Hoy sería otro cumpleaños de mi padre. La verdad es que ya he perdido la cuenta de cuántos años tendría, pues siempre le recuerdo con los del día en que se fue. A pesar del tiempo transcurrido desde aquel fatídico accidente y de lo mucho que he meditado al respecto, me quedo con la mejor de sus herencias: tanta capacidad de sacrificio, ese tesón por alcanzar cualquier meta (siempre desde el respeto y a pesar de las injusticias que pudieran sobrevenirle), el amor que profesó por su familia... Y por supuesto, esa sonrisa que no se quitaba ni para hacerse la foto del carnet de identidad.
Era su santo y seña, el lenguaje no gestual que aprendí de él y que yo pretendo enseñarle a mis hijos. No en vano, a veces pienso que lo llevamos impreso en nuestro ADN, pues compruebo con orgullo que su nieto tampoco se la quita ni para hacerse la foto oficial del colegio.
¡Felicidades, papá! En este 14 de abril, esas mil sonrisas con las que siempre me despido lucen por y para ti.
jueves, 14 de abril de 2016
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