A menudo la memoria nos juega malas pasadas... Y eso que de aquello recuerdo casi todo: su recibimiento en la estación tras mi viaje el viernes anterior, nuestra enésima cena en familia, la película de después, un desayuno de sábado compartido, las prisas de papá por salir cuanto antes para aprovechar su mañana, el último beso a mamá, otro encierro matutino preparando los exámenes en la biblioteca de la Facultad. Precisamente por eso, tenía mi teléfono desconectado y hasta que no salí fuera resultó imposible que escuchase cualquier mensaje de la Guardia Civil.
Recuerdo esa jornada con gran nitidez: a Fernando acompañándome a todo, a Carmen apoyándome ante todo, a tantos amigos estando conmigo en todo. Los abrazos a mis hermanos, el llanto de mi sobrina, la tristeza contenida de cada vecino.
Sin embargo, esta memoria mía sigue haciendo de las suyas. Sé que aquel accidente en el que los dos se fueron ocurrió en tal fecha como hoy -uno de junio-, pero ni siquiera recuerdo hace cuánto. Puede que sean veinte años, como dice la canción; ¡quizás incluso más!... Y es que sigo sintiendo a ambos tan cerca en mi día a día, que a menudo me asalta la convicción de que nunca partieron.
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