domingo, 19 de junio de 2022

Cuando Hacienda somos -casi- todos

Una de las cotidianidades que había secuestrado esa lesión mía cervical era los paseos a orillas del Bernesga con mi amigo Nicasio. Este fin de semana pudimos recuperarlos para seguir compartiendo vida.
Ciertamente, no coincidimos en todo. De hecho, para él esta ola de calor que hemos sufrido es consecuencia de no sé qué ciclo, que le permite mantener su creencia de que el cambio climático nunca existirá. Pese a ello, juntos cuidamos nuestro entorno y deambulamos con guantes más bolsa, metiendo en ella la basura que encontramos en aquel espacio natural.
En lo que sí coincidimos es en que ambos hemos recibido recientemente una notificación de Hacienda. En su caso, porque el año pasado hizo varias transferencias bancarias para ayudar a cierto pariente que andaba apurado en su negocio, y la Agencia Tributaria se lo ha asignado como ingresos. Ahora le toca justificar que detrás de ese gesto solidario no hubo ningún rendimiento comercial.
En el mío, por un piso que vendí en 2017 por debajo de su valor de tasación. En verdad que nadie me ofrecía más y acabé aceptando una última contraoferta de aquel comprador para poder dar la entrada en la adquisición de la vivienda en la que hoy vivo. No hubo trampa ni cartón. Doy mi palabra. Pero como Hacienda somos casi todos -el propio cartero que me entregara el requerimiento, aseguró que llevaba otros muchos en su zurrón-, he tenido que recopilar documentación, presentarla a través de nuestro gestor y confiar en que el asunto se cierre pues, como aseguro, no hay nada donde rascar. 
Pese a no discutir la necesidad de los impuestos ni entrar en el debate de si se deben subir o bajar, Nicasio y yo volvimos a distanciarnos en nuestras conclusiones. A él le sorprende ese mirar con lupa de la Administración al ciudadano de a pie, cuando luego se le escapan tantas transacciones millonarias... A mí me entristece más que pueda confundirse una ayuda familiar con un beneficio mercantil, o que sea algún tercero quien me imponga a cuánto debo vender mis pertenencias. En cualquiera de los casos, lo realmente preocupante es que en este universo tan pleno de libertades, estamos cada vez más controlados.
Al menos, como decíamos en esa despedida, siempre nos quedará el Bernesga.

No hay comentarios: