Mirando en retrospectiva mi bagaje profesional, llevo toda una vida vinculado a las vacunas. Nada más terminar la carrera, me desplacé a uno de los países más pobres del mundo -Benin-, a fin de colaborar mediante aquella campaña vacunal en el control de un brote de Cólera... Poco después, me vi en Oriente Medio, participando en otra campaña diseñada por la Organización Mundial de la Salud -OMS- para la erradicación de la Poliomielitis... Tras haber administrado dosis contra decenas de enfermedades en otros tantos rincones del mundo, el destino quiso que -en mi condición de epidemiólogo del Servicio de Sanidad de León- fuera responsable del Centro de Vacunación Internacional de mi provincia, concediéndome el honor añadido de ser la persona que recogiese en ella los primeros viales que llegaron contra el agente causal de la COVID19... Y en la actualidad, de lunes a viernes sigo pautando sus dosis a aquellos pacientes que así lo precisan, en el Servicio de Medicina Preventiva del hospital donde trabajo.
Se nota que creo firmemente en las vacunas pues, como también asegura la OMS, a lo largo de la Historia de la Humanidad constituyen la acción preventiva que más vidas ha salvado, solo por detrás de la potabilización del agua.
Casual o causalmente, cierto niño me preguntó esta mañana en mi consulta que de entre todas las vacunas que conozco, cuál considero la más importante. Se notó demasiado que solo quería pincharse una. Le he respondido que esa que debe administrarse él mismo cada día: la de la ilusión, la del sonreír ante el espejo a sabiendas de que tal acción -a pesar incluso de circunstancias adversas- segrega en nuestro cerebro una serie de sustancias que nos resultan de lo más beneficiosas. Y es que, como acostumbro a decirles a todos nuestros pacientes, podemos protegerle contra muchas enfermedades: hepatitis, neumonías, meningitis, la temida culebrilla... Pero hay una vacuna que, a diario, debería administrarse cada cual: la del Ánimo y Fuerza, para afrontar los distintos avatares a los que puedan enfrentarnos nuestras vidas.
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