Mi primer trabajo, nada más de terminar la carrera, fue como médico en una residencia para personas mayores. Quizá de ahí provenga el inmenso cariño que le tengo a este colectivo.
Allí realicé una tarea entrañable, tan difícil como grata, que sin duda me marcó. Recuerdo que, después de la consulta de cada día, pasaba un rato largo charlando con esos residentes o simplemente acompañando a aquellos que -por la razón que fuese- no podían charlar. Recuerdo cada vivencia que compartieron conmigo, cada gesto, cada historia escondida detrás de tanta arruga.
De aquella época proceden algunos artículos científicos que publiqué en distintas revistas geriátricas, y las bases para establecer ese Decálogo para un envejecimiento saludable que recientemente hemos editado en el Boletín de Bioética de la Universidad Complutense de Madrid.
En la actualidad sigo profesando aquel mismo cariño desde mi condición de miembro del Proyecto Solidario "Los Argonautas", dedicado a una mejor atención de esas personas mayores (en especial, a las más desfavorecidas). Y es que en su trato, he acabado haciendo mía la cita que dijera el filólogo Ramón Méndez Pidal: "No debemos empezar pronto la senectud, sino al contrario, rebelarnos contra ella en todo lo que la rebeldía pueda ser sensata, no dejando extinguirse el amor a las obras comenzadas en la juventud y dando calor a las ilusiones de razonable esperanza".
jueves, 22 de enero de 2015
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