Lo admito: soy un escritor contra pronóstico. En las últimas ferias literarias a las que he asistido -como las celebradas en León o Valladolid-, apenas formé colas... Y en nuestras dos últimas sesiones de cuentacuentos, tan solo se adquirieron cinco libros entre ambas. Como mi querido Lolo asegurase: Manuel, escribes muy bien, pero te vendes muy mal.
Sin embargo, he acabado descubriendo que la salida a mi literatura no está tanto ahí como en esos amigos embajadores que me promocionan por toda España. ¡Y son un montón! Por citar algunos, recuerdo que mi colega Manolo (Huelva) pidió medio centenar de unidades de aquella ópera prima titulada El amor azul marino, para distribuirlas entre el personal sanitario de su hospital... que con Mi planeta de chocolate, un vecino vinculado a cierta empresa de dulces (Navarra) compró varias cajas para regalarlo de aguinaldo por Navidad... que con El amor en los tiempos del Mindfulness, fue Miguel -mi lector de cabecera- quien tras recorrer cientos de kilómetros para asistir a una de sus presentaciones, acabó llevándose a su Alboraya horchatera decenas de ejemplares de la obra... Otro tanto sucedió con mis amigos Rubén (Madrid), Anna (Barcelona), Aitana (Coria), Yago (Asturias), Chelo (Tavernes de la Valldigna), Lucía (Sevilla)... O con esas empresas como EDATEC (Vigo) -dedicada a la eficiencia energética- o el salón de peluquería Alfera Estilistas (Zaragoza), quienes han regalado mi literatura a muchos de sus clientes... En el penúltimo Cuentos de carbón, son decenas los mineros a quienes le han recomendado sus relatos; e incluso hoy he sabido que Toño, un amigo de mi hijo Manuel, habla de ellos con cariño en su clase de Lengua.
Y así, anécdota a anécdota, llegamos a la que será mi próxima propuesta: esas Catorce lunas nuevas que verán la luz muy pronto, gracias al patrocinio de la empresa médica GSK.
Lo readmito: soy un escritor contra pronóstico. Y es que, al margen de tales circunstancias, si mi admirado García Márquez conseguía que escribiendo sus amigos le quisieran más, yo alcanzo algo mucho más importante: querer más a mis amigos.
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