En esta noche de plenilunio, quisiera declarar mi idilio con la Luna; ese satélite natural que contemplo al atardecer a través de mi ventana y que ha estado tan presente a lo ancho de nuestra vida. No en vano, en cualquiera de sus fases, ella es la protagonista indiscutible de algunas historias de mis cuentacuentos, como esa titulada Un conejo en la Luna... Otras veces, simplemente, aporta el escenario, como en El príncipe de los ladrones... E incluso hay ocasiones en la que es ella quien aúlla, mientras los lobos la escuchan.
Quizá por eso aparezca tanto en mi literatura. Con mis Catorce lunas llenas (Ayuntamiento de Miguelturra, 2016), genialmente ilustradas por mi amigo Lolo, gané el XXXVIII Certamen Literario Carta Puebla, al mejor libro de cuentos... Con Catorce lunas menguantes (MAR Editor, 2020), con esos dibujos maravillosos de nuestra querida Raquel Ordóñez Lanza, obtuvimos el II Premio Liliput de Narrativa Joven... Con Catorce lunas nuevas (Undergraf, 2023), donde narro mis vivencias como médico responsable de un Centro de Vacunación Internacional, he llegado a cientos de sanitarios... Y ya estoy en condiciones de anunciar que a lo largo de este año publicaré otra colección de cuentos en los que esa Luna será nuevamente su estrella indiscutible.
Tal vez todo sea porque -parafraseando a Einstein- me gusta saber que está ahí, incluso si no la veo... Tal vez porque -como soñara Neruda- su esencia transpira por cada poro de nuestra piel... Tal vez porque -aunque mis hijos traten de embelesarme asegurando que soy un sol- lo que en verdad me siento es un auténtico lunático.
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