No es la primera vez que me sucede. Estar en cualquier celebración y que por el mero hecho de ser maño alguien te insista en que cantes una jota. La verdad es que lo siento en el alma pero, por mucho que perseveren en su petición, no sé cantarla... O mejor dicho: le tengo tanto respeto a este género tan nuestro que prefiero no hacerlo. Eso sí, esté donde esté, me emociono como nadie cuando escucho alguna de ellas.
Admito que siendo niño, nuestro abuelo entonaba ante mi cuna sus estrofas propias a modo de nana para dormirme:
Zaragoza, Zaragoza,//flor de la jota bravía,// viste nacer a una moza// que bella cara tenía...
Reconozco que en tiempos del instituto formé parte a la guitarra de una rondalla aragonesa, llegando a actuar en algún festival... Mas sabedor de que no era suficientemente hábil con las seis cuerdas, abandoné.
El Ebro guarda silencio//al pasar por el Pilar,//la Virgen está dormida,//no la quiere despertar...
Y confieso también uno de mis secretos mejor guardados: allá a mediados de los noventa participé con una versión mía de la conocida jota de La Dolores en aquel programa de Antena3-Televisión llamado La Parodia Nacional. Si bien al inolvidable Constantino Romero le pareció de lo más simpática, al final no superamos el corte.
Que la tengo que casar//con el Príncipe de España,//que no hay como buena maña// pa' llevarlo hasta el altar...
En cualquiera de los casos, llevo esa jota impresa en mi código genético. Por eso, el día que me ausente, estaría genial que sonase una de fondo. Pero, por favor: ¡que no me la hagan cantar!
No hay comentarios:
Publicar un comentario