Han sido diez ediciones entrañables, la mayoría con sol y todas con mucho público. En cada una de ellas he rubricado dedicatorias, charlado con mil amigos, compartido anécdotas con cientos de lectores, sonreído... Y siempre acompañado por ese paraguas naranja que cada 23 de abril también hace lo mismo.
Este próximo sábado, por motivos personales, va a romperse tal tradición. Aunque parte de mí saldrá de nuevo al Paseo de la Independencia -al fin y al cabo, allí estarán mis cuentos-, en esta ocasión no podré ir a Zaragoza. En su lugar, celebraré esta fiesta de la palabra junto a los libreros de León, que se reúnen con sus stands en la Plaza de Botines de esta ciudad.
Sé por experiencia que la magia de la Literatura llega a todos los sitios, al margen de donde uno se encuentre. Por eso, desde aquí o desde allá, ¡feliz Día del Libro!
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