Aunque me sienta halagado por ello y todas sean de agradecer, a algunas -básicamente las primeras- pudimos decirles sí... pero últimamente, aun lamentándolo mucho, estoy respondiendo no. Porque entre el peso de mi trabajo -resulta complicado ser preventivista en los tiempos que corren- y ese cuadrante de extraescolares de nuestros hijos, he llegado a este final de año realmente cansado, necesitando un tiempo para reposar.
La mayoría de esas sesiones las realizo de manera altruista, coincidiendo con mis días de libranza en el Hospital. A veces es la única manera de que los cuentos alcancen a determinados colectivos. Y estoy encantado de que sea así, sabiéndome con ello suficientemente pagado.
Sin embargo, creo que ahora toca plegar velas, decir no siendo asertivo, recargar baterías... Al menos hasta el evento siguiente para el Teléfono de la Esperanza, en León. Lo necesito tanto como siento posponer a mis próximas vacaciones algunas de aquellas peticiones... Porque eso sí: en cualquiera de los casos, nunca dejaremos de contar.
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