sábado, 24 de octubre de 2020

Mi saquete de castañas

Al mediodía de ayer recibí en mi despacho otra llamada telefónica del Servicio de Seguridad del edificio, indicando que en la puerta había una señora que pretendía entregarme algo. Dado que venía sin cita previa, no le dejaban pasar. Pese a tener una montaña de urgentes dispersos por encima de la mesa, opté por bajar a verla.
Al llegar al frío hall de la entrada, sin más abrigo que mi bata blanca, encontré a una mujer octogenaria que quería darme las gracias por cierta gestión sobre vacunas que yo había realizado para su marido. Además de recibir su calidez por algo que hice gustoso -de hecho, también le correspondía-, me regaló un saquete de castañas.
- Son del Bierzo. ¡Las más ricas! -aseguró- ¡Y asadas, ya ni le cuento!
Tras ser yo quien agradeciera tanto su visita como aquel sencillo detalle, acabaría diciendo algo que me impactó:
- Sé que tiene mucho trabajo y anda muy ocupado... Pero sé también que usted está ahora mismo en ese sitio para ayudar a personas como nosotros. ¡Quien le ha puesto ahí, sabía muy bien a quién ponía!
Mi sonrisa traspasó mi mascarilla.  
Y así, con aquel saquete bajo el brazo, regresé a nuestra Sección para seguir combatiendo desde su vanguardia tantas tensiones infundadas o a ese maldito Coronavirus. 
Por cierto, en esta tarde de sábado merendaremos castañas asadas del Bierzo. Al Principito le encantan. Y es que, como aquella mujer asegurara refiriéndose tanto al fruto como a su gratitud, ¡no las hallaré mejores!

2 comentarios:

Silvia Cortés Ramírez dijo...

Qué anécdota tan entrañable! Un abrazo muy grande primo!!

Manuel Cortés Blanco dijo...

Buenas noches, prima:
Mil gracias por tu comentario, pero sobre todo por SER y ESTAR. Cuidaos mucho que valéis mucho. Os queremos.
Cuatro besicos nuestros para todos.