Aun sin tener nada en contra de los hipermercados o las grandes superficies comerciales, acostumbro a comprar siempre en las tiendas pequeñas de mi barrio. Así, conozco a Zoilo y su stand de ultramarinos, a la señora Teresa con su pescadería, a Rocío en una quesería, a Adelina y sus frutas... En casa me indican que cuando voy de compras tardo demasiado, e incluso un vecino con quien coincidí recientemente al salir de uno de estos establecimientos, me advirtió de que "en el super de la esquina está todo más barato". Puede ser... En algunos productos, ¡no digo que no! Pero desde que sé del esfuerzo a todos los niveles que para estos pequeños comerciantes supone sacar adelante su negocio, he decidido apostar por ellos. Además así se dinamiza la económica local, recibo un trato más personalizado, no suele haber colas, puedo adquirir un género diferente no estandarizado, compro realmente lo que quería comprar, no tengo la sensación de que el precio sea superior -incluso en muchos productos frescos resulta significativamente más barato- y las bolsas salen gratis.
No obstante, hay un extra añadido que guardo en secreto: todos ellos, desde la "A" de Adelina a la "Z" de Zoilo, comparten conmigo alguna de sus vivencias con las que luego hilvano las tramas de cada historia. Así que, ¡cuidado cuando me veas con el carro de la compra!: cualquier cosa que digas, podrá aparecer en mis cuentos.
lunes, 18 de abril de 2016
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