Los
beneficios que la acción de voluntariado ejerce sobre el propio voluntario
están sobradamente contrastados: permite su desarrollo y realización personal,
conectar e interactuar con personas distintas (tanto sus iguales como otras),
desarrollar o adquirir determinadas aptitudes/habilidades/capacidades, mejorar
su autoestima y estado de ánimo, sentirse útil ante sí mismo y ante los demás,
facilitar la comunicación intergeneracional (en el caso de ejercer ese
voluntariado con personas mayores, de las que además pueden enriquecerse de su
experiencia)…
Asimismo,
determinados estudios científicos han demostrado beneficios directos sobre su
salud física y mental, al constatar que la tasa de mortalidad entre las
personas voluntarias es significativamente más baja que las de quienes no lo
son, incluso cuando se consideran factores como la salud de los participantes.
Se ha apuntado también que este tipo de acciones ayudan a disminuir las
dolencias crónicas, elevan nuestro umbral de quejas y aminoran los tiempos de
recuperación.
Por
todo ello puede afirmarse que el voluntario, por el mero hecho de ejercer su
labor, tiene más probabilidades de ser una persona motivada, realizada,
comprometida, comunicada, preparada, hábil, feliz… ¡y por supuesto, sana!
Mención
especial merecían las personas mayores que son voluntarias. Siguiendo las
recomendaciones de Naciones Unidas, la UNESCO, la Organización Internacional
del Trabajo o la propia Organización Mundial de la Salud, en España se vienen
desarrollando diversos programas de integración y participación de personas
mayores en actividades sociales muy diversas. Así en muchas ciudades hay
mayores voluntarios que controlan las entradas y salidas de niños de los
colegios, colaboran en actividades culturales (como guías de museos) o medioambientales
(informadores en los parques), comparten piso con estudiantes jóvenes… Y es que
esta etapa de la vida puede ser idónea para ello, sintiéndose así más útiles y
capaces, a la vez que ocupan provechosamente su tiempo de ocio.
La
condición de persona mayor es también un buen motivo para volcarse en esas
actividades que de siempre nos gustaron: escribir, leer, interpretar… De igual
modo, puede ser un periodo ideal para aprender cosas nuevas o para seguir
haciendo a favor de los demás las mismas que se realizaban antes de la
jubilación.
Entre
nosotros Los Argonautas contamos con varios voluntarios octogenarios, que se
implican plenamente en cada objetivo. Acompañan en los paseos a otros mayores
que lo pudieran necesitar, actúan en los espectáculos programados, e incluso en
el caso de una profesora de Música ya jubilada, enseña canto y baile a otros
compañeros de proyecto.
Estamos
seguros de que la participación de muchos mayores en
alguna actividad como la descrita puede resultar sumamente positiva para su
salud y bienestar. Y al tiempo demostrarán con ello una de las premisas
elaboradas por el Consejo de Europa: que ninguna persona está imposibilitada
por el hecho exclusivo de su edad.
P.D.: Texto que bajo el título Yo, voluntario he redactado para el blog del Proyecto Solidario Los Argonautas -al que pertenezco como psicólogo asesor- con motivo de este 29 de abril, Día Europeo de la Solidaridad Intergeneracional.
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