jueves, 19 de diciembre de 2019

Mis cuentos con dos finales

Mi último libro, El amor en los tiempos del Mindfulness, parte de un incidente con el personal del Servicio de Regulación ORA. Sucedió hace tres años, tras una comida navideña con varios compañeros de Sanidad. A la hora de los postres, un comensal de la mesa de al lado se atragantó y perdió el conocimiento, mientras su pareja pedía un médico a gritos. Por casualidades del destino, allí estábamos cinco, el más rápido de los cuales se dirigió hacia el paciente, le realizó la maniobra oportuna y probablemente le salvó la vida.
Entre tanto, yo avisé por teléfono al Servicio de Emergencias 112, esperando todos a que viniese la ambulancia para hacer su transferencia y que acabara evacuado al hospital.
El caso es que entre unas cosas y otras, a pesar de que luego fuimos deprisa, llegamos unos diez minutos tarde al aparcamiento en zona azul en el que estaba estacionado nuestro coche... Y allí se encontraba una pareja del servicio ORA multándonos por la tardanza.
A pesar de identificarnos como sanitarios y explicarles el motivo de aquel retraso, una de sus operarias nos insistió en que la hora era la hora, alegando que si los tiempos están regulados es para que se cumplan. De hecho, no atendió a ninguna de nuestras explicaciones y me sancionó.
Por casualidades del destino, a los pocos días llegó a mi consulta en el Centro de Vacunación Internacional de León una joven con ese uniforme de la ORA. Si bien en un principio no me di cuenta, la acabé reconociendo como la operaria que aquel día nos multó. Venía 45 minutos antes de su cita y demandaba un favor: si le podíamos ver ya, pues de tener que esperar a la hora prevista le causaríamos un gran perjuicio.
En ese momento se me plantean dos posibilidades:
1.- Reaccionar (modo supervivencia) siguiendo a mi instinto y no atenderle hasta el momento marcado. A fin de cuentas, ella me había enseñado no hace mucho que si los tiempos están regulados, es para que se cumplan.
2.- Responder (modo vida), de manera consciente y conforme a mis principios, atendiéndole sin reparos puesto que entonces estaba libre y podía hacerle un favor.
No diré cómo acaba la historia, aun cuando a estas alturas tampoco tenga importancia. Cualquiera de ambas opciones estaría argumentada. Lo que sí quiero compartir es que quizás aquel día tanto esa persona como yo aprendimos algo que debíamos aprender... Y que en ese detalle radica el motivo de que los cuentos de El amor en los tiempos del Mindfulness posean dos finales.
Por cierto: ayer tuve otro incidente con el personal de la ORA cuando acudí con mi coche a recoger a Manuel pequeño de una actividad extraescolar. Por si el Karma se repite, estaré atento estos días a la lista de citados para vacunarse... Y si no, que al menos me sirva de inspiración.

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