En este Día de la Música hemos sabido que nuestro hijo Manuel ha superado su examen de acceso al Grado Profesional, con el instrumento de Trombón, en el Conservatorio de Música de León. Sin duda, otro motivo añadido para felicitarle; un paso más en su proceso formativo como músico y como persona.
A menudo le comento que en ese camino estaremos ayudándole cuanto podamos. Y que al margen de nosotros, podrá encontrarse a su orilla con dos tipos de sujetos: unos facilitadores, que acostumbran a ser positivos, sonrientes, agradecidos... Otros no tanto que -sin entrar en más juicios- nunca suelen ser así.
Hace unos días compartía en nuestra cena de familia que cada mañana debo acudir al servicio de Rehabilitación para completar el proceso terapéutico prescrito para mi columna. Dado que estoy trabajando, acudo con bata blanca y ese distintivo amarillo colgado del cuello que me identifica como médico. Con esas pintas, resulta habitual que la gente nos consulte por los pasillos en caso de duda.
Cierto lunes, un usuario me paró para preguntarme por alguna unidad diagnóstica. Aunque le atendí educadamente no supe decirle dónde quedaba, y en su adiós a regañadientes me despidió con un exabrupto. Quizá tuviera un mal día; quizás hasta tuviese razones para sentirse malhumorado. Sea como fuere, empáticamente yo me hallaba muy lejos de esa actitud.
Cierto jueves de aquella misma semana, precisaba pedir cita para la revisión con mi neurocirujano, por lo que me puse como un paciente más a guardar la cola correspondiente. Al verme un señor mayor a quien estaba a punto de tocar que le atendieran, se dirigió a mí insistiendo en que nos cambiáramos los puestos, que otro sanitario como yo le había salvado la vida y que él cedía su tiempo para que yo prosiguiera realizando mi labor. El resto de la fila asintió... Y en esa actitud de generosidad reconocí a un hombre agradecido, con la que empáticamente me identifiqué.
Porque en eso -aquí o allá-, la vida se parece a las rosas, alternando flores con espinas.
Ojalá Manuel siga cultivando ese otro jardín a base de pentagramas, encontrando en su trayecto personas positivas y sintiéndose de paso acompañado. En ello, siempre podrá contar con la ayuda de su Trombón. Y es que, como afirmara el dramaturgo Robert Browning, quien escucha Música siente que, de repente, su soledad se puebla.
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