miércoles, 31 de enero de 2024

Mi último paraguas

Cada mañana, al ir en autobús a mi puesto de trabajo en el Hospital, coincido con un señor que lleva siempre su paraguas en la mano. Ambos subimos en la misma parada, si bien él acostumbra a bajarse alguna antes que yo. Aparte del saludo protocolario, quizá por ser tan temprano, apenas cruzamos conversación. Así de lunes a viernes, de enero a diciembre, acordándome entonces de esa cita de la protagonista de mi novela Siete paraguas al sol, de la que hice reseña de vida: que llueva no depende de ti; que lleves paraguas, sí.
Reconozco que llama mi atención ese detalle suyo cotidiano porque la previsión de precipitaciones en mi ciudad -como en la de tantos lugares de nuestra geografía- es del cero por ciento para toda la semana, porque estamos viviendo uno de los inviernos más secos de la historia y porque, tristemente, hace ya demasiado que no llueve. De hecho, nadie lo lleva más que él. 
Al igual que me llama la atención que, estando a casi 20 grados de temperatura como en la tarde de ayer, la terraza que hay justo debajo de mi casa tuviera cinco de sus siete calefactores encendidos -con todo su potencial contaminante-, sin apenas clientela que los precise y sin otra necesidad... que en determinados tramos de la ribera del Bernesga afloren cada domingo tantos restos de botellón, tirados por gente joven que estuvo allí la noche anterior... que aún exista una legión de personas que sistemáticamente no reciclan sus basuras domésticas. En definitiva, que tratemos tan mal a nuestra Naturaleza, ocasionando esa emergencia climática que ya estamos padeciendo, pero que sufrirán especialmente las generaciones venideras.
En mis adentros, admiro a ese hombre con paraguas y quisiera compartir su esperanza. Para su fortuna, de seguro que confía en que -a pesar de las advertencias de la Agencia de Meteorología y la mismísima Ciencia- pronto lloverá, en que no estamos tan mal como nos dicen, en que esto también pasará... Para mi desgracia, yo hace tiempo que casi la he perdido, al igual que también extravié -seguramente por falta de uso- mi último paraguas.

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