Ocurrió el pasado Día del Pilar en un grupo de wasap al que pertenezco. Alguien escribió a primera hora un mensaje de felicitación para las Pilares que hubiera en el mismo. A lo largo de la mañana se sucedieron distintos parabienes y emoticones dirigidos a todas sus Pilis, Pilarínes, Pilucas o demás. Hasta que -en vista a que nadie se daba por aludida- uno preguntó si había alguien entre sus miembros que se llamara así, para acabar descubriendo que sorpresivamente no había ninguna.
Cierto que en un chat con gente de Zaragoza, donde ese nombre es tan característico, esto nunca habría ocurrido... No obstante, aunque parezca mentira, a menudo ni siquiera sabemos con quién compartimos. Y es que, en esta era tecnológica, muchas veces tengo la percepción de que vivimos demasiado por inercia.
Sirva como atenuante nuestro carácter latino, tan proclive a celebrar. Quizá sea por ello que en otro grupo paralelo ya ha habido alguien que, recién pasada la tradición de las Ánimas -todavía me resisto a utilizar ciertos anglicismos-, nos felicita las próximas Navidades... Y lo que es peor: ¡alguno hasta le ha respondido!
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