domingo, 12 de junio de 2022

Un tsunami de calor

No es la primera ola de calor que asola nuestro país. Yo mismo, durante mi periodo de formación en el Instituto de Salud Carlos III, participé en aquel estudio a propósito del impacto de esa otra ola sobre la mortalidad en España durante el verano del año 2003. Según aquel trabajo, de reconocimiento internacional y dirigido -entre otros- por un entonces desconocido Fernando Simón, el exceso global de mortalidad por esa causa fue del 8%, si bien ascendió al 15% entre la población mayor de 65 años. Dicho con otras palabras, demostramos que unas temperaturas ambientales tan altas, matan.
La de estos días, tampoco será la última. Las máximas alcanzadas superarán hasta en 12 grados a las máximas previstas, con termómetros que no descenderán de los 20 grados ni de noche, realidades como que hay zonas en la mitad sur de la península con un alto riesgo de desertización y paradojas como que en los valles leoneses haga más calor que en las playas de Canarias. Las consecuencias del cambio climático llevan camino de hacerse irreversibles. 
Sin pretender ser rencoroso -tampoco iría con ello a ningún sitio- ni señalar a un solo culpable -máxime cuando en este asunto lo somos tantos-, ante tsunamis así me acuerdo del dueño de esa cafetería tan próxima a nuestra casa, que utiliza de manera irresponsable sus calefactores exteriores -a menudo sin público, con la mera intención de atraerlo-. Cierta tarde que le sugerí que estando a 20 grados los apagase, pues realmente no hacían falta, a sabiendas de la cantidad de gases que emiten con efecto invernadero -contribuyendo al calentamiento de la atmósfera-, de que en muchas ciudades europeas están prohibidos -la primera que lo hizo fue la francesa Rennes, con el apoyo de los propios hosteleros- y de que en tales condiciones su uso resultaba innecesario... me respondió que la normativa municipal de nuestra localidad se lo permite, que para eso paga y que, además, a sus clientes les gusta el calor.
A estas alturas de la vida, empiezo a quedarme sin palabras. Procuro consolarme pensando que mi abuela la refranera le habría dedicado alguna de sus citas, del tipo de aquellos polvos, estos lodos; aunque lo cierto, tristemente, es que también conllevan un incremento de la mortalidad. 

1 comentario:

El Amor Azul Marino dijo...

Buenas noches:
Adjunto el enlace al trabajo referido, publicado en la revista científica Gaceta Sanitaria (Volumen 18, número 4, julio-agosto de 2004).
Mil sonrisas con abanico.

https://scielo.isciii.es/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0213-91112004000400040