Esta mañana, con motivo del aislamiento de una paciente en nuestro Hospital para prevenir la transmisión de cierto proceso infeccioso, pasé por su habitación a fin de recordarle las medidas a seguir. A pesar de su enfermedad, la encontré risueña y receptiva a mis indicaciones. De hecho, se estaba poniendo guapa porque -al no poder verlos en persona- quería realizar una videoconferencia con sus hijos a través de su móvil. ¡Qué importante quererse a uno mismo, cuidarse por dentro y por fuera!
Justo en el momento de salir, la paciente se adornó con una ráfaga de colonia.
- ¡Igual me he echado mucha! -expresó sobresaltada-. Es que quiero que me vean bien.
La enfermera que nos acompañaba le indicó entonces que no se preocupara demasiado pues, pese a tantos avances tecnológicos, su familia no la podría oler. A lo que ella respondió:
- Esas cosas se notan. También ustedes llevan la boca tapada con una mascarilla y, sin embargo, les percibo claramente su sonrisa.
Será porque, como aprendimos del Principito, lo esencial es invisible a los ojos... Será porque con tal gesto, si las circunstancias lo permiten y aunque parezca que no se vea, también cuidamos de nuestros pacientes tanto por dentro como por fuera.
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