vuelva pronto con nosotros!
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